𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒

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En el momento en que pisaron la habitación de Ben, Summer no pudo evitar observar cómo su hermana tomaba asiento a la orilla de la cama sin despegar su mirada de Bill y Mía que yacían frente al escritorio observando sepa lo que fuera con atención. Le molestaba que su hermana siguiera aferrada a un chico que claramente no la veía. Giró su rostro en otra dirección para mirar a Leila con Stan, ambos charlaban animadamente alejados de todos y, por ende, ella estaba sola en medio de aquel lugar.

Bufó dándose cuenta que el único grupo disponible era el de los más raros; el paranoico, el nerd y como cereza del pastel; el cuatro ojos.

Pudo haber dado media vuelta e irse, pero las fotografías pegadas en la pared le resultaron de lo más interesante, con suerte encontraría un decapitado. Además, cualquier cosa era mejor que volver a casa a encontrarse con su horrible padre.

― ¡Y de zorras!, ¿no muchachos? ―cada vez estaba más convencida que de la boca del cuatro ojos salían puras estupideces.

Rodó los ojos para luego observar un viejo casete con una película de lo más mala. En definitiva, Ben era un rarito.

¿A quién podría gustarle esa porquería?

―Esto es una mierda ―exclamó atrayendo la atención de Eddie, Richie y Ben―. ¿Cómo puede gustarte esto? ―se atrevió a preguntar a la vez que tomaba el casete entre sus manos y lo elevaba para mostrarlo―. Tienes un pésimo gusto.

Ben tartamudeo en vanos intentos de justificarse, Summer negó indignada. Frunció el entrecejo al sentir la mirada de Eddie y Richie sobre ella, ambos parecían idos en una nube de sepa que mierda.

―Ustedes dos, ¿qué me ven?

Idiotas.

Ambos se miraron sin saber que decir, parecía que las ratas les comían la lengua a todos últimamente. Para su desgracia o salvación el tartamudo habló atrayendo la atención de todos, en especial; la de su tonta hermana.

― ¿D..dónde e...estaba el cobertizo del pozo?

―No sé, en algún lugar de Derry. ¿Por qué?

―Por nada.

¿En qué grupo de locos había caído?













El trío de chicas caminaba en dirección a la casa de las hermanas, Summer cruzada de brazos rodaba los ojos con molestia cada vez que podía al escuchar a Leila revolotear a su alrededor diciendo hasta el infinito lo cuán maravilloso era Stan.

Que asco.

―Leila ―la llamó cansada de tanta cursilería―. Creo que ya nos quedó claro cuán maravilloso es el judío...

―No lo suficiente ―en una nube de ensoñaciones Leila contestó.

Summer deseo poder estrangularle ahí mismo.

―Deberíamos encontrar la ubicación del cobertizo ―por primera vez en todo el camino Beverly habló.

Summer rio girando su cabeza en su dirección.

― ¿Para qué?, ¿para qué corras a los brazos del tartamudo y él mágicamente en agradecimiento termine siendo tu esposo? Estás loca.

― ¡Summer! ―regaño Beverly.

―Es la verdad, Beverly... ¡Llevas años enamorada de un niño que no te topa!

―Es por los rumores...

No, no era por eso.

―Sabes que los perdedores no son de mi total agrado, pero tengo que reconocer que Bill Denbrough no se fija en lo que las personas digan de los otros, así que no, no es por eso.

Habían llegado a casa, Summer miró a Beverly recostarse en las barandas de la escalera de emergencia.

―Creo que Summer tiene razón, Bev ―apoyo Leila sin mirarla―. Eres demasiado linda para seguir aferrada a él.

― ¡No soy lo suficientemente linda para él! ―el grito de Beverly tomó por sorpresa a ambas que abrieron sus ojos con asombro―. ¿Creen que no lo sé? Obviamente él va a preferir a Mía sobre mí; es más bonita y de buena familia. Yo no tengo nada, ni siquiera una hermana que se preocupe por mí.

¿Qué estaba diciendo esa tarada?, pensó Summer mordiéndose la lengua para no soltar su veneno ―algo que hacía muy pocas veces.

Ninguna dijo nada y Beverly enojada subió las escaleras con prisa, desapareciendo de su vista en segundos. Summer no iba a correr tras ella como en cualquier tonta película lo harían. No. Ella iría cuando supiera que esas aguas estaban en calma o terminarían peleando por una tontería y, aunque, ella amara pelear, no quería herir a Beverly. Después de todo era su hermana.

―Me siento mal por Bev ―habló Leila después de unos minutos en silencio. Ambas yacían ahora sentadas una al lado de la otra en las gradas.

―Uno sufre con lo que quiere, no siempre se puede tener todo en la vida.

―Igual es feo, hoy no paraba de mirar a Mía y Bill.

―Lo sé, hasta en China pudieron notarlo ―asintió mordiéndose una uña ―. ¿Cómo van las cosas en casa?

Para Summer no era un secreto que los padres de Leila se encontraban en un largo proceso de divorcio, era una pena tomando en cuenta que nunca había visto a dos personas quererse tanto o eso creía. Ella no podía aconsejar mucho al respecto cuando solo tenía recuerdos borrosos de sus padres juntos, sin embargo, estaba segura que nunca se habían amado porque de ser así su madre jamás se habría marchado.

No extrañaba a su madre, ¿cómo podría hacerlo cuando ni ella las quiso? Su madre las había dejado a su suerte con el enfermo que llevaban por padre. Ella había preferido salvar su pellejo en vez de buscar una solución junto a sus pequeñas, solo se fue y las dejo a su suerte como si de una mascota se tratara y era horrible.

― ¿No has llegado a ver a un payaso rondando por aquí? ―la pregunta de Leila le provocó una extraña sensación a Summer que giró su rostro para mirarla extrañada.

―No, ¿por qué?

Leila pareció pensar lo que diría, la niña suspiró y trago grueso antes de llenarse de valor. Ahora tenía temor.

―Llevo días topándome un payaso... es extraño. Ya sabes que me dan miedo, entonces cada vez que lo veo con intenciones de acercarse corro... ayer me paralice y estuvo a punto de llegar a mí.

Sin saber el porqué, el corazón de la castaña comenzó a latir con prisa al ver el rostro lleno de preocupación en su amiga. Leila no mentía, ella decía la verdad. Le preocupaba y mucho.

―Seguro es algún imbécil que solo busca molestar ―susurró bajando la mirada para observar sus viejas vans ―. ¿Le dijiste a tus padres?

―Lo intenté, pero ellos están tan enfrascados en sus problemas que no le pusieron importancia ―con desgano se puso de pie―. Creo que debería irme ya.

―Aún es temprano...

―Lo sé, pero no quiero llegar tarde a casa ―acarició su ondulado cabello bajando de un saltó la grada―. Ese payaso siempre ronda la calle Neibolt, prefiero irme ahora.

― ¿Quieres que te acompañe?

Iría y le patearía el trasero a ese imbécil por atreverse a molestar a su amiga. Lo haría.

―No, iré rápido y apenas este en casa te llamo, ¿va?

Indecisa, Summer, terminó aceptando. Se puso de pie para despedirse de Leila que agitaba su mano como despedida al mismo tiempo que ella. Una punzada se instaló en su pecho al perderla de vista, su respiración se volvió cada vez más difícil de mantener y su visión se nubló.

Pero lo peor fue cuando la llamada nunca llegó. 

ᴄʀᴜᴇʟ ꜱᴜᴍᴍᴇʀ | ᴿⁱᶜʰⁱᵉ ᵀᵒᶻⁱᵉʳ ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora