11

457 36 11
                                    

   —Bueno, con esto estamos en paz. —habló el hombre con un tatuaje con forma de serpiente.

   —Un placer hacer negocios con vosotros. — dijo entre dientes el de la máscara de calavera.

El silencio reinó durante unos minutos, hasta que los rusos se montaron en un coche y se fueron.

   —Hijos de puta. — Se soltó la máscara y la tiró al suelo. Se giró para mirar al resto de su grupo. —¿Alguien me puede explicar, qué cojones ha pasado? —Todos los presentes enmudecieron ante su pregunta.

   —Señor, al parecer, no les habían desarmado y al soltarles las esposas, han disparado sin contemplación a los policías. No hemos podido hacer nada. —Uno de ellos se atrevió a contestar.

   —¿A cuántos?

   —Cuatro, señor.

   —¡Así no! —Se encaminó hacia uno de los vehículos. —¡Joder!

   —Hay algo más, señor... —su voz tembló y el mencionado se giró— han disparado a Lexie.

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Al ver las dos patrullas con la mayoría de las puertas abiertas en mitad de la carretera principal, anormalmente despejada, tragaron saliva. La escena que se encontraron, al acercarse lo suficiente, era dantesca.

Había una agente pelirroja tirada en el suelo rodeada de un charco de sangre con los ojos muy abiertos. Al copiloto ni siquiera le dio tiempo a bajarse del vehículo, cuyo interior estaba cubierto de sangre. Por la falta de movimiento en sus cuerpos, no fue difícil deducir que estaban muertos.

   —¡Freddy! ¡Llama a emergencias! —Le gritó Isidoro desde el otro coche.

Al no poder hacer nada por los agentes que tenía enfrente, corrió hacia la otra patrulla mientras solicitaba la ambulancia, y ayudó a Isidoro a sacar a los dos agentes que quedaban en el interior del vehículo. A los pocos segundos, llegaron más policías al lugar.

   —¡¿Qué cojones ha pasado?! —dijo el superintendente, al acercarse a ellos junto a Gustabo y más policías.

   —¡No lo sé! —gritó Isidoro mientras buscaba el lugar de origen de la hemorragia en el pecho del herido. El comisario no se molestó en contestar, el agente que estaba atendiendo tenía un tiro en algún lugar del cuello y se estaba ahogando en su propia sangre.

Al estar cerca del hospital, los EMS no tardaron en hacerse cargo de los dos agentes que quedaban con vida.

Después de que algunas de las ambulancias abandonaran el lugar, los cuatro observaban a los forenses hacer el levantamiento de los cadáveres.

   —Ahora sí. Me vais a explicar qué ha pasado aquí. Os he puesto a cargo del transporte, ¿dónde cojones estabais?

   —Superintendente, un doctor me estaba informando del estado del compañero herido y cuando volví a la sala donde estaban los detenidos, ya los estaban transportando y el comisario estaba siendo atendido por su herida de bala. No tuvimos tiempo de reacción. —Freddy palideció al percatarse del detalle, de que si Conway intentaba mirar las grabaciones de su bodycam, vería como la desconectó al entrar en la consulta y no la volvió a activar hasta que se montó en la patrulla para ir al QRR. Había cometido un error muy grave, que ya no podía solucionar.

Destino EntrelazadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora