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Andrey les propuso entrar dentro para continuar con la conversación. Gonzalo, tras intentar poner varias excusas para negarse a ello, cedió; él lo único que quería era decirle todo a Freddy.Necesitaba quitarse un peso de encima.

El oficial empezó a pensar en una mentira creíble para Andrey. Sabía que no dejaría pasar su falso secuestro, pero no quería culpar a cualquier grupo y que desmontaran su mentira.

Freddy, Gustabo y Gonzalo se sentaron en una mesa. El oficial de reojo miraba a Andrey, que hablaba en ruso, con su mano derecha, Kirill. Poco después, la mayoría de los hombres del local desaparecieron. Pero cómo la conversación entre los cuatro había comenzado, esta ausencia les pasó desapercibida.

Gonzalo no sabía muy bien cómo tratar la presencia del subcomisario en esa reunión, así que se mantenía a la espera de recibir algún tipo de información. No se le había olvidado su discusión, pero al tomar la decisión de contarle el encargo de sus superiores, pensó que sería mejor calmar las aguas, antes de decirle nada. Pero no encontraba la forma de entrar en la conversación que tenían él y Andrey, sobre el armamento que tenía el ruso y que Gustabo había visto.

Por lo que centró su atención en el comisario; este le observaba discretamente mientras fingía interés en la conversación del momento.

   —Entonces, ¿todo bien, no Gonzalo? —preguntó Gustabo al notar su mirada distante y su silencio poco habitual.

    —Sí, no te preocupes.

   —Después de la vez anterior, nos habías preocupado. —Dejó caer el rubio.

    —¿Te han secuestrado antes? —Cuando fue a contestar, para restarle importancia, el subcomisario, se le adelantó.

   —Sí, los otros rusos lo secuestraron —dio un trago a su bebida—. Un mes que se tiró en el hospital, casi lo matan—Andrey lo miró seriamente.

   —¿Por qué no me lo dijiste? —Al ver que Gonzalo no fue capaz de responderle, prosiguió. —De todas formas, ya vamos a por ellos, lo pagarán.

   —¿Vas a atraparlos ya, y no nos avisas? Espero que no se te olvide nuestro acuerdo.

   —No se preocupe, señor comisario, yo siempre cumplo mi palabra. De momento, solo me voy a divertir un poco.

Gonzalo ante sus palabras temió lo peor. Cuando Andrey estuvo en su ciudad, tuvo problemas con otro grupo local, y se enzarzó en una guerra entre bandas, que llamó la atención de las autoridades.

   —¿Qué vas a hacer, Andrey? —cuestionó el oficial.

   —Vengarme de mi empleado y mi camarera, y ahora por ti por supuesto. —Al escuchar su respuesta, Gustabo sonrió, Freddy se encogió de hombros y Gonzalo palideció.

Al comisario no le pasó desapercibida su reacción. Aprovechando que la atención de todos recaía sobre el ruso, hizo un gesto disimulado a Gonzalo, mirando hacia el pasillo; insinuándole que se apartara del grupo.

   —Andrey, ¿el baño dónde está? —preguntó Gonzalo.

Freddy aprovechó la excusa de ver cómo se encontraba después del secuestro, para ir tras él.

   —¿Qué ha pasado en realidad neno? —Gonzalo, al verle entrar, sintió que se rompía en mil pedazos; no sabía cómo sobrellevar la situación.

   —Me lo van a quitar Freddy, me van a quitar a mi niño. —Se deslizó por la pared y se sentó en el suelo. Sus manos temblaban y empezó a hiperventilar.

   —Gonzalo, ¿escúchame, qué cojones ha pasado?

   —Todo ha pasado. La he cagado, y la voy a seguir cagando. No sé qué cojones hacer, en todas mis opciones siempre alguien sale mal parado; si no sois vosotros, es mi familia. —habló todo lo rápido que pudo. Freddy se agachó a su altura y le agarró por la cara para obligarle a alzar la vista.

Destino EntrelazadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora