PRÓLOGO

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Quince años habían pasado desde que Lionel había estado por última vez en esa casa, recorrió toda su habitación con nostalgia sintiéndose como un intruso, notando que esta seguía igual desde que fue enviado a estudiar a ese internado en España.

Agradecía que su padre no haya ordenado modificar nada; la cama era la misma, pequeña y con detalles infantiles, sus peluches estaban intactos e incluso aún había algo de su ropa en el clóset. Se acercó a su tocador y abrió uno de sus cajones sin poder creerlo cuando vio que sus cosas personales también seguían ahí.

Buscó una pequeña caja que estaba al fondo del cajón y sonrió al encontrar ese collar con un opaco dije en forma de corazón que en su momento lució brillante y hermoso.

"¿Qué habrá sido de vos Guille?"

Dijo en un susurro apretando el collar contra su pecho al mismo tiempo que sus ojos se cristalizaron, estar en esa casa le traía lindos pero al mismo tiempo dolorosos recuerdos.

— Leo, ¿Estás acá?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por Santiago; su hermano menor, o mejor dicho medio hermano que estaba tocando suavemente a su puerta. El omega mayor rápidamente retiró sus lágrimas con la palma de su mano poniendo además su mejor cara para no preocupar a su hermano.

— Pasa Santi

— Leo, estuviste llorando ¿Estás bien? — preguntó con preocupación el omega ojiverde hincándose frente a él — Lionel, si no estás seguro de casarte con David aún estás a tiempo, tú y yo sabemos que no lo amas

— No puedo arrepentirme a estas alturas, pero no lloraba por eso, es solo que estar acá me pone nostálgico

— Entiendo, debe ser difícil para ti, prácticamente no venías a la hacienda desde que eras un niño —tomó las manos del mayor entre las suyas acariciando el dorso con sus pulgares — pero anda no estés triste, ¿Qué te parece si mejor salimos de compras? me dijiste que aún te faltan algunas cosas para la noche de bodas — dijo con una sonrisa coqueta levantando sus cejas observando divertido como las mejillas de Lionel se teñían de rojo

— Ahora solo quiero dormir, el vuelo fue cansado— esbozó una sonrisa tímida — además me da vergüenza que me acompañes y aún no estoy seguro de querer usar... eso — el otro omega soltó una carcajada que hizo molestar al mayor

— ¡Ay Leo eres todo un mojigato! Es por eso que terminé casándome yo antes que tú, al paso que ibas creí que terminarías recluido en un convento, como si David no te hubiera visto ya desnudo, que más da si lo hace con una bonita lencería

— No digas esas cosas bobo — el rubor de sus mejillas no había disminuido y la burla de su hermano lo estaba molestando — es suficiente Santi, dejáme dormir, decile a nuestros padres y al Henry que bajaré más tarde para la cena — su hermano se levantó y se inclinó a darle un beso en la frente para después retirarse de la habitación dejándolo solo nuevamente.

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Lionel había vuelto a Guadalajara después de muchos años para casarse.

Su futuro esposo, David Beckham era un alfa unos años mayor que él dueño de importantes negocios que conoció en Miami, Florida mientras se encontraba estudiando aún la universidad, había viajado de España a los Estados Unidos al cumpleaños de Sergio Agüero; uno de sus más grandes amigos, el cual vivía ahí desde hace algún tiempo y que conoció a David cuándo antes estuvo viviendo una larga temporada en Inglaterra.

En la fiesta ambos se gustaron y el alfa rápidamente había comenzado un cortejo. Su relación fue difícil de llevar debido a la distancia y a que Lionel aún no terminaba la carrera y el alfa no podía desatender sus negocios por lo que se veían una o dos veces al mes.

Fue hasta que el omega terminó sus estudios que el alfa inmediatamente le propuso matrimonio.

Lionel era un omega demasiado tímido y hasta cierto punto escrupuloso, nunca había tenido un novio como tal antes de David, pero sí había tenido un primer amor, ese amor inocente que se tiene cuando uno es un niño y que a pesar de los años nunca había podido sacar de su mente a su mejor amigo de la infancia, Guillermo Ochoa.

La última vez que lo vio, él tenía 10 años y Guillermo 13. Era tan pequeño en ese momento que no pudo entender lo que ocurrió en esa tarde, recuerda haber llorado mucho y escuchar gritos por todos lados. Nunca olvidaría el rostro de Guillermo empapado por sus lágrimas y los gritos de su padre alfa y su padrastro.

Unos días después, su padre Lionel Scaloni tenía ya listo un pasaje para mandarlo a España. La noticia fue un duro golpe para un niño de esa edad porque iba a ser alejado de su casa, de su hermanito y de su mejor amigo. Lo peor de todo  fue haberse ido sin siquiera poder despedirse de su Guille. 

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Guillermo Ochoa había quedado huérfano desde muy pequeño cuando sus padres fallecieron en un accidente de auto quedando a cargo de la única hermana de su madre junto con su esposo Miguel Herrera. Al pequeño niño nunca le faltó amor, sus tíos lo habían criado como un hijo porque ellos no habían podido tener uno biológico.

El alfa había conocido a Lionel cuando su tío trabajaba como chofer en la casa de los Scaloni, en ese entonces Memo tenía alrededor de 10 años y al ser un niño juguetón y extrovertido le parecía extraño lo solito que veía siempre al argentino por lo que un día, a pesar de las advertencias de su tío se acercó a hacerle plática causándole gracia la rara forma de hablar del otro niño.

Desde ese momento se convirtieron en grandes amigos y confidentes, jugaban todo el tiempo al fútbol donde el pequeño Lionel siempre tiraba fuertes cañonazos a un pobre Guillermo que trataba de detenerlos en una improvisada portería.

Memo al ser unos años mayor ayudaba al argentino con los deberes del colegio y a escondidas de los padres de Leo ambos le pedían a Miguel que los llevara en el auto a tomar un helado a la plaza. Eso era un secreto entre ellos tres, si Scaloni o Rafa se enteraban pondrían el grito en el cielo y prohibirían esa amistad.

El momento más especial en la memoria de Guillermo fue cuando en el cumpleaños número 10 del argentino le regaló un bonito collar que había comprado con los ahorros que había juntado "trabajando" como chalán de Miguel cuando lavaba el auto y haciendo mandados a sus vecinas.

Toda su felicidad había terminado esa tarde, recuerda haber estado muy asustado cuando Scaloni lo amenazo con llamar a la policía, él no había hecho nada malo, en su momento no entendía que había ocurrido pero ahora que había crecido podía comprenderlo todo.

Odiaba a los Scaloni por haber tratado de esa manera a un niño que no tenía culpa de nada y después echado de esa forma tan cruel junto a su tío de la hacienda.

Fue difícil reponerse, pero sus tíos habían podido salir adelante trabajando duro como solo ellos sabían hacerlo, al no tener un trabajo y al ser difícil conseguir uno, la esposa de Miguel había comenzado a explotar sus dones culinarios emprendiendo un negocio de comida en su propia casa, su exquisito sazón atraía cada vez más y más clientes por lo que el pequeño alfa los ayudaba los fines de semana que tenía libres.

Ese puesto de comida con el tiempo se volvió un pequeño restaurante, después uno más grande y más adelante además de tener un par de sucursales más, ofrecían servicio de banquetes para importantes eventos.

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Sin saberlo los Scaloni habían contratado para la fiesta de compromiso de Lionel los servicios de la empresa de la familia a la que tanto daño le habían hecho años atrás.

Siempre en mi mente [MECHOA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora