Halfway Out Of The Dark

Capítulo VIII: ¡Como un príncipe!

(Narra Tom)

Es miércoles, temprano en la mañana, y para ser sincero es un hermoso día de verano, ni siquiera mi actual estado de ánimo puede nublar este cálido día. Me encuentro corriendo en un parque cercano a mi casa, puedo observar como algunas personas garabatean en sus libretas, sentados en bancas o entre lis árboles y no puedo evitar preguntarme ¿qué es lo que hacen? ¿dibujan, escriben, toman notas? Y trató de imaginar qué haría mi chica misteriosa de estar en su lugar; trato de imaginar posibles encuentros con ella, algunos muy dramáticos y otros más casuales, todos se reproducen en mi mente como si se tratara de una película o una puesta en escena, en encuentro de dos amantes, dos almas perdidas en la inmensidad del cosmos que se descubren una en la otra. Pero de pronto, la realidad me golpea en el rostro, metafórica y literalmente: a un grupo de niños se le ha "escapado" el balón y este me ha golpeado a un costado del rostro, despertándome de mis ensoñaciones, recojo el balón y miro como los pequeños de entre siete y diez años se acercan corriendo en mi dirección con cara de asustados.

- Dis-disculpe señor - dijo el que parecía ser mayor que todos.

- ¡Sí, no fue nuestra intención! - dijeron todos a coro, esta vez.

- Está bien pequeñines, no pasa nada, solo tengan más cuidado la próxima vez - digo sonriéndoles y les entrego el balón al primero que habló.

Los niños de marcharon pero las niñas se quedan, todas forman un pequeño grupo y me miran curiosas así que les pregunto si puedo ayudarlas en algo más y su respuesta me hace reír como no lo había hecho en un tiempo:

- No gracias, simplemente te estamos admirando - dice una de ellas, debe tener unos nueve años, es castaña y usa anteojos que esconden unos ojos verdes.

- ¡Sí, es que eres muy apuesto! - habla esta vez la rubia de ojos color café.

- ¡Como un príncipe! - gritan entre tiernas risas el par de gemelas pelirrojas de unos siete años, sus ojos grises y pequeñas pecas, resaltan.

- ¿Dónde está tu princesa? - dice la quinta de ellas, una tímida niña de cabello negro y ojos azules.

- ¡Wow! Bueno, primero que nada gracias, me siento halagado por sus comentarios, señoritas - las escucho reír mientras tomo seis flores de las que hay alrededor nuestro y me agacho para estar a la altura de ellas, le doy una flor a cada una, incluyendo a la pequeña de piel morena con rizado cabello y tiernos hoyuelos en cada mejilla - Y respecto a tu pregunta: no sé dónde está, la estoy buscando.

- ¿Puedo ser yo? - preguntaron las gemelas al mismo tiempo.

- No chicas, su princesa tiene que ser mayor que nosotras - dicen al unísono la castaña y la ojiazul.

- Y ser muy guapa, con hermoso cabello - dijo la rubia.

- Además tendrá ojos violeta - habló la morenita. Espera ¿qué? ¿Cómo es que esta niña sabe eso?

- ¡No existen los ojos de ese color Lisa!

- ¡Sí existen! ¿Verdad, señor?

- Aamm, por supuesto que sí, pero ya debo irme niñas, vayan con cuidado ¿sí? Adiós - digo poniéndome en pie para irme.

- ¿Qué, tan pronto? Bueno hasta la próxima vez príncipe... - me cuestionan.

- Tom, pero... - digo, pero me veo interrumpido por las pequeñas. "No soy un príncipe", eso es lo que debiste decir Thomas y terminar con su fantasía; ahí está esa molesta voz de nuevo ¿Cuál es su/mi problema?

- ¡Qué lindo nombre! Adiós - se fueron a reunir con sus amigos y yo retomé la marcha hacia mi casa.

Mientras corría de vuelta no podía evitar pensar en lo agradable y divertido que ha sido ese encuentro con los niños; últimamente he sido "amargado", un cretino, que esto ha sido como un soplo de aire fresco, un recuerdo de "mi otro yo", aquel que solía sonreír todo el tiempo, aquel que adora los niños y es siempre amable, ese aparentemente utópico yo. Todo eso me lleva a preguntarme ¿Qué me paso? Ha sucedido tan gradualmente que no puedo saber cuando comenzó, siempre he tenido mi lado romántico - Lo tenemos todos ¿No es así? - pero no tengo certeza de en qué momento tomó control de mí, tal vez mi charla con Benedict mañana me ayude a aclarar mis ideas y curzar un nuevo rumbo para volver a ser yo mismo o una versión mejorada de mí.