El comienzo de la primavera...El despertar

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Spreen se despertó con el primer rayo de sol que se filtraba por la ventana

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Spreen se despertó con el primer rayo de sol que se filtraba por la ventana. Al intentar moverse, una punzada de dolor recorrió sus caderas, piernas y muslos, extendiéndose por todo su cuerpo. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, recordando la noche anterior.

Era la primera vez que había experimentado algo tan intenso. Cada sensación, cada caricia, le había dejado una huella imborrable en la memoria. Aunque el dolor era un recordatorio de lo que había sucedido, no pudo evitar sonreír al recordar lo mucho que lo había disfrutado.

Mientras se estiraba en la cama, sus pensamientos volaron a los últimos días. Se sentía increíblemente cómodo, más de lo que había estado en mucho tiempo. La ausencia de Titi, que había decidido pasar cuatro semanas de vacaciones en casa de Staxx, le daba una libertad y tranquilidad que no había experimentado en mucho tiempo. Ya llevaban dos semanas fuera, y aún quedaban otras dos por delante.

Spreen se levantó con cuidado, sintiendo cómo el dolor se suavizaba un poco con cada movimiento. Justo ese día comenzaba la primavera, y con ella, los calores en su cuerpo. Miró por la ventana, contemplando cómo el mundo comenzaba a renacer con la nueva estación.

El rayo de sol se filtró por la ventana. Al sentarme en la cama, un calor insoportable recorrió mi cuerpo de repente. Sentí un ardor intenso entre mis muslos, un recordatorio vivo de la noche anterior. Las ganas impresionantes de montar encima de Rubius eran casi incontrolables.

Miro a mi lado y lo veo, aún dormido, desnudo, tal como nos habíamos acostado. Mi corazón late con fuerza, la imagen de su cuerpo descansando plácidamente junto al mío hace que el deseo me consuma por completo. No puedo esperar más. A pesar del dolor persistente en mis caderas, la necesidad de sentirlo de nuevo, de revivir esos momentos de placer inigualable, me sobrepasa.

Con cuidado, me deslicé sobre él, mis movimientos suaves apenas perturbando su sueño. Me posicioné encima de su cuerpo, sintiendo el calor de su piel contra la mía. Comencé a mover mis caderas en círculos sobre su parte baja, mi respiración acelerándose con cada roce. El ardor entre mis muslos se intensificaba, el placer mezclándose con el dolor en una sensación abrumadora.

Poco a poco, Rubius empezó a despertarse. Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando al ajustarse a la luz de la mañana. Al darse cuenta de mi presencia encima de él, sus ojos se abrieron de par en par, una mezcla de sorpresa y deseo reflejada en ellos. Sus mejillas se sonrojaron al comprender lo que estaba pasando, pero una sonrisa traviesa curvó sus labios.

—¿No tuviste suficiente anoche?— murmuró, su voz ronca por el sueño. Antes de que pudiera responder, sus manos se aferraron a mis caderas, sus dedos clavándose en mi piel con firmeza. Con un movimiento decidido, me hizo saltar sobre él, marcando un ritmo que me arrancaba gemidos con cada movimiento. El me miró con lujuria, para luego levantarme, alinear su pene en mi entrada, haciéndome bajar de golpe, sacándome un gemido demaciado fuerte y agudo.

Cada vez que mis caderas bajaban, sentía una oleada de placer recorrer mi cuerpo. El dolor en mis caderas se desvanecía ante la intensidad del momento, cada movimiento avivando el fuego que ardía en mi interior. Rubius me miraba con una intensidad que hacía que mi piel se erizara, sus ojos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo.

—No pares— susurre, con deseo. Sus manos guiaban mis movimientos, sus caderas encontrándose con las mías en una danza sincronizada de placer. Sentí cómo su cuerpo respondía al mío, cada roce aumentando la tensión que se acumulaba entre nosotros.

El sol seguía subiendo, su luz bañándonos con un calor suave mientras nuestros cuerpos se movían al unísono. Los gemidos, gruñidos y jadeos de Rubius se mezclaban con los míos, creando una sinfonía de placer que llenaba la habitación. Su agarre en mis caderas se intensificó, sus movimientos volviéndose más urgentes.

—Te ves tan bien así, montándome...— murmuró, su voz un susurro grave que envió escalofríos por mi columna. Sus palabras avivaron aún más el fuego en mi interior, cada una resonando en mi mente mientras me dejaba llevar por la intensidad del momento.

Con cada salto, sentía cómo el placer se acumulaba, una ola creciente que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. Rubius me miraba con una mezcla de lujuria y excitación, sus manos nunca dejando de guiar mis movimientos. Era como si cada parte de nuestros cuerpos estuviera en sintonía perfecta, cada toque, cada caricia, amplificando el placer que sentíamos.

Finalmente, con un gemido profundo, sentí cómo el clímax me alcanzaba, una explosión de placer que recorría todo mi cuerpo. Rubius siguió mis movimientos, su propio clímax alcanzándolo poco después, sus gemidos mezclándose con los míos en una armonía perfecta.

Nos quedamos así, jadeando, nuestros cuerpos aún entrelazados mientras el sol seguía subiendo en el cielo. La habitación estaba llena del calor de nuestros cuerpos y del eco de nuestros gemidos, un testimonio del intenso momento que acabábamos de compartir.

Mientras nos recuperabamos, y apesar del dolor en mis caderas y del ardor en mis muslos, no cambiaría nada de lo que había pasado. Cada momento con Rubius, cada caricia y cada palabra, era una exploración de un deseo profundo y satisfactorio que nos unía de una manera que nunca había imaginado.

Me desperté porque sentí un nuevo peso encima mío, y como se movía en círculos encima de mi polla

~Solo Entre Nosotros~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora