Mal entendidos

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El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación donde Spreen y Rubius yacían entre sábanas revueltas

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El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación donde Spreen y Rubius yacían entre sábanas revueltas. El día había comenzado tranquilo, con miradas cómplices y sonrisas que hablaban más que las palabras. Spreen, a pesar de los momentos de intensidad compartidos, se sentía extraño. Mareos ocasionales lo asaltaban, pero no quería preocupar a Rubius todavía.

Descendieron al desayuno, donde cada roce de manos y cada mirada cargada de deseo alimentaban el fuego entre ellos. Hablaban sin palabras, cada gesto una invitación a algo más. No importaba dónde estuvieran: en la cocina, en el jardín o en el sofá, siempre terminaban juntos, entregándose al deseo que los consumía.

Sin embargo, mientras Spreen se ausentaba para ir al pueblo por comida y pastillas para sus mareos, una sombra se coló en su vida. Nieves, con su cabello naranja brillante y ojos celestes inquietantes, apareció en la puerta de la casa de Rubius justo cuando él salía de la ducha. La joven irradiaba una extraña energía, una mezcla de curiosidad y peligro.

—Spreen, ¿verdad? —dijo Nieves con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos—. Soy Nieves. Deberías alejarte de Rubius —dijo Nieves con una mirada intensa que hizo fruncir el ceño a Spreen. —Te lo advierto por tu bien.

Spreen se sintió confundido. ¿Quién era esta chica para decirle algo así? Decidió ignorarla, pero un malestar repentino lo invadió, aumentando sus mareos por lo que Spreen frunció el ceño, confundido. No sabía quién era esta mujer ni por qué estaba en su casa.

—¿Qué tienes que ver con Rubius? —preguntó, alerta ante la intrusión.

Nieves entró sin ser invitada, cerrando la puerta detrás de ella. Sus movimientos eran precisos, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.

—Oh, Spreen, Rubius no te ha dicho todo sobre el —dijo Nieves, jugando con un mechón de su cabello— En otra dimensión, Rubiud y yo estábamos muy unidos. Él era mi todo, hasta que desapareció... y ahora te tiene a ti.

Spreen frunció el ceño aún más. Esta historia era absurda, pero algo en la mirada de Nieves lo inquietaba.

—No sé de qué estás hablando, pero te sugiero que te vayas antes de que llame a la policía —dijo Spreen, avanzando hacia la puerta.

Nieves lo detuvo con una risa fría.

—¿No crees en las dimensiones alternativas? Qué lástima. Pero sí, Spreen, Rubius y yo tuvimos una vida juntos. Él era un sacerdote y yo... bueno, digamos que mi historia es más complicada. Pero ambos éramos muy felices, hasta que todo se derrumbó.

Mientras tanto, en la casa, Rubius miró a Nieves con ojos oscuros.

—¿Hola?...¿quien eres?...¿Que necesitas?— dijo Rubius mientras habría la puerta, estaba irritado, ya que el había planeado hacer una sorpresa para Spreen, para poder estar juntos a el, y poder tener una buena noche de pasión junto a el.

—¡hola Rubén!, ¡Mira lo cambiado que estás!, ¡Hasta ahora tienes el cabello castaño, te queda hermoso!, ¡Mi amor te extrañe tanto!—

—No sé de qué estás hablando mujer, ni de coña a ti te conozco —respondió Rubius, tratando de mantener la calma. —quien eres y a qué has venido — dijo cortez Pero ya molesto, mientras la miraba

— oh...¿no me digas que no me reconoces?...mi querido osito, no sabes el dolor en el pecho que me has provocando...yo era tu esposa, madre de tus hijos, esposa del sacerdote de Karmaland de la otra dimensión, y estamos destinados a estar juntos— dijo nieves mientras hacía gestos exagerados que pretendían ser "tiernos"

—te lo vuelvo a repetir mujer, No sé de qué coño estás hablando, ni siquiera te conosco —respondió Rubius, dijo ya perdiendo la paciencia.

Rubius se sintió perturbado derepente, empezando a recordar pequeños fragmentos de su memoria, la cual fue bloqueada por los dioses cuando el murió y fue invocado en ese nuevo Karmaland para protegerlo y cuidarlo. Recordó vagamente una dimensión alternativa donde había vivido una vida diferente, pero las palabras de Nieves no encajaban del todo con sus recuerdos fragmentados Pero los ignoro, no quería ver a esa mujer en su vida, la quería lejos, no le daba buena espina, no queria verla nunca.

—¿Acaso no quieres aceptarme por ese estúpido oso negro?, ¿Por Spreen?, quiero que sepas que Spreen no te conviene —insistía Nieves con voz persuasiva. —No sabes lo que yo sé sobre él y sobre ti.

Rubius frunció el ceño, sintiéndose incómodo. No entendía por qué Nieves estaba tan empeñada en separarlos.

—¿Qué sabes tú de nosotros? —preguntó Rubius, intrigado pero cauteloso.

Rubius se sentía atrapado entre la incredulidad y la preocupación. No sabía qué juego estaba jugando Nieves, pero sus palabras resonaban en su mente como un eco de algo que preferiría olvidar.

—No sé qué buscas, pero te sugiero que te vayas antes de que... —

Antes de que pudiera terminar, Nieves lo interrumpió con un beso repentino y apasionado. Rubius se apartó con sorpresa y furia.

—¡No tienes derecho a hacer esto! ¡No tienes idea de quién soy yo o quién es Spreen para mí! —exclamó, empujando a Nieves hacia atrás.

Nieves se rió, una risa desquiciada que hizo que Rubius retrocediera un paso.

—Oh, Rubius, soy la única que realmente sabe quién eres. No te preocupes, pronto entenderás por qué soy importante para ti.

Mientras tanto, Spreen regresaba con las pastillas y la comida, ajeno a la situación en la casa. Sin embargo, un presentimiento le decía que algo estaba mal. Cuando llegó a la puerta, escuchó voces alteradas desde adentro.

Rubius estaba por ordenarle que se fuera definitivamente cuando Spreen regresó a casa. Vio a Nieves y a Rubius discutiendo acaloradamente, y su corazón se hundió. Sin escuchar explicaciones, Spreen dio media vuelta, mientras se imaginada sobre todo lo que ella le dijo en el pueblo, lo que escucho y vio con sus propios ojos, sin saber la verdad que no había sido dicha.

El mundo de Spreen se tambaleaba, y los mareos se intensificaron mientras corría por las calles del pueblo. No entendía por qué Rubius estaría con otra mujer, especialmente después de todo lo que habían compartido. Pero la semilla de la duda plantada por Nieves germinaba rápidamente en su mente

Nieves se rió, una risa que retumbó con una promesa malévola cuando paso al lado de Spreen y le susurro en el oido.

—Oh, Spreen, no te preocupes. No necesito acercarme a él. Pronto vendrá a mí por su propia cuenta.

Y con esas palabras, Nieves se desvaneció de la casa de Rubius, dejándolo solo con el peso de una verdad incierta y el dolor de haber perdido la confianza de Spreen.

Spreen se sintió traicionado y herido. La confusión y los mareos alcanzaron su punto máximo. Sin entender completamente lo que sucedía, corrió fuera de la casa, dejando atrás a Rubius y a Nieves en medio de un torbellino emocional.






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