Vete de mi casa Nieves

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Rubius se encontraba en la sala de estar, sentado en un sillón, con las manos entrelazadas en su regazo. La casa estaba sumida en una atmósfera de tensión palpable. El atardecer pintaba el cielo con tonos cálidos, que contrastaban con el frío ambiente interno. Nieves había llegado una hora antes, después de la discusión que había tenido con Spreen. A pesar de la aparente calma de la escena, Rubius podía sentir el peso de las palabras no dichas y los resentimientos acumulados.

Nieves, sentada frente a él en una postura que denotaba firmeza y una pizca de desafío, lo miraba con una intensidad que parecía casi palpable. Su presencia era inconfundible; su elegancia y su actitud desafiaban a cualquiera que osara contradecirla.

—Rubius, no puedo entender cómo puedes seguir eligiendo a Spreen sobre mí —dijo Nieves con un tono que intentaba ser calmado, pero que estaba cargado de reproche y desesperación.

Rubius respiró hondo, intentando mantener la calma mientras su mente se debatía entre el enojo y la resignación. La última conversación que había tenido con Spreen, y la extraña desesperación en su voz, aún resonaban en su mente. Pero ahora, tenía que lidiar con la insistente actitud de Nieves, que parecía no entender que su tiempo había pasado.

—Nieves, ya hemos hablado de esto. Mi relación con Spreen no tiene comparación con lo que tuvimos. No es solo una cuestión de sentimientos, es… —intentó explicar Rubius, pero se detuvo al ver la expresión desafiadora de Nieves.

—¿Es por eso que me trataste como un objeto? ¿Es por eso que te olvidaste de todo lo que tuvimos? —interrumpió Nieves, su tono lleno de resentimiento.

Rubius sintió que su paciencia se estaba agotando. Sabía que discutir con Nieves era como enfrentarse a una tormenta incontrolable; cualquier intento de razonar solo parecía avivar el fuego.

—No te estoy tratando como un objeto, Nieves. Simplemente, ya no somos lo que solíamos ser. Mi relación con Spreen es diferente, es auténtica. Tú… tú simplemente no entiendes.

Nieves se levantó de su asiento con un gesto brusco, acercándose a Rubius con una mirada que desafiaba cualquier resistencia. Sus ojos se llenaron de furia y decepción.

—¡Lo que no entiendes es que nunca te he dejado ir, Rubius! Siempre he estado aquí, esperando que te des cuenta de lo que de verdad significamos. Pero tú… tú prefieres estar con alguien como Spreen, que ni siquiera es leal a ti.

Rubius se levantó también, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que cualquier intento de calmar la situación solo podría empeorar las cosas. El recuerdo de la conversación con Spreen y la reciente discusión parecía un eco distante comparado con la furia de Nieves.

—¿Leal? ¿Estás hablando de la lealtad como si fuera un simple truco? Spreen es diferente. Él… —su voz se quebró un poco, mientras recordaba la tristeza en los ojos de Spreen—. Él está sufriendo, y yo estoy aquí para él, no para jugar a los juegos que tú estás intentando imponer.

Nieves lo miró con desdén, una sonrisa amarga en sus labios.

—¿Sufriendo? ¿Y tú crees que yo no he sufrido? Yo también he pasado por cosas difíciles, Rubius. Pero lo que no puedo tolerar es que elijas a alguien que claramente no te merece sobre mí.

Rubius se pasó una mano por el cabello, frustrado. No había forma de que Nieves entendiera lo que él sentía por Spreen. Ella estaba obsesionada con él, incapaz de ver más allá de sus propios deseos y necesidades.

—Nieves, déjalo ya. No voy a seguir discutiendo esto contigo. Tú tienes tu vida y yo tengo la mía. Si realmente quieres seguir adelante, por favor, hazlo sin arrastrarme a tu tormenta personal.

~Solo Entre Nosotros~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora