03 | Feliz cumpleaños, Sam

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Hoy es el día más esperado para mi hermanito: su cumpleaños. La casa está llena de emoción y risas. Los globos decoran cada rincón, y la mesa está repleta de golosinas y pastel. Sam no para de sonreír, sus ojos brillan como las velas que pronto soplará.

Solo falta una cosa: el mamaguevo payaso. 

Al final acepté la propuesta del coqueto Bobby para animar a los niños. Sam no sabe que vendrá, y eso lo hace aún más escalofriante para mí sabiendo que no es el payaso que él quería.

— ¿Y el payaso? —preguntó mi madre, a lo que yo me paralizé.

— Ehm... bueno, ya que lo mencionas.

— Coño 'e su madre, Amanda. ¿Qué hiciste?

— Mamá, el payaso Timmy se jubiló solito, no me dieron reembolso ni nada. Me tocó resolver con otro.

— No hubieras traído nada, sabes que Sam quería ese.

— Lo sé, lo sé y pido perdón. Me duele mi plata, ¿sabes? Prefiero tenerle fé a este payaso, así como hicimos con la Vinotinto.

— Te harás responsable —me señaló y se fue a ver a los muchachos.

— Vacié, solo tengo 20 años —bufé.

La puerta suena, y todos los niños se agolpan para ver quién es. ¡Es el Payaso Bobby! Entra dando saltitos, haciendo malabares con pelotas de colores y haciendo chistes que los hizo reír a todos. Sam no puede apartar la mirada de él. Sus ojos brillan aún más, si eso es posible.

Bobby se sienta en el centro del patio y comienza su espectáculo. Hace trucos de magia como prometió, saca conejos de su sombrero y hasta se pone a bailar. Observé con asombro cómo el payaso cautivaba a la audiencia, incluyendo a mi hermano menor Sam y a sus amiguitos. Aquí están algunos de los trucos que presencié:

El payaso comenzó su acto con una baraja de cartas. Extendió las cartas en forma de abanico y le pidió a un espectador que mentalmente eligiera una carta sin tocarla ni decir su nombre en voz alta. Luego, dividió las cartas en tres columnas y preguntó si la carta del espectador estaba en alguna de ellas. A través de un proceso de eliminación, redujo las opciones a dos cartas y finalmente reveló la carta elegida por el niño.

Para este truco, el payaso utilizó un polvo que convertía el agua en un gel sólido. Vertió agua en un recipiente y luego espolvoreó el polvo sobre ella. Después, cubrió el gel con un pañuelo o tela y, con un gesto mágico, hizo que el agua desapareciera por completo. Además, el payaso realizó trucos simples usando solo sus manos, como cambios de posición, desapariciones y apariciones de objetos pequeños. Aunque no necesitaba equipo especial, su habilidad para distraer y sorprender a la audiencia era impresionante. A pesar de mis dudas iniciales sobre si el payaso era un farsante, quedé fascinada por su destreza y habilidades mágicas. Nunca reveló sus secretos y mantuvo a todos intrigados.

Los niños aplauden y ríen. Sam está fascinado. Se acerca al payaso y le tiende la mano. Bobby le da un globo en forma de perro y me guiña un ojo. Sam sonríe de oreja a oreja.

Okay, esto está pasando muy rápido.

— ¿Decías? —me giré a ver a mi madre con una sonrisa triunfadora.

La curiosidad me consume. Observo al Payaso Bobby mientras hace malabares con las pelotas y hace reír a los niños. Su rostro está pintado de blanco, pero puedo ver que debajo de esa máscara hay algo más. Algo que me intriga.

Es joven, tal vez unos veintitantos años. Su cabello oscuro cae sobre su frente a causa de que la peluca se caía, y sus ojos brillan con una chispa traviesa. Aunque está disfrazado, puedo percibir su atractivo natural. Y su personalidad... es exactamente mi tipo. Es extrovertido, divertido y parece disfrutar de la atención que recibe.

¿Quién es Bobby? ¿Por qué está aquí? Y lo más importante, ¿por qué me guiñó un ojo cuando le entregó el globo a Sam? Mi mente da vueltas, y no puedo evitar preguntarme si hay algo más detrás de ese maquillaje de payaso.

Tonterías. Ya sabía yo que es un coqueto desde esa vez en las escaleras.

— ¡Vamos a cortar el pastel! —gritó con emoción mi madre, provocando que los niños me dejaran sola con el payasito.

Mi corazón late más rápido mientras me acerco a Bobby. No puedo evitarlo. Quiero saber más sobre él.

Pero antes de que pueda decir algo, él se quita la nariz roja y la peluca de colores.

— Amanda, ¿verdad? —dice con burla, ya que muy bien sabía mi nombre desde la discusión con la gerente de la agencia de fiestas infantiles.

Solté una risa.

— No, soy Carlota —respondí y él bufó con una sonrisa—. ¿Tú cómo te llamas?

¿Cómo es posible que un simple payaso haya despertado mi interés de esta manera?

— No puedo revelar mi identidad, señorita Amanda —dice, manteniendo el misterio—. Pero puedo decirte que no soy solo un payaso. Soy un artista, un soñador y, a veces, un coqueto.

Su sonrisa pícara me hace olvidar por un momento que estamos en medio de una fiesta de cumpleaños para niños. 

¿Quién es realmente? 

— ¿Y qué haces aquí? —pregunto, intentando sonar casual.

Se encoge de hombros y se apoya en una silla cercana.

— Tú me contrataste —me recordó—. Por el dinero baila el mono, y digamos que tengo una debilidad por las fiestas de cumpleaños. Además, me pareció que tú y Sam podrían necesitar un poco de magia en sus vidas.

¿Magia? ¿Qué significa eso? 

Mi mente da vueltas, y no puedo evitar preguntarme si hay algo más detrás de ese maquillaje de payaso. Pero antes de que pueda indagar más, mi madre nos llama para cortar el pastel.

— ¡Vamos, Amanda! —grita, y los niños se agolpan alrededor de la mesa.

Bobby me guiña un ojo y me sigue hacia la mesa del pastel. ¿Quién es este enigmático artista? Y, sobre todo, ¿por qué siento que mi vida acaba de dar un giro inesperado?

El tiempo vuela mientras Bobby sigue entreteniendo a los niños. Sam se une a los juegos y se ríe como nunca. Al final del día, cuando Bobby se despide, Sam le abraza fuerte. 

— ¡Gracias por hacer mi cumpleaños el mejor día de mi vida! —le dice. Bobby le devuelve el abrazo y le susurra algo al oído. Sam sonríe y asiente. 

¿Qué le habrá dicho?

— Ahora que lo recuerdo —dije mientras sacaba mi celular y abría la cámara—, no se han tomado una foto.

— Ya me quité mi disfraz, señorita Amanda —fingió un berrinche que hizo reír a Sam—. ¿Cómo la aguantas? —me señaló con el dedo y su rostro era de fastidio.

— Cuando creces, maduras, y cuando maduras aprendes a ser tolerante —expresó con total facilidad el pedazo de gente con 1.45 de estatura.

— Bueno, basta los dos —rugí—. Posen —ordené y ellos inmediatamente miraron la cámara. El payaso se arrodilló a la altura de Sam y capturé la imagen para el recuerdo. No pasaron dos segundos cuando mi hermanito robó mi celular y huyó con él hacia mamá, dejándome nuevamente con Bobby a solas.

— ¿Tienes una debilidad por los payasos? —soltó de la nada, intentando romper el hielo.

— ¿Qué? —musité.

— Amanda, no soy solo un payaso —dice en voz baja—. Hay mucho más detrás de este maquillaje absurdo. Pero eso es un misterio que tendrás que descubrir por ti misma.

¿Este hombre sabe leer mentes?

Antes de que pueda responder, mi hermanito Sam aparece corriendo con mi celular en la mano.

— ¡Amanda, mira! —exclama, mostrándome la foto que tomamos.

El Payaso Bobby se despide con un gesto y se aleja, dejándome con más preguntas que respuestas. ¿Quién es este enigmático artista? Y, sobre todo, ¿por qué siento que mi vida acaba de dar un giro inesperado?

El Payaso Bobby | '+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora