02 | Magia.

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— ¡Debe estar jodiéndome! —protesté.

— Disculpe, señorita. Justamente hace dos semanas a horas de la tarde el payaso Timmy se retiró, ya tenía una edad avanzada y...

— ¡Dios mío, solo tenía 76 años! Vida le sobraba.

Estaba furiosa. Había agendado y pagado por adelantado para tener el puto payaso que mi hermano añoraba, un anciano que hacía feliz a sus amigos y él como todo niño acomplejado también quiso.

No sé qué hacer.

— Devuélvanme el dinero.

— No hacemos devoluciones, señorita Amanda.

— ¡No me dieron mi servicio, quiero mi plata!

— Hay más payasos en la agencia, señorita. Podemos proporcionarle su trabajo y usted así escogerá.

— ¿Saben qué? Los cancelará en las redes sociales por este tan mediocre servicio —gruñí y salí de ahí con la rabia carcomiéndome.

Tomé el ascensor, pero, por supuesto, no funcionaba. Las emociones me carcomían, así que me dirigí hacia las escaleras. Me senté en uno de los escalones, tratando de calmarme. ¿Por qué tenía que ser tan complicado organizar una simple fiesta de cumpleaños?

Fue entonces cuando apareció. Un payaso. No, no cualquier payaso. Uno con manos de colores y una sonrisa traviesa. Odiaba los payasos, pero este tenía algo diferente. Algo que me hizo olvidar momentáneamente mi enojo.

— Te vi gritándole a la gerente —dijo, ofreciéndome un vaso de agua—. Supuse que te daría un paro, así que te traje esto. Bébela o conocerás a Maradonna con ese ritmo cardiaco.

Maradona. ¿En serio? No pude evitar reír. Tomé el vaso y bebí un sorbo. El agua estaba fresca y reconfortante. El payaso se inclinó contra la pared, mirando por la ventana. Su maquillaje exagerado no me asustaba tanto como debería.

— ¿Maradona? —pregunté, jugando con el vaso entre mis manos—. ¿Es tu consejo secreto?

Él se encogió de hombros, y su mirada se encontró con la mía. Sus ojos eran de un azul brillante, y había algo en ellos que me intrigaba.

— A veces, incluso los payasos tienen secretos —dijo con voz suave—. Pero no te preocupes, Amanda. No soy tan malo como parezco.

No sé por qué, pero no quería que se fuera. Tal vez era su coqueteo encubierto o su manera despreocupada de enfrentar mi enojo. Pero en ese momento, en los escalones de las escaleras, con la rabia aún latente, me di cuenta de que quizás este payaso no era tan mediocre después de todo; sin embargo, no me dejaré convencer de que los payasos son del asco.

El payaso, con su maquillaje extravagante, peluca y ojos brillantes, se inclinó hacia mí como si leyera mentes.

— Señorita Amanda —dijo con una voz melodiosa—, permítame ofrecerle mi servicio. Soy mucho mejor que ese payaso Timmy, créame.

Lo miré con escepticismo. ¿Mejor que Timmy? Eso era una afirmación audaz. Pero algo en su sonrisa coqueta me intrigaba.

— ¿En serio? —pregunté, cruzando los brazos— ¿Qué te hace tan especial?

Él se enderezó, como si estuviera a punto de revelar un gran secreto.

— Primero, puedo hacer malabares con globos mientras bailo sobre una cuerda floja invisible. Además, mis chistes son más ingeniosos, y mi magia... oh, mi magia es simplemente deslumbrante.

— ¿Magia? —repetí, arqueando una ceja— ¿Qué tipo de magia?

El payaso se acercó un poco más.

— La magia de hacer que las sonrisas florezcan incluso en los corazones más gruñones —susurró—. La magia de convertir una fiesta aburrida en un carnaval de risas y alegría.

No pude evitar reír.

— Eres un payaso muy convincente —admití—. Pero ¿cómo puedo estar segura de que no eres solo otro Timmy disfrazado?

Él se inclinó aún más cerca, y su aliento olía a algodón de azúcar.

What the fuck?

— Porque, señorita Amanda, yo soy el único payaso que puede hacer que olvide su enojo y se ría hasta que le duelan las mejillas.

Y así, con su sonrisa coqueta y su promesa de magia, acepté su oferta. Porque, quién sabe, tal vez este payaso fuera realmente mejor que Timmy. O al menos, sería una historia interesante para contar en la próxima fiesta.

— ¿Cuál es tu nombre? —relamí mis labios sin quitar mis ojos de los suyos.

— Bobby.

— El payaso Bobby hará magia en mi casa —dije y éste soltó una carcajada y pasó hacia la puerta—. ¿A dónde vas?

— No todo el tiempo soy el payaso Bobby —me miró con una sonrisa—. Fue un gusto, puedes volver para decirle a la gerente que ahora yo seré tu entretenimiento —y con eso se fue.

Se fue dejándome a mil.

El Payaso Bobby | '+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora