|| Las personas mas silenciosas, tienen las mentes mas ruidosas ||
Pensó que tal vez ella no lo había oído entrar y se había sentado en una silla o en un sofá. Entonces, al recorrer por completo la galería, se dio cuenta de que estaba vacía.
« Debo haberlo soñado» Se dijo a sí mismo.
Mientras permanecía de pie en el lugar en el que le pareció haberla visto, oyó una voz que decía a sus espaldas:
— Buenas tardes, señor.
Él se dio la vuelta y vio a una mujer ya mayor, vestida de gris, con un inmaculado delantal blanco.
— Me imagino, milord — Dijo ella, haciendo una reverencia
— Que usted debe ser el conde de Trevarnon, que ha alquilado la casa para esta semana de carreras. Sir Gerard me dijo que esperara a su Señoría, pero ha llegado antes de lo previsto.
— Espero que es no sea un inconveniente para ustedes — Dijo el conde— vine antes que mis invitados para cerciorarme de que todo estaba en orden.
— Espero que lo encuentre a su entera satisfacción, milord —Contestó Nattie— aunque estamos muy faltos de ayuda, como sin duda alguna Sir Gerard debe haberle informado.
— Así es, pero mi mayordomo se encuentra ya en camino con un número suficiente de sirvientes para que hagan todo lo necesario.
— Gracias, milord. ¿Quiere su Señoría ver los dormitorios?
— ¡Sí, por supuesto! — Contestó el conde.
Nattie le condujo por el corredor, en dirección opuesta a la galería.
El conde se preguntó si debía mencionar que había visto a una jovencita vestida de blanco; pero prefirió comentar:
— Tal vez quiera usted decirme quiénes hay en la casa, además de usted.
— Sólo la vieja Betsy, que ayuda en la cocina cuando es necesario, milord — Contestó Nattie— y Jacobs, que hace la limpieza, trae carbón y leña y sube el agua para los baños.
El conde no dijo nada y Nattie continuó:
— En las caballerizas están Abbot y su nieto, Jem, que será quien monte el caballo de la casa que participará en las carreras.
Habló de una manera que reveló al conde que estaba decidida a no dejarse impresionar por los caballos de él.
Había una leve sonrisa en sus labios cuando contestó:
— Tal vez ahora quiera decirme su nombre y su posición en la casa.
— Fui niñera del señorito Gerard, milord. Desde que era un niñito, Sir Gerard me ha llamado «Nattie» y es el nombre que me ha quedado.
— Entonces la llamaremos Nattie — Dijo el conde.
— Gracias, milord. Ésta es la habitación en la que pensamos que estaría usted más cómodo. Es el dormitorio principal, pero Sir Gerard no ha querido ocuparlo y sigue durmiendo donde lo hizo de niño.
YOU ARE READING
Amor prohibido
Romance|| Si vas a pecar, hazlo bien . . . Al final el castigo será el mismo || El hermano de Demelza alquila su casa al conde de Trevarnon, durante la semana de las carreras de Ascot, por mil guineas. Sin embargo, ya que es una reunión sólo para hombres...