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A medida que los días pasaban, la mejoría de Jungkook fue solo momentánea. A pesar de los esfuerzos de Hyejin y los médicos del palacio, la enfermedad comenzó a ganar terreno nuevamente. La fiebre regresó con una ferocidad renovada, consumiendo lentamente las últimas reservas de fuerza del príncipe.

Hyejin, que había sido su roca durante todo este tiempo, se encontraba en un estado de desesperación creciente. Las lágrimas se habían convertido en compañeras constantes mientras luchaba por mantener la esperanza viva en su corazón. Cada día se sentía como una carrera contra el tiempo, una batalla intensa contra un enemigo invisible que amenazaba con arrebatarle a su amigo.

En una tarde sombría, mientras Hyejin intentaba reconfortar a Jungkook, este la miró con ojos cansados pero llenos de gratitud.

—Hyejin... creo que es hora de aceptar la verdad —dijo Jungkook con voz débil, interrumpiendo el silencio pesado que llenaba la habitación.

Ella se aferró a su mano con fuerza, incapaz de articular palabras mientras el miedo y el dolor se apoderaban de su ser.

—No, Jungkook. No puedes rendirte ahora. Los médicos encontrarán una manera, lo prometo —respondió Hyejin, tratando desesperadamente de mantener la esperanza viva.

Jungkook sonrió débilmente, con una resignación tranquila en sus ojos. —Hyejin, has hecho todo lo que has podido. Siempre has estado a mi lado, incluso en los momentos más oscuros. Te estoy agradeciendo por eso.

Las palabras del príncipe resonaron en el corazón de Hyejin con una intensidad abrumadora. Sabía que estaba perdiendo a su amigo, a su hermano del alma. La realidad se desmoronaba a su alrededor mientras luchaba con la idea de dejarlo ir.

Esa noche, mientras Jungkook yacía débil en su cama, Hyejin se sentó a su lado, sosteniendo su mano con ternura. Los recuerdos de su infancia juntos, de risas compartidas y momentos de complicidad, se agolparon en su mente. La fragilidad de la vida se hizo palpable en ese momento, recordándole cuán efímera y preciosa era cada segundo.

—Te quiero, Jungkook —susurró Hyejin, con la voz entrecortada por las lágrimas que no podía contener—. Siempre te querré.

Jungkook le dedicó una última sonrisa, una mezcla de gratitud y paz. —Yo también te quiero, Hyejin. Gracias por todo.

Y con esas palabras, el príncipe Jeon Jungkook cerró los ojos lentamente, dejando atrás el dolor y el sufrimiento. Hyejin se quedó allí, sosteniendo su mano fría, incapaz de imaginar un mundo sin él.

El palacio se sumió en un silencio sombrío, roto solo por los sollozos ahogados de Hyejin, quien había perdido más que un amigo; había perdido una parte de su corazón.








Les dije que perdón

First Love - J. Jungkook -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora