2 Inesperado🔥🔥🔥

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—Ahora llevas en tu conciencia la muerte de uno de mis hombres, maldita zorra.

—¡No! ¡Randy no es culpable!

—Por supuesto que no, fuiste tú quien lo sedujiste. Eres igual a tu madre.

Sean ahogó un grito y volvió a la realidad que lo circundaba, la misma que lo asfixiaba cada día. Las pesadillas regresaron con más fuerza los últimos meses. La nieve había comenzado a caer demasiado temprano. El invierno apenas se había instalado y ya estaba causando estragos. Sean apretó sus manos con los guantes desgastados y su abrigo que poco tenía que hacer ante las tormentas de nieve que de seguro se desatarían. No iría a un refugio esta vez, sabía que esos lugares eran peligrosos a veces. Lo vivió en carne propia el invierno pasado cuando casi le arrebatan su única pertenencia, una mochila donde cargaba un par de cuadernos de dibujo y lápices, además, ¿dónde quedaría Rainbow? Su perrita tenía una fidelidad de hierro, él era incapaz de fallarle. Se darían calor esa noche. Juntos, como habían estado los cuatro años que llevaba lejos de su familia, mejor dicho, de esas personas que decidieron apartarlo de su vida porque no cumplía las expectativas. De ese hombre que le había robado a su primer amor.

«Clayton March».

Era hijo de un sádico, un hombre al cual no le temblaba la mano para asesinar mujeres y niños, un hombre que le prometió la muerte si volvía a encontrarse con él alguna vez. Clayton tenía una nueva esposa, la cual le daría hijos fuertes mientras que él, después de la muerte de su madre por sobredosis, ya no tenía nada.

En ocasiones, Sean pensaba las ironías de la vida, su padre era uno de los principales proveedores de cocaína del país, a su madre la consumió la adicción. Jamás tuvo lo necesario para pertenecer a esa familia, y al igual que ella, dejaron ese lugar, solo que de un modo diferente.

Los labios de a Randy sobre los suyos aun eran nítidos. Un recuerdo al cual se aferró con uñas y dientes para sobrevivir. Amó a ese muchacho, y lo seguía amando. Lo amó incluso cuando su padre lo puso frente a él y le disparó en la sien.

El grito que desgarró sus cuerdas vocales aun resonaba en su cabeza. Sean gritó ante la barbarie, ante un hombre que apenas reconocía como su padre. Sean siempre fue un ser frágil, sentimental, y solo por eso todo su sindicato lo había tildado de débil e inservible. Cuando lo de Randy y él se hizo público fue el último clavo en su ataúd.

«Dudo que incluso sea tu hijo. Míralo, no hay nada de ti en él».

Sean dio gracias a dios por eso, todos los días, sin importar lo miserable de su existencia, a pesar del frío, el dolor y el desasosiego, a pesar del hambre que le atenazaba las vísceras. Sean sería muy feliz si su madre hubiera sido capaz de engendrarlo con otro tipo, no obstante, él conocía a esa mujer, y sabía, muy dentro de su corazón, que su madre no le mintió. Se acomodó el saco por enésima, era por lo menos tres talles más grande. Lo encontró el invierno pasado y era lo mejor que tenía. Acomodó la mochila en su hombro, y ahí estaba todo su patrimonio.

Sean March, uno de los herederos del imperio de Clayton vivía en la miseria absoluta.

Había momentos, segundos en los que su cabeza le jugaba una mala pasada y la duda entraba embravecida ¿Podría haber sido un hijo diferente? ¿Podría haber fingido que era heterosexual? ¿Podría haber negado su esencia con tal de complacer a su padre? ¿Podría haber sido un asesino? ¿Un proveedor de drogas?¿Todo aquel sacrificio habría sido suficiente?

Hay respuestas que duelen más que cualquier golpe, Sean no se atrevió a dar una afirmación.

—¿Qué carajo haces aquí de nuevo? Te dije que si veía a ese estúpido perro te iba a ir mal.

Especial LGBTQ Día del orgullo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora