7 Sin límites 🔥🔥🔥

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—¿Qué hice Rainbow? —preguntó mientras su perrita movía la cabeza hacia un lado y el observaba la prenda azul diminuta sobre su cama—. Nos he condenado a los dos. Ahora, vamos a quedarnos en la calle de nuevo.

Abrazó al animalito con todas su fuerzas, percatándose que el aroma de la colonia de Jasper había quedado impregnado en su piel. Un toque a especias y madera, masculino, elegante. Sean todavía estaba en shock, jamás esperó una reacción semejante de un hombre como Jasper. El sabor de sus besos, la boca ansiosa mordiendo y chupando sus pezones. Era pasión absoluta y por breves segundos el mundo parecía un lugar mágico. De pronto, todo se esfumó y la verdad quedó al descubierto.

Jasper no le perdonaría su atrevimiento, y sus razones eran válidas. Rainbow lamía sus lágrimas. Sean debía ser fuerte, tragó saliva al notar que las ráfagas frías retumbaban en los cristales. Esa noche estarían a la intemperie como lo estuvieron durante cuatro años. Su error tuvo un precio muy alto, uno que iba a pagar con dureza en las calles.

La puerta se abrió y Sean saltó de la cama. Jasper lo observó del mismo modo a como lo había hecho cuando llevaba la tanga. Sean dejó a Rainbow en el piso y la perrita salió disparada de la habitación. El muchacho se humedeció los labios, sin saber qué hacer ante el escrutinio brutal de ese hombre.

¿Qué buscaba ahora?

—Perdóname por lo sucedido—suplicó—. Jamás quise faltarle el respeto a tu esposa y muchos menos a ti cuando me has brindado tanto. —Sus palabras se entrecortaban—. Me iré ahora mismo, si es lo que deseas.

—Quítate la bata—ordenó Jasper haciendo oídos sordos a todo lo esbozado. Dio pasos hacia el hombre congelado al lado de la cama, su cerebro fundido. Jasper asió la tanga azul que estaba sobre las mantas blancas—. Es tuya, quiero que la uses para mí.

—Jasper...

—No vas a irte, no ahora. No esta noche.

El hombre lo atrajo con brusquedad y sus bocas chocaron de nuevo. Sean envolvió sus brazos al cuello del fiscal y abrió la boca gustosa para que la lengua lo explorara. El calor lo rodeó como la primera vez. Jasper lograba encender cada milímetro de su piel solo con un beso. Las enormes manos recorrieron su cuerpo. Jasper dio un tirón y deslizó la bata sobre los brazos. Sean estaba desnudo, expuesto una vez más, pero decidió no inhibirse.

—Ve al baño, lávate, haz lo que haces normalmente—ordenó al tiempo que presionaba besos en su cuello—. Te pones esta prenda. Tienes diez minutos.

Sean gimió cuando Jasper dejó un chupetón sobre su clavícula. Jasper sacó del bolsillo un pequeño tubo de lubricante y condones. El muchacho tragó saliva. El fiscal no se retractó.

Jasper se alejó y comenzó a desabotonar su chaleco. Le hizo una seña para que fuera al baño. Sean asintió y se dirigió hacia allí. Eso le dio tiempo al fiscal de respirar y no correrse en ese mismo segundo. Deslizó la camisa blanca por sus musculosos brazos, dejando entrever su cuerpo escultural. Se cuidaba lo mejor posible, iba al gimnasio cinco veces por semana para descargar tensiones, y, a pesar de que había engordado un poco desde que Sean llegó con sus manjares, nada hizo mella en su estructura. Jasper era alto, fornido, estaba bien construido de los pies a la cabeza. Desajustó el cinturón y el pantalón. En un par de minutos se deshizo de cada prenda. Quitó las mantas y se acomodó en las sábanas frías que apaciguaron la temperatura de su piel que estaba en punto ebullición. Sean regresó en ese instante. Traía la tanga azul, su piel brillaba y olía como si hubiera usado algún tipo de fragancia floral. Jasper se humedeció los labios, su enorme verga descansaba erecta y casi tocaba su ombligo. Los ojos azules de Sean fueron a la longitud gruesa y se mordió el labio inferior.

Especial LGBTQ Día del orgullo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora