Capítulo 20: Luz Lúgubre

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Una poderosa energía oscura rodeaba a aquel hombre que sirvió de mentor durante todos esos meses, se percibía un aura asesina a su alrededor ¿Acaso había perdido la razón? ¿Acaso ahora se había vuelto una amenaza?

- Profesor... - decía Roy, con una mirada de angustia evidente, y un temor atroz.

El profesor se dio vuelta y lo miró de regreso, esa aura rápidamente se disipó y el aspecto de Sam volvió a ser el mismo, sus ojos regresaron a tener esa clásica mirada cansada y sin alma.

- Discúlpame por eso... Roy... - dijo Sam, mientras caminaba de regreso al camión - Supongo que te asustaste, no te culpo, no es algo de lo que me sienta orgulloso - agregó mientras ambos subían al camión, aunque Roy parecía tener un miedo evidente.

- ¿Que...? - iba a preguntar Roy.

- ¿Fue eso? - contestó Sam de manera inmediata acompañada de un suspiro - Supongo que está bien que te cuente...

- ¿Contarme? - preguntó Roy.

- Yo... Vengo del mismo lugar que tú Roy - contestó el profesor - Elementia... La Nación de los Elementos... Verás, vengo de un linaje muy antiguo, supongo que conoces el Templo de los Ancestros, bueno, yo era el último descendiente de uno de ellos, específicamente de un Elemento que fue sepultado en el olvido... La Oscuridad.

- ¿Os...Oscuridad? - decía el muchacho algo confundido.

- Así es, Fuego, Agua, Tierra, Viento, Electricidad, Hielo, no eran los únicos elementos que habían... Para poder sintetizar esas 2 energías hacía falta algo más, un balance, formado por 2 Elementos aún más primordiales, Luz y Oscuridad. La luz se encargaba de manifestar la materia que componía a los elementos, y la oscuridad de destruirlos, así, había un balance en la existencia de cada uno, así había un límite en lo que se podía hacer con cada elemento. Desafortunadamente este equilibro acabó, cuando mi padre murió, el era el encargado del elemento de la oscuridad, tristemente sucumbió a la naturaleza destructiva de este, intentó acabar con los demás elementales, pero fue abrumado, y asesinado por ellos...

- Supongo que fue... Muy difícil - dijo Roy con una mirada baja, pues él también recordaba a su padre.

- Si, lo fue, aunque no les guardo rencor ¿Sabes?, entiendo perfectamente que lo hicieron por un bien mayor, de todos modos, yo también veía de primera mano aquello en lo que mi padre se estaba convirtiendo, mi madre también estaba preocupada, ella sabía que algo así pasaría y por eso me envió lejos de Elementia ese día que mi padre enloqueció, ella podía ver pequeñas muestras del futuro, me habló de que una calamidad se acercaba a la Elementia, pero no estoy seguro de si se refería a mi padre o a aquello que viviste... - comentó Sam, mientras veía a Roy con una melancólica mirada.

- Mi padre... ¿Por qué nunca me contó nada de eso? ¿Qué pasó con el elemento de la luz? ¿Cómo llegó a este lugar? - preguntó Roy.

- Para detener a mi padre, el Elemental de la Luz tuvo que sacrificarse, recolectando la energía vital de su gente también, fue un golpe duro perder el equilibro primordial de las cosas, supongo que los Elementales que quedaban no querían recordar ese suceso, y prefirieron ocultarlo y omitirlo, aunque en el Templo de los Ancestros, todavía quedaban vestigios de ello. El día que partí fue muy difícil, las aguas eran traicioneras, tardé varios días en llegar a tierra firme, y llegué... A este nuevo continente, tenía tan solo 15 años, el continente era nuevo todavía, habían varias personas llegando, supongo que entre la muchedumbre pude camuflarme bien, hasta que me conseguí con ellos, un hombre con ropa elegante, acompañado de un sujeto con un rostro extraño y bata de laboratorio, no mucho mayor que yo, ellos notaron de inmediato que no venía de algún lugar similar a los continentes normales, y como vieron que estaba perdido, decidieron tenderme la mano - dijo Sam.

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