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Cuando Snape quería hablar, pensaba que era para darle un castigo... o la pequeña posibilidad de que lo expulsaran. Tywin estaba listo para hablar o sobornar para salir, pero en lugar de lo que esperaba, un Slytherin de cuarto año fue sacado de su clase, para gran confusión de ambos.
Snape lo presentó como Marcus Flint, el capitán de Quidditch de Slytherin. Y ahora, sin que Tywin tuviera voz y voto, había reemplazado a su buscador. Ni siquiera Tywin se sentiría bien si de repente lo sustituyera un primer año, que apenas tiene experiencia,
"Serás entrenado desde el principio y no escucharé ni una sola queja", dijo Snape con una mueca de desprecio.
Tywin no entendía en absoluto a ese hombre. Por un lado, parecía odiar a Tywin y a todo su ser, y por otro, parecía aceptar con vacilación que Tywin tenía el potencial de no ser un tonto. Pero, pasara lo que pasara, Tywin no fracasaría. No porque le hubieran dicho que no lo hiciera, sino porque, sencillamente, estaba en su naturaleza (y en su nombre) ganar.
Marcus Flint le mostró los conceptos básicos y su papel en el equipo; todo parecía bastante simple. Nunca antes había incursionado en los deportes muggles y ahora estaba compitiendo por su casa. Flint abrió un pequeño compartimento de la caja y reveló una pelota dorada con un intrincado diseño.
"Esta es la Snitch. Una vez más, esto es en lo que deberías concentrarte", colocó la pelota en la mano de Tywin y reveló un par de alas doradas; Flint se apresuró a recuperar la snitch dorada.
"Parece bastante fácil", dijo Tywin.
El joven capitán de Slytherin sonrió con malicia: "Me gustaría verte intentarlo, primer año. Atrapa la snitch y nos darás cien puntos. Haz que el otro buscador de casa la atrape antes que tú, bueno... no serán las pelotas de quidditch las que golpearíamos".
"Debidamente anotado."
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2 SEMANAS DESPUÉS
Tywin se levantó de su escritorio apartado e ignoró los susurros y jadeos que provenían del otro lado del estante; desde que se supo que había entrado al equipo de Slytherin, la atención se había duplicado. Parecía que había frecuentado ese lugar con tanta frecuencia que los estudiantes estaban empezando a atraparlo en esa zona de la biblioteca. Madame Irma Prince no estaba muy contenta con los ruidos; suspiró para sus adentros.
