|6| Dolor.

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El tiempo pasa volando y en un abrir y cerrar de ojos el verano le da paso al otoño

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El tiempo pasa volando y en un abrir y cerrar de ojos el verano le da paso al otoño. El viento arrecia con fuerza, los días son cada vez más cortos, el cielo azul a veces se oscurece y arroja gotas de agua. Sarada acaba de perder su tercer diente, Itachi desea cortar un poco su cabello después de que una profesora sustituta lo confundiese con una niña y Madara a sido expulsado por tres días del colegio por fumar
hierba. De mamá no puedo decir mucho, en el mes solo se queda con nosotros los dias que le convienen el resto los pasa junto a Yamato, incluso en sus días libres y los de trabajo.

El trimestre se está acabando. Hay mucho que hacer y muy poco tiempo
para hacerlo: los deberes se cumulan, olvido ir a hacer la compra, Itachi necesita unos pantalones nuevos, Sarada unos zapatos, hay que pagar las facturas, mamá pierde la chequera otra vez. A medida que va saliendo de forma gradual de la vida familiar, Sakura  y yo nos dividimos de forma tácita las tareas: ella limpia, ayuda con los deberes y  acuesta a los niños, yo hago la compra, cocino, arreglo las facturas y recojo a Itachi y Sarada de la escuela. Sin embargo, hay algo que ninguno de los dos puede controlar:

Madara. Ha empezado a fumar delante de todo el mundo, aunque lo mandemos a la puerta o a la calle. Sakura le habla con calma sobre los riesgos que corre su salud y él se ríe en su cara. Yo intento decírselo con
mayor firmeza y sólo me gano una retahíla de improperios. Los fines de
semana sale con una pandilla de gamberros del colegio. Convencí a mamá de que me diera dinero para comprarle un móvil de segunda mano, pero nunca contesta cuando lo llamo. También le imploro que le imponga un toque de queda, pero casi nunca está en casa para que lo cumpla, y cuando lo está, sale hasta más tarde que él. Intento establecer yo mismo la hora límite e inmediatamente Madara sale hasta más tarde aún, como si volver a la
hora estipulada fuera un signo de debilidad, de rendición. Y entonces
sucede lo inevitable: una noche no vuelve a casa.


A las dos de la mañana, tras llamarlo varias veces y que me conteste el
buzón de voz, marco el número de mamá con desesperación. Está en un
club en alguna parte; el ruido de fondo es ensordecedor: música, gritos, jaleo. Como la noche ya está avanzada, tiene la voz pastosa y no parece captar el hecho de que su hijo ha desaparecido. Ríe y se interrumpe cada poco para hablar con Yamato, me dice que tengo que aprender a relajarme, que Madara ya es un hombrecito y que debería divertirme un poco. Estoy a punto de soltarle que Madara bien podría estar tirado en una cuneta cuando me doy cuenta de que estoy malgastando palabras. Con Dave finge que es joven de nuevo, libre de los obstáculos y responsabilidades de la
maternidad.

Nunca quiso crecer —recuerdo que nuestro padre dijo que una de las razones por las que se marchaba era porque la acusaba de ser una mala madre—, y el único motivo por el que se casaron fue porque se quedó
accidentalmente embarazada de mí, un hecho que le gusta recordarme cada vez que tenemos una discusión. Y ahora que sólo me quedan unos meses para ser considerado oficialmente como un adulto, aún se siente más libre de lo que se ha sentido en años. Yamato ya tiene familia. Ha dejado muy claro que no quiere responsabilizarse de nadie más. Así que ella lo mantiene alejado a propósito y sólo lo trae a casa cuando ya estamos todos durmiendo ocuando estamos en el colegio. Con Yamato se ha reinventado a sí misma: ahora es una mujer joven atrapada en una historia de amor pasional. Se viste como una adolescente, se gasta todo el dinero en ropa y tratamientos de belleza, miente sobre su edad y bebe, bebe y bebe para olvidar que la juventud y la belleza ya están a sus espaldas, para olvidar que Yamato no tiene intenciones de casarse con ella y que pronto no será más que una cuarentona con problemas con alcohol.

Forbidden |Sasusaku| [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora