Capítulo 5: La irritante reina Lucy no es tan irritante después de todo.

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Mientras avanzábamos por el bosque para llegar al refugio en donde nos esperaban el resto de nuestras tropas, dejé que Caspian se dedicara a explicarle al rey Peter la cantidad de soldados y armas que teníamos. No me entusiasmaba la idea de tener que convivir con ninguno de ellos. Con el poco tiempo que llevaba conociéndolos ya me habían confirmado lo arrogantes, pretensiosos e irritantes que eran. Me fui hasta atrás, donde caminaba la reina más pequeña de todas, oyendo la conversación de Nikabrik, Buscatrufas, y el enano que se había encargado de enfrentarse a los hombres de Miraz la noche en que dejamos el castillo.

No tenía ánimos de hablar. Me guardé la daga bajo la ropa y caminé observando los paisajes que nos brindaba aquella parte del bosque. Me entretuve oyendo a las aves cantar, sintiendo la brisa contra las mejillas y tarareando una antigua canción que mamá solía cantarme antes de darme las buenas noches.

—Tu cabello es muy bonito —dijo una voz infantil. Dejé de tararear. Miré a la reina Lucy, propietaria de la voz infantil.

Pocas veces era elogiada por mi cabello. Para los telmarinos, era poco común ver un cabello tan enmarañado, encrespado y largo. Todas las doncellas tenían el cabello largo, negro y liso, tan sedoso como mi hermano mayor. Un extraño sentimiento me calentó el estomago y el corazón al ver la autentica sonrisa en el rostro de la niña. No me atreví a sonreír. La idea de que pudiera tratarse de una broma cruel me pareció que era suficiente para mantenerme cauta.

—Gracias —fue lo único que dije. A penas la palabra salió de mi boca, quité mi vista de ella para observar los pinos que rodeaban nuestro camino.

—¿Sabes qué? —volvió a interrumpir —. Tengo una daga como la tuya.

Sacó una daga del cinturón de su vestido rojo y me la mostró. La ofreció delante de mí para que la tomara, pero me negué soltando un "está bien"

La niña no se rindió allí.

—Mi hermano Peter no es como piensas que es —dijo.

—Yo no pienso nada —respondí, sin dirigirle la mirada.

—Claro que si. 

Me quedé en silencio, con la esperanza de que con eso la conversación se diera por terminada. Pero no fue así.

—Y te entiendo, puede ser un poco irritante a veces. Pero no lo es siempre.

—Es bueno saberlo —respondí.

—Tu vestido también es muy bonito, por cierto.

Me miró y yo la miré de vuelta. Me sonrió mostrando sus dientes. 

—Tenía más como este en el castillo —dije —. A este punto Miraz ya se debe haber deshecho de ellos. Es una pena, eran los vestidos más hermosos que pudieras imaginarte.

Pareció satisfecha de que me viera dispuesta a por fin conversar con ella.

—Yo también tenía muchos vestidos, pero la mayoría ya no me queda. Antes, cuando estuve en Narnia por primera vez, era una adulta. Ahora volví como una niña, y este es el único vestido que me quedaba.

Asentí. Y, sin que me diera cuenta, una sonrisa apareció en mis labios. La sonrisa de la reina Lucy era contagiosa, era como si sus labios estuvieran inyectados de la alegría que le había hecho falta a Narnia. 

—Debo de admitir que temí que mataras a mi hermano cuando hiciste eso con tu daga. 

—Iba a matarlo —dije. Era cierto, si se atrevía a hacerle daño a Caspian iba a matarlo. La vida de mi hermano estaba por sobre cualquier otra, incluso la mía —. Si intentaba matar a Caspian, claro.

POR NARNIA [Peter Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora