Capítulo 4: Casi corto la garganta del rey Peter.

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Me recosté sobre la hierba observando las estrellas. La cantidad de constelaciones que podía observar desde el bosque era increíble, jamás había visto tantos luceros en el cielo, jamás me había dado cuenta de lo cerca que se encontraban y lo mucho que brillaban cuando todo el resto del mundo se mantenía a oscuras. 

En el castillo, las chimeneas siempre echaban humo y las antorchas se mantenían encendidas, de forma que el cielo era muy distinto a como lo veía desde la naturaleza. 

Sentí como se me agrandó el corazón al verlas. Deseé ser como ellas, tan brillantes y hermosas. En los cuentos, las princesas o mujeres protagonistas siempre eran comparadas con cosas hermosas: sus ojos eran las estrellas del cielo, su cabello como ríos de agua violenta, su risa como el canto de las aves. Me gustaba compararme a mí misma con esa clase de cosas hermosas porque así lograba sentirme como la protagonista de las historias de los cuentos que me contaba el profesor o de los libros que robaba de la biblioteca para leer bajo la luz de la vela en mi cuarto. 

En ese momento, quise tener un futuro tan brillante como el de las estrellas. Tal vez si nuestra misión resultaba victoriosa, podría devolverle la magia a Narnia y convertirme en la protagonista de mi propia historia. 

Suspiré con esperanza.

—¿Crees que los reyes lleguen a tiempo? —preguntó la voz de Caspian a mi lado. Volteé mi rostro hacia él, observé sus facciones en la oscuridad, iluminadas por el fuego casi extinto de la fogata, y volví a suspirar, esta vez con duda en lugar de esperanza.

—Eso espero.

Mis palabras no parecieron ser lo que quería oír, pero yo no estaba ahí para decir lo que sus oídos querían que dijera. Sino, para hacerlo entrar en razón cuando su cerebro de paja se comportaba de manera más idiota que de costumbre. 

—Y si no lo hacen, podremos hacerlo por nuestra cuenta. No necesitamos a los reyes, por mucho que creamos que es así. Somos capaces de enfrentarnos a Miraz —dije, mirándolo directo a sus ojos oscuros, en donde se reflejaban las cenizas enrojecidas de la fogata —. Al menos yo. Tú... a veces eres gracioso.

Caspian rio y me golpeó amistosamente en el brazo. Me dejé llevar por su risa y también reí. Pocas eran las veces en las que podíamos relacionarnos de esa manera, como hermanos cercanos. Él pasaba mucho tiempo en sus clases o refugiándose con el profesor, mientras yo me mantenía entre las sombras tratando de aprender de manera clandestina todo lo que fuera necesario para hacerme un lugar en aquel castillo. O para liberar a una nación oprimida, como lo era Narnia.

—Creo que tambien puedo ser capaz de enfrentarme a Miraz.

—Esa es la actitud —hablé —. Ahora cierra la boca y deja de hacer preguntas. Necesito dormir si quiero liderar todas estas tropas.

—¿Liderar? —se burló —. Soy yo quien hará ese trabajo.

—Eres gracioso, cerebro de paja. Pero no tienes siquiera el control de tu propia vida.

Me voltée para comodarme de la mejor manera para conciliar el sueño. Al menos hasta que sentí como las manos de Caspian se enredaban entre mi cabello para fastidiarme. 

—¡Oye! —exclamé en un susurro, no quería despertar al resto de criaturas que descansaban junto a nosotros al costado de la fogata. 

—Sé que me quieres, Clarisse —me dijo, sonriendo —. Aunque sea muy, muy en el fondo.

—Eres divertido cuando dices cosas sin sentido —dije, provocándole una risa. 

Sabía que le quería, obviamente le quería mucho. Era mi hermano mayor. Pero no me gustaba que lo supiera. Prefería demostrarle mi cariño golpeándolo en el pecho o amenazándolo con cortarle el cuello mientras dormía. Tal vez eso hacía mi cariño hacia él un poco más real e intenso, o solo me convertía en una hermana irritante.

POR NARNIA [Peter Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora