Capítulo 8: Caspian y su amor a primera vista me provocan nauseas.

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Cuando volví a ser consiente de lo que me rodeaba, o parte de ello, el olor a polvo y tierra remplazó el olor a carne chamuscada que recordaba. Quise abrir los ojos, pero me encontraba demasiado cansada para hacerlo. Poco a poco mis oídos se destaparon y pude oír lo que pasaba a mi alrededor.

—Me quedaré —dijo una voz. Era confuso, pero creí que se trataba de mi hermano.

—No, yo lo haré —la voz de Peter. Por alguna razón estaba segura de que se trataba de él.

—Ya hiciste suficiente —podría haber parecido una frase demasiado agradable para dirigirle a Peter de no haber sido por el tono sarcástico e inyectado de ira. Como si le guardara rencor.

—No puedes quedarte. No tienes conocimientos de medicina. En el caso de que despierte y algo le pase...

—No le pasará nada —dijo una voz más femenina. ¿Era Lucy? ¿O Susan? No estaba lo suficientemente despierta como para saberlo.

—Pero podría.

—No, ya le di de mi cura —era Lucy. Si mis recuerdos no me traicionaban, la reina Lucy poseía un frasquito de un liquido capaz de curar a cualquier ser viviente con una sola gota —. Estará bien. Deja que Caspian se...

Logré abrir un poco los ojos. Estaba sobre la pequeña cama de madera rustica abandonada en el fuerte. Estábamos en le fuerte. Habíamos estado en el castillo. Me costó reordenar todos los acontecimientos pasados, pero finalmente pude recordar todo. La flecha de Miraz. Mi garganta sangrando. Las llamas devorando mi vestido. La piel quemada. Peter ayudándome. Encapando del castillo. Y cayendo desmayada sobre el cabello de Peter. 

—Peter...

La habitación completa quedó en silencio. Me intenté remover entre las sabanas pero, a pesar de que el dolor de mi pierna había desaparecido, me sentía incapaz de moverme mucho. Las manos de Caspian me rodearon inmediatamente, lo sentí acariciarme la mejilla y luego tomarme la mano. Abrí los ojos por completo, observando más a detalle la habitación. Lucy estaba parada frente a la puerta mientras Peter se mantenía delante de la cama, justo frente a mí. A mi lado, Caspian me miraba aliviado de que estuviera bien. Sus ojos demostraban cansancio y sus manos un cariño inmenso.

—Caspian —logré decir. Mi lengua estaba a punto de abandonarme, así que no pude pronunciar ninguna palabra más.

—¡Me alegro tanto de que estés bien! —sus brazos me rodearon en un cálido abrazo que no soltó en mucho tiempo. Miré a Peter sobre el hombro de Caspian. Tenía el cabello rubio revuelto, los ojos azules rodeados de ojeras leves y las mejillas sonrosadas. Murmuré un gracias y se fue de la habitación, pasando por al lado de la reina Lucy. Abandonándome allí junto a su hermana y Caspian.

—Todos estábamos muy preocupados —dijo Lucy, sonriente como siempre —. Peter dijo que seguro no despertabas por que la fatiga y el dolor había terminado por acabarte. Caspian te trajo hasta aquí luego de que sanáramos tu pierna.

Dirigí mi mirada instantáneamente hasta mi pierna. Allí estaba, tan sana como antes de emprender nuestro viaje volador al castillo. Dejé escapar un suspiro de sorpresa y alivio. No había rastro de la carne expuesta de la noche anterior ni de el olor que había desprendido. Pasé mis dedos por mi piel bronceada.

—Ya estás bien —Caspian me sonrió.

—Tenemos dos días para prepararnos —dije. Mi garganta tampoco ardía y mi lengua parecía haberse recuperado —. Yo... asesiné a su esposa. Tendrá que cumplir con las ceremonias de luto por la reina y solo así podrá venir a buscarnos. Sabe que no podemos ir a ningún lado.

POR NARNIA [Peter Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora