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Adela

— Estoy pensando en luces por todas partes, podría ser un enorme globo de discoteca—. Decía Aila mientras Vale, Dominic y yo nos dedicamos a escucharla— Podríamos añadir un buzón, eso nunca pasa de moda—, puso una mano en su mentón— tal vez también podríamos poner una alfombra rosa con corazones.

— Demasiado romance—, soltó Dominic con burla, Vale y yo reímos—¿Por qué te esfuerzas tanto en impresionar a Issac si al final no le dirás nada?

— Cállate —, le mandó ella mientras miraba a los alrededores— si alguien te escucha y él se entera, yo no sé qué haré con mi vida.

Nos encontrábamos sentados en unos bancos a las afueras de la escuela. Ya habíamos acabado las clases, por los que nos habíamos tomado un tiempo para pasarla juntos.

—¿Qué hay de ti y Haru?— pregunté de repente y Dominic se sonrojó.

— Todo salió bien aquella noche—. Dijo— Pensé que podría pasar a peor.

— Tonterías—. Dije— Estoy muy feliz por ustedes. Aunque apenas los conocía, desde el inicio me dieron aires de tener algo más.

—¿Eso crees?

— Era más que obvio—. Respondió Valeska— Haru no despegaba la vista de ti, a menos que lo descubrieras.

— ¿Por qué no me lo habían dicho?— preguntó — Ustedes sabían que él me gustaba.

— Quería ver cuánto tiempo tardabas en darte cuenta—. Respondió la rubia— Pero al final nunca lo hiciste. Que decepción.

—¡Hola chicos!— saludó Hand caminando hacia nosotros. Todas las chicas a nuestro alrededor lo observaron y algunas fruncieron el ceño al ver la dirección en la que se movía.

—Hola—. Le respondimos todos cuando estuvo frente a nuestra mesa.

—¿Me prestan a Adela?— preguntó y Valeska me miró con una ceja enmarcada, mientras sus labios se curaban en una sonrisa pícara.

— Toda tuya—. Respondió y el chico le agradeció.

Yo fruncí el ceño ante mi amiga y luego me levanté para seguir a Hand camino al salón de música. Luego de entrar, caminamos por el pasillo hasta el área en que se de encontraba en piano. Su estructura blanca iluminada por el sol que entraba por el enorme ventanal en forma de arco daba un toque angelical a sus teclas blancas y negras. El banco que reposaba al frente se encontraba tan pulido que se reflejaban las enredaderas que adornaban los bordes de la ventana y caían hacia abajo, desapareciendo en el marco de la misma.

— No se si has notado el revuelo entre los estudiantes estos últimos días—. Mencionó y yo me lo pensé unos minutos.

—¿Te refieres por la actividad de San Valentín?— pregunté y él asintió.

— No solo es por la actividad—. respondió— También se crearán diferentes competencias entre arte, teatro y música.

—¿Una competencia?— pregunté— Aila no me había contado nada de eso.

— ¿No?— preguntó y yo negué— Que raro. Es como una tradición—. Yo abrí los ojos con un poco de comprensión.

—¿Y eso que tiene que ver conmigo?— pregunté.

— Pensé que querrías participar—. Mi corazón se aceleró por la respuesta.

No es que no quisiera participar. De peiqeña amaba hacerlo. De hecho, mamá, papá y yo solíamos ir a pequeñas competencias cuando yo era pequeña. Papá tocaba el violín, yo el piano y mamá cantaba, pero ese, precisamente era el caso. Era algo que solía hacer con mis padres y el hacerlo sola, me daba náuseas solo de pensarlo.

El Chico Del Piano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora