Only One | Larry Stylinson

Capítulo 8

ONLY ONE

El hombre suspiró parpadeando ante la vista de la enorme ciudad que podía observar a través del ventanal de cristal desde lo alto del edificio en el que se encontraba.

Pensaba en muchísimas cosas y todo terminaba resumiéndose a una sola persona.

Le lastimaba verlo tan derrotado. Sabía que él mismo lo había hecho caer en aquel pozo. Le lastimaba verlo llorar, pero era él quién le daba los motivos. Le lastimaba ver sus hermosos ojos azules, brillando y no por felicidad, sino por las lágrimas que le hacía derramar cada que tenía una oportunidad.

Conocía a Louis lo suficiente, y se conocía a sí mismo también. Aquello era injusto, era una basura, algo de lo que no podía simplemente elegir apartarse. Porque él era quién la había cagado. Él había dejado su corazón abierto para el asilo de alguien más aún cuando el espacio estaba cubierto por completo. Cubierto por aquellas manos suaves, aquellas curvas definidas, aquellas caricias amorosas, aquellos ojos azules.

Podía estar compartiendo ¿Una parte de su corazón? ¿En realidad era así? Es decir, podía estar al lado de alguien más, pero la absoluta verdad era que...

Louis era dueño de su vida. Podía ir a cientos de lugares, estar con cientos de personas y al final volvía a donde mismo. A los mismos brazos, a los mismos labios... Con el mismo joven.

Había estado últimamente tratando de evitar el engaño con todas sus fuerzas. Porque sabía que no era justo para Louis estar hundido en aquella mierda junto a él, había querido darse a sí mismo una oportunidad para pensar que dejarle libre de cualquier sufrimiento, apartarlo, dejarlo... Era una buena opción. Que soltar finalmente a Louis era una buena idea.

Y maldición.

Se había reído de él mismo frente a un espejo mientras las lágrimas salían amargamente de sus ojos porque no podía. Necesitaba a Louis tanto como al oxígeno mismo. Y había estado siendo una basura y una mierda y quizás la peor escoria con él... Pero no podía tenerlo lejos. No podía dejarlo ir.

Y eso era egoísta como los mil demonios. Pero era la realidad, lo que no podía cambiar ni aunque su vida dependiera de ello. Le bastaba con sólo recordar el inicio de ambos para aferrarse con más fuerza a permanecer al lado de Louis. Aún si lo lastimaba y se lastimaba a sí mismo en el proceso.

Recordaba cuando había obtenido un lugar en la empresa de la que ahora era dueño. La manera en la que se estresaba frente a la computadora arreglando tratos y miles de números. Recordaba la manera en la que Louis se sentaba a su lado ofreciéndole una taza de té para después recostarse en su hombro y hacerle compañía hasta la madrugada, cuando había tenido suficiente del trabajo y los ojos se le cerraban. Recordaba la forma en la que Louis le sonreía tan cansado como él y se levantaba para abrazarlo y finalmente caminar a la habitación, donde juntos se hundían en la tranquilidad de lo que intentaban construir juntos.

Recordaba el momento cuando compraron su primera casa. Que era pequeña pero cálida. La emoción en el rostro de ambos podía verla cada vez que cerraba los ojos. Elegir los muebles y el color de las paredes fue lo mejor, porque a cada cosa que él sugería, Louis decía que sí con una hermosa sonrisa. Cuando hablaron sobre adoptar una mascota pero decidieron que era una responsabilidad grande para ambos. Porque eran jóvenes, inmaduros quizás. Pero enamorados y felices.

El día de la boda. Qué fue lo mejor que alguna vez iba a tener en su memoria. Louis no había soltado su brazo en toda la noche después de que los nombraran esposos. La forma en la que le sonreía a todas las personas, en la que preguntaba cómo la estaban pasando. La forma dulce en la que le regalaba sonrisas y picos en los labios. En la que suspiraba y le repetía una y otra vez que lo amaba...