Capítulo 9- Destrucción

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Detalles, pequeños pero jugosos detalles. La verdad está en ellos y ellos en todos lados. Es solo que no es fácil notarlos y mucho menos interpretarlos.

Todo sigue su curso en los pasillos de la escuela de magia y hechicería. Los pasillos siguen siendo de piedra, los fantasmas siguen lamentándose en su pena eterna (menos Peeves), los alumnos siguen tomando clases, las casas siguen peleando entre sí en un intento de establecerse a la cabeza. Ravenclaw sigue devorando todo conocimiento, Hufflepuff sigue exentando en Herbología, Gryffindor sigue tomando aventuras riesgosas y Slytherin sigue haciendo planes para llenar su ambición.

Gryffindor y Slytherin siguen peleando entre sí.

Todo sigue igual. Excepto que todo cambió.

Sutil al comienzo, obvio al paso del tiempo.

—¡No fuimos nosotros! ¡Fue Snivellus!

—¡Escuche suficiente, Potter! ¡50 puntos menos para Gryffindor y en este momento vamos con McGonagall!

Severus no contuvo su sonrisa mientras veía a Black, Potter, Lupin y Pettegrew ser escoltados por los prefectos de Ravenclaw hacia la oficina de McGonagall.

Evan guarda su varita y Edmund finge que nunca la saco, dándole una mirada conocedora al Prefecto de Ravenclaw, una amenaza, un despliegue de poder que funciona, sin importar el día o la hora. Más grande que el de Potter y Black, más arraigado y real, uno que lo pone a la cabeza de todos. Y si no es Edmund, es Evan, con su control sobre los prefectos de Hufflepuff, entre ambos puntos bajo su manga, los merodeadores no han sido capaces de hacer un ataque eficaz en su contra. Las bromas de las últimas semanas han fracasado y la desesperación de los leones es obvia.

Mantuvo la mirada iracunda de Black, sonrió en su dirección, cuando, como una serpiente atravesada por una rama, el conocido brazo de Klaus se deslizó hasta quedar sobre sus hombros y atraerlo a él. No hizo intento de detenerlo y simplemente se recargó en ese calor, sintiendo la cabeza de Klaus contra la suya. Dos colmilludas sonrisas que se divierten ante la obvia derrota del otro.

Todo ha cambiado, al menos para él.

Porque de un día al otro, tiene lo que quiere, lo que ha trabajado tan duro por conseguir y más. Porque nunca pensó que tendría lo que tiene ahora. Realmente esos detalles gritaban en sus oídos.

—Se van a vengar— comentó una vez desaparecieron entre los pasillos, haciendo un recuento de cuantas veces han fallado en esa última semana.

—Que lo intente. Aún hay maldiciones que quiero probar— es la respuesta de Klaus. Jugando con su varita entre sus dedos. A lo que Evan asiente, compartió ese sentimiento de espera con Klaus, ambos querían tener una excusa para poner en uso sus últimas lecciones.

Vuelve a reír ante las conductas violentas de sus amigos. Pero entonces la mano libre de Klaus toma su mandíbula con delicadeza y lo guía a encararlo. La intención de lo que quiere hacer resplandece en sus ojos. El ardor sube a sus mejillas ante esa mirada, nada acostumbrado a ser deseado así, pero también una vergüenza y ansiedad desconocida.

Hay cosas que no cambian, solo se vuelven más evidentes.

Como un árbol durante la primavera, en otoño se vuelve seco, delgado y sin nada más que ramas, pero cuando llega la primavera, ese mismo árbol se vuelve verde, vibrante y rebosante de vida. Siempre fue el mismo árbol y estuvo en el mismo lugar, el único cambio es que tan visible y llamativo es.

Bueno, pues le cayó como golpe de agua fría darse cuenta cuán ciego fue durante tanto tiempo.

Porque después de ese día, después de probar esos labios y sentir ese amor arder por ser alimentado, ya no puede evitar sentir su vergüenza bullir con la misma intensidad con cada gesto que tiene Klaus con él. Sin la venda de negación, puede ver la dulzura y dedicación en cada cosa que hace, como es capaz de mandar a Evan a callar pero a él lo escucha por horas sin parar, sin interrumpir o intentar irse. Palmea la espalda y hombros de Evan y Edmund pero a ninguno lo abraza como a él o exige su atención. Le molesta ser ignorado por los demás, pero odia con cada fibra de su alma que él no le preste atención, incluso si es solo por un par de minutos porque se distrajo con un libro. Todo le baja de golpe, todas las memorias y todas las acciones, ¿cuánto tiempo estuvo tan ciego?

En la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora