Capítulo 10-Aflicción

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El sonido de la lluvia golpeando el cristal de los ventanales funciona como un pequeño murmullo, los pasillos están iluminados por antorchas de fuego falso, meros adornos para dar un ambiente más cálido, misterioso e intimidante. Las escucha crepitar a sus espaldas mientras ve por la ventana. Hacia el bosque que los rodea, hacia la nada. Desea y extraña, actúa como si pudiera ver a la persona de su deseo desde donde está, pese a ser una vil mentira. Los jardines de la mansión se benefician de la lluvia constante, las coloridas flores se abren para beber la mayor cantidad, mientras que el bosque con el que se conecta se torna más oscuro y misterioso, con una neblina tan densa que es imposible ver más allá de un metro entre los troncos.

Lo ha planeado por mucho tiempo, demasiado y mucho más del que es saludable, al inicio como una mera fantasía para calmar sus deseos, pero en el reciente giro de eventos, esa bonita imaginación se volvió un plan concretado. No tenía dudas de que no fallaría, la parte más difícil ya estaba hecha después de todo.

Leal a su plan, al reloj y la rutina, el rítmico sonido de pasos se une a esa gotica sinfonía de susurros. Sonríe de adelantado para esconder sus nervios, los pasos se detienen a sus espaldas.

—No ha dejado de llover en días, no podrás volar esta semana.

La voz de su madre se alza.

Siempre tan seria, firme y compuesta, podría estar el mundo cayéndose a pedazos y ella hablaría con la misma propiedad que si estuviera comprando túnicas. Chistes, siempre es firme, pero nunca es cruel, siempre es compuesta, pero nunca indiferente. O al menos Klaus nunca lo ha sentido así. Una mano gentil cae sobre su hombro y el voltea.

Un rostro tan serio como su voz, pero las comisuras de sus labios se alzan y su mirada se suaviza mientras observa a su hijo. Klaus sonrió de regreso.

Siempre ha sido así, una firmeza y solidez que actúa como una piedra contra el mundo pero como un soporte para su hijo.

Ambos pares de ojos dorados se encuentran entre sí, tanto él como su madre comparten ese peculiar color tan brillante, y es porque son los mismos, que es fácil notar un cambio, por minúsculo que sea.

—Tus ojos brillan, algo quieres.

—Iya, necesito hablar contigo.

Su madre alza las cejas apenas un milímetro, asiente y su vista regresó al frente.

—Tu padre está ocupado con las importaciones de pinturas recientes. —Informa y sigue caminando, una muda orden a que lo siga, Klaus obedece y camina detrás de su madre.

Mira su espalda, la hermosa túnica de un profundo y vibrante rojo, con líneas y patrones naranjas realza la belleza de su madre, ve como el oro entre sus trenzas resplandece ante la luz del fuego falso y como toda ella se mueve con el porte de una reina. ¿Cómo no lo haría? Prácticamente es una reina, una emperatriz, nada se pasa en esa mansión sin que ella lo sepa.

Folami Mulciber es la dueña del corazón de Titilayo Mulciber, y con eso, es emperatriz de todo lo que toque el sol.

Y por eso, ella debe ser la primera en saber. Si es que no lo sospecha ya.

Naackú es el personal de Klaus, desde que tiene memoria, pero no está por encima de decirle un par de cosas a sus padres, pequeñas cosas que considera importante que los amos sepan sobre su travieso vástago.

Las puertas del estudio de su madre se abren para dejarlos pasar, se relaja ante la conocida imagen de la oficina de su madre.

Estrambótico por decir lo menos, por un lado, elegantes sillones de piel, grandes y cómodos, una alfombra peluda a reventar de cojines con distintos patrones y una fogata al frente, atrás varios libreros llenos. Por el otro, diferentes plantas cuelgan del techo, con tallos y colores brillantes, muchas se mueven en sus macetas. Los tanques con extraños peces brillan y cambian de color.

En la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora