Capítulo 3- Dientes

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A finales de año, faltaban solo dos meses para terminar ese año escolar. Severus no quería regresar a su casa, a ese infierno sobre la tierra, pero no tiene opción, por lo que prefiere aprovechar todo momento de paz que pueda, como ahora.

Echado sobre la hierba, disfrutando de la fresca sombra del sol y el pasto debajo de él, tan cómodo. A su lado, Lily también descansa, todas las clases y labores extras que toma para mantener un alto promedio la dejan exhausta, por lo que no rechaza la oportunidad de un descanso bien merecido en compañía de su mejor amigo.

La comodidad es tal que podría quedarse dormido. Se estira como un gato y bosteza.

Se sobresalta cuando escucha a su amiga jadear sorprendida. A su lado Lily se sienta, sus ojos verdes en él mientras lo mira confundida, sin entender que pasa, la imita al sentarse.

—¿Lily? ¿Qué pasa?

—¡Sev! ¡Tus dientes! ¿¡Qué les pasó?!

Inconscientemente, la punta de su lengua se pasó por sus dientes, con especial cuidado con los caninos que ahora presumen una terminación y forma de colmillo.

Oh, eso.







—¡Con esos dientes incluso un castor se ve mejor!

—¡Mis ojos!

—¡Tan feo que incluso sus dientes son feos!

Y si esos dos tarados lo dejaron en paz el tema fue porque Mcgonagall llegó a poner orden al pasillo. Otro día en Hogwarts, otro día que soportar. Ese día en especifico habían decidido joder con su apariencia, y claro, notarón el angulo de sus dientes, ¿Que mejor material para molestar?

Aprovechó la llegada de Mcgonagall para escurrirse entre las personas y llegar al otro lado del pasillo, donde ya estaban Mulciber, Wilkes y Avery, sin pensarlo se unió a ellos. Avery se movió para darle espacio.

—¿Qué fue todo eso? —pregunta Mulciber, después de dar una mirada fugaz a los estudiantes y McGonagall.

—Nada, lo de siempre.

—¿Y ahora con que? —resopla Avery, ya muy harto de las constantes burlas.

—No importa, solo...—e intenta tomar camino hacia su siguiente clase, la verdad no quiere poner el foco de atención sobre él y sobre un defecto que de hecho tiene, que de hecho odia ver en el espejo y es la razón por la no sonríe.

—¿Qué problema tienen tus dientes? —interrumpe Wilkes.

Maldito sea ese rubio y su puto oído de sabueso, aunque uno podría facilmente escuchar los gritos de Black desde el bosque prohibido. Su mano fue a su boca en un gesto inconsciente.

Mulciber lo mira intrigado, ahora esos ojos dorados tienen en tono curioso que será su peor dolor de cabeza por las siguientes dos horas. Una que no quiere responder.

Desde que logró la primera modificación y Mulciber decidió que eran aun más amigos, había una parte de él que se aferró al moreno, igual que con Lucius y Narcissa, sentía una insana necesidad de probarse a sí mismo, de demostrar sus habilidades con perfección y ocultar cualquier defecto, todo para tenerlos contentos. La gran diferencia es que Lucius y Narcissa tenían en él un punto de vista más pequeño, como el de un chico que guiar.

Todavía no lograba saber como lo veía Mulciber. Por lo que mostrarle uno de sus miles de feos rasgos no estaba en su lista de por hacer. Y menos demostrar cuanta vulnerabilidad reside ahí.

En la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora