Passato e presente.

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El frío de la noche calaba sobre su cuerpo pero eso no la detuvo, debía continuar clavando las maderas que pudo rescatar, solamente le faltaban unos cuantos martillazos más y aquello no se lograría destrabar tan fácilmente; tenía las manos algo lastimadas pero logró terminar de construir un entablado rústico lo suficientemente resistente para llevar a alguien y ser jalado por el único caballo que tenían.

Esperaba eso fuese suficiente, al menos hasta encontrar ayuda o poder robar un carruaje si es que lo hallaba; tembló su cuerpo con la siguiente ráfaga de viento erizando cada centímetro de su piel, su ropa aún seguía húmeda por lo cuál no la ayudaba a mantener una buena temperatura corporal.

—Uhmm..—

Resopló cansada, su vista la dirigió a donde yacía el caballo, parecía algo exhausto pero saludable, lo dejaría descansar porque amaneciendo deberían partir de inmediato.

Sin pensarlo mucho se tumbó detrás de ese algo o alguien que se mantenía caliente frente a la fogata, ella miró unos instantes a ese hombre envuelto en una cobija, estaba bastante herido, tanto que su rostro era indistinguible entre sus vendajes pero parecía tan pacífico durmiendo; por otro lado ella estaba sumamente preocupada, ansiosa, tenía tanto estrés que ese dolor de cabeza no cesaba y aquellos sentimientos a flor de piel la estaban consumiendo lentamente, solo que ahora esa necesidad de abandonar todo y huir con aquel hombre dormido estaba controlada.

Se acercó lentamente sin hacer ruido, su cuerpo necesitaba calentarse, podía ver el vapor salir de sus labios al soplar sus manos en un intento de proporcionarse calor a sí misma; aquel hombre se removió y de momento un brazo la atrajo a él en volviéndola con la manta, sus mejillas se ruborizaron extendiéndose esa sensación cálida hasta sus orejas dejándose rodear por aquel tipo.

—Te lastimarás más si continúas.—

—Eso no me importa, me importas tu, estás muy fría...—

—Estaré bien.—

—Shhh... no discutas cuatro ojos.—

Aún sumamente lastimado se había girado al sentirla cerca de donde estaba acostado, parecía preocupado por ella; le desabotonó botón por botón la camisa, ella podía sentir el aliento cerca de su rostro aún con los vendajes, el pelinegro hizo un poco de esfuerzo quitándole la tela que cubría desde sus brazos hasta su cadera.

—¿No crees que será un problema si nos caen de sorpresa así?—

Preguntó ella al sentir sus manos desabrochando su pantalón, su rostro lo sentía arder ante el tacto de sus manos sobre su vientre.

—Ya estamos en un problema...—

Ella rio, él tenía razón ¿Qué más daba?, podía enfrentarse a ellos sola con ropa o sin ella, detuvo las manos del pelinegro y se terminó por quitar sus pantalones sacándolos de la manta; se mordió el labio a sí misma ayudándolo a deshacerse de los pantalones de él mientras los desabrochaba.

—No seré la única...—

Él asintió dejando su cuerpo ser tocado por un par de manos hábiles en la oscuridad apenas iluminados por la luz del fuego a su lado, Hange se subió brevemente sobre él sin tocarlo, conocía bien su condición así que se apoyó con las piernas a cada lado de su torso para poder dejar la ropa cerca de fuego y esta se secara.

—¿Acaso planeas que lo hagamos aquí?—

Pregunto él sosteniendo sus manos en la cintura de la castaña.

Cruzaron las miradas, ella se perdió en esos ojos azul platinado, radiantes como el hielo que es tocado por el sol y que la miraban con amor, lo sabía, siempre estuvo ahí sin necesidad de palabras; lo había extrañado y había deseado tanto verlo, aunque no esperaba que para ello él estuviese punto de morir, pero ella ya estaba ahí y lo protegería con todo lo que tuviese a su alcance.

CacciatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora