Lo que sé de ti.

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Hange entró a su departamento ya casi oscureciendo, recargó su espalda contra la puerta con una amplia sonrisa, no se había divertido así en el tiempo que llevaba viviendo en la ciudad, era su primera cita la cuál no estaba relacionada con su trabajo, aunque tampoco era una cita en términos románticos, sino algo amigable que para ella resultó muy bien.

—Vaya manera en la que haces amigos Hange...—

Se rió consigo misma al recordar como lo atacó en la biblioteca, si que lo tomó desprevenido porque le había sido muy fácil encararlo.

Se quitó las zapatillas y caminó hasta dejarse caer sobre el sofá apoyando la cabeza sobre sus brazos.

Algo dentro de ella le decía que no era una mala persona a pesar de poseer un mal carácter como la primera vez que lo conoció, pero en su segundo encuentro se disculpó con ella por su horrible forma de actuar, en parte podía entender su reacción, si ella tuviera una hermana que sobreviviera a un atentado y un asalto el mismo día también estaría por perder la cabeza.

—Levi... ¿Levi qué? ¿Magnus? No...—

Estaba segura que Isabel le dijo su nombre completo pero no lo recordaba después de tantos días.

«Si que eres un hombre misterioso...»

Aquel porte, su elegancia y la manera distante de relacionarse le sembraron la curiosidad, sin olvidar su gran atractivo, por supuesto.

«No se parecía a aquel hombre casi vuelto loco de la preocupación, ¿Será siempre así de protector?»

Se emocionó ante la idea que le llegó a la mente, podrían separar a la Doctora del laboratorio, pero no a Hange de su entusiasmo por investigar.

—Quiero saber realmente quién eres Levi.—

Para Hange era más una manera de entretenerse conociendo a su nuevo amigo.

«Detrás de esa cara de mala muerte no se puede esconder un ser tan malo ¿Verdad?»

Empezó a hacer memoria de lo que observó en él ese día poniéndose cómoda en su sofá.

—Desconozco tu edad, pero sé que te gusta mucho el té negro, vistes de traje con regularidad y en colores oscuros, el sabor dulce no parece desagradarte y tienes un interés en la literatura rumana...
Isabel es tu hermana menor, tienes otro hermano que no recuerdo su nombre pero ella dijo que tú eres el mayor.—

Al parecer esa era la única información que tenía con más seguridad.

Revisó su teléfono, era regular que cenara a esa hora, pero se evitaría cocinar esa noche, llegó lo suficientemente satisfecha de pastelillos y otros postres que se le antojaron, lo cuál no le preocupó, puesto que se ofreció a pagar lo que ambos consumieran pero al final el azabache fue más hábil y pagó por todo.

«"Descuida Hange, no es de un caballero dejar que una dama pague la cuenta."»

Recordó sus palabras volviendo el rubor carmesí a sus mejillas; No era la primera vez que tenía una cita y que un chico pagaba la cuenta, sino que algo se sentía familiar específicamente con ese hombre.

A su mente volvió ese azul grisáceo de sus ojos, muy inusual, eran tan parecidos a los de aquel hombre que vio en sus sueños, se esforzó por recordado más que solo sus pupilas, para ella no era algo común tener un sueño tan real y luego darse cuenta que algún detalle lo posee una persona que apenas conocía de vista, quizá los notó en algún momento aquel día pero no les prestó la suficiente atención, eso la tenía un tanto confusa.

Había olvidado el sentirse muy amada y protegida, pero tampoco estaba presente ese vacío que la removió melancólicamente en la mañana.

Cerró los ojos relajando su mente y su cuerpo, estaba segura que había algo más.

«"¿Acaso planeas que lo hagamos aquí?"»

Una sensación electrizante recorrió por su espina dorsal y de la impresión se dió la vuelta cayendo completamente en el suelo.

—¡¡Ahhh!!—

Emitió un grito; esa voz, su mirada eran la misma, podía jurarlo aunque no haya visto su rostro cubierto de vendajes; su orejas y mejillas estaban que ardían ante semejante escena en su mente.

«¿Cómo puedo imaginar algo así? ¿O siquiera soñarlo?
Yo y Levi en esa posición en algo como acampar en el bosque es... es demasiado...»

Ya no estaba segura si recordó esa parte de su sueño o lo imaginó o ya en muy última opción era un recuerdo, pero eso es imposible...

¿Verdad?

Trató de tranquilizarse desechando esas imágenes de aquel hombre semidesnudo debajo de ella que la sostenían firmemente de la cintura.

—No debo imaginar eso con alguien que apenas conozco, no es apropiado y... parezco una degenerada.—

Se retiró los lentes masajeando los costados de su cabeza con sus dedos.

«Apenas lo empiezo a conocer y fue amable conmigo, solo eso...
mmm...
¿Debería preguntarle si ya está en su casa? No creo que sea extraño, es decir, me acompañó cerca de mi edificio, tampoco soy tonta para que enseguida tenga la dirección exacta de donde vivo, eso es interesarse mutuamente en la amistad ¿no?...»

A sus amigas Rico y Nanaba les preguntaba lo mismo con más frecuencia después del atentado, al principio a ellas les pareció extraño, pero con los días se empezaron a adaptar a sus costumbres extranjeras y se sentían apreciadas por Hange.

—Demonios, no le pedí su número, hice un amigo y probablemente no lo vuelva a ver.—

Se palmeó el rostro, quizá no era tan prevenida como imaginaba, no podía creer como no se lo pidió, en cambio él si tenía el número de ella desde su primer encuentro.

Algo le intrigó, ¿Por qué si tenía su contacto no le marcó el mismo para disculparse con anterioridad? Esa duda también la iba investigar, estaba completamente decidida a saber más de ese hombre rodeado de misterio.

Sin pensar mucho en lo tarde que era tomó de nuevo su teléfono buscando aquel número de la secretaria de Levi, ella le había pedido sus datos para depositarle, solo le pediría amablemente el contacto de su amigo, una vez que lo encontró presionó el botón de llamada.

...

...

El número era inexistente.

Esa noche se quedó con más preguntas que respuestas.

CacciatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora