Memorias.

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Una joven castaña ingresó a un complejo universitario dedicado a la investigación, ella se encontraba laborando en el área de medicina; sus zapatillas se escuchaban a través de los largos pasillos, caminó saludando amablemente a cualquier persona que hallaba en el transcurso, cosa poco común en la cultura de los residentes nativos, pero a ella no le importaba sería amable de todas formas.

En el asensor se descubrió la cabeza ya que dentro del edificio el viento frío no pegaba como afuera.

—No se si pueda acostumbrarme a este clima y apenas es otoño...—

Se dijo a si misma frotando sus manos una con la otra.

Entró a su laboratorio deshaciéndose de la ropa extra: su abrigo lo colocó en su oficina; Llevaba al rededor de unos seis meses que comenzó a trabajar en ese lugar por lo cuál trataba de ser lo más responsable posible, no podía permitirse perder esa oportunidad en la vida.

Con su bata puesta, su cabello recogido y sus respectivos guantes continuó con su trabajo pendiente; los cultivos celulares no se examinarían solos.

—Buen día Hange, amaneció bastante fresco ¿No te parece?—

Levantó la mirada hacia la rubia que se colocaba justo enfrente tomando vasos de precipitado y pipetas del estante.

—Buen día Rico, demasiado diría yo, ¡pero eso no me impide estar emocionada de revelar lo que esconden estas pequeñas pero feroces bacterias!—

Respondió animadamente; A Rico aún le parecía algo extraña la castaña por su entusiasmo sin igual, pese a eso no fue un problema para que se volvieran buenas amigas al poco tiempo.

—Bien, pero controla esa energía o harás que todo se contamine.—

—Hahah, descuida no volverá a suceder.—

La rubia negó con la cabeza, desde la llegada de la castaña sus días habían dejado de ser tan rutinarios, a su alrededor cualquier cosa podía suceder.

—Veamos quién de ustedes es resistente a las cefalosporinas mis pequeñas colonias.—

Hange hablaba con las pequeñas placas de Petri destapando una por una y anotando los resultados de su evaluación.

Pasado el rato se le vinieron recuerdos de lo que soñó esa noche, se cuestionaba el ¿por qué se sentía tan rota por dentro al perderle? Solo era una pesadilla cualquiera y ese hombre no existía más allá de su mente.

De sus manos resbaló un tubo de ensayo derramándose el contenido sobre un quemador de alcohol, provocando que la reacción química se tornara en una pequeña explosión, lo suficiente menor para no encender la alarma pero si para quemar la piel de quien estuviese cerca.

—¡Hange!—

Gritó alarmada su compañera.

Ella fue retirada con rapidez del fuego siendo resguardada en los brazos de un hombre.

—Dra. Zoe ¿Se encuentra bien?—

—S-si, te lo agradezco Moblit.—

Ella se alejó apenada retirando las manos del pecho del contrario; él un tanto nervioso desvío la mirada.
Se propuso a sí misma no pensar en aquel sueño de nuevo mientras trabajara o le traería problemas.

—Me distraje un momento, lo lamento; ¿Estas bien tu, Moblit?.—

Se acomodó las gafas dando un paso atrás evitando que la situación se sintiera tensa.

—Si, creo que si, lo que sea que fue eso no llegó a salpicar sobre nosotros, parece ser que todo lo consumió el fuego.—

Contestó mientras revisaba el área del siniestro.

—Me alegro.—

El asintió en respuesta.

Hange recordó el día que lo conoció, también la había salvado de un incidente: Cuando el iba a presentarse con Hange para que conociera su nuevo subordinado ella se encontraba parada sobre un banquillo intentado bajar una caja del estante superior aunque no contaba que era bastante grande para no permitirle ver por donde bajar, perdió el equilibrio y antes de caer al suelo fue sostenida por ese joven.

—Dra. Brzenska, disculpe por no saludarla.—

Saludó el joven quién tenía algunos meses de ser asignado a la Doctora Zoe para llevar a cabo su maestría; él admiraba a su mentora mucho antes de conocerla, estaba entusiasmado por su labor desde que leía los artículos publicados por ella.

Rico le devolvió el saludo y regresó a lo suyo, a veces era demasiado seria cuando se trataba de trabajo.

—Tardaste en llegar.—

—Lamento la tardanza doctora Zoe, estaba viendo en mi teléfono una nota informativa, ¿Sabía que en la madrugada mataron a la familia Weilman? O algo así dice la prensa.—

—No...—

—Solamente hay información preliminar, pero dicen que fue un ajuste de cuentas entre mafiosos.—

Ella no conocía mucho de aquel país y menos tratándose de la mafia, de por sí tenía problemas ante ciertos choques culturales como para tener que hablar sobre temas que la gente evita por su bien.

—En fin, el congreso terminó y regresé en una pieza de mi participación.—

Ella río, sabía bien que en esas reuniones los colegas puedes ser bastante rudos con los exponentes.

—¿Cómo te fue? ¡Debes contarme todo lo que aprendiste en esos días!—

Pidió sosteniéndole las manos al joven, conocer más de la ciencia la emocionaba.

—Espera, aquí no o no terminaré mi trabajo, pero necesito que platiquemos sobre tus teorías y las mías de lo que viste, también debo revisar el avance de lo que te encargué y el de tu maestría...—

El estuvo a punto de responder pero fue interrumpido por ella, se quedó pensativa en como hacer todo eso sin sentirse tan agobiada.

—¿Le parece bien si vamos por un café y nos ponemos al día?—

Preguntó un tanto nervioso, ya que aunque lo ocultara estaba atraído por su mentora un par de años mayor.

—Claro, ¿puedes el jueves? Ya que hasta ese día me libero de reuniones saliendo del trabajo.—

El estuvo de acuerdo, se dio la vuelta de inmediato al sentir sus mejillas calientes provocadas por la sonrisa de la castaña.

—Voy a continuar con  lo que me ha pedido Doctora, se me acumuló el trabajo en mi ausencia.—

—Adelante, ve.—

Respondió sin más, le agradaba ese chico y estaba contenta de tener un subordinado bastante dedicado a su área además, no le ocasionaba ningún problema en cambio la seguía firmemente en cualquier cosa que ella propusiera investigar.

_Qué extraño, hasta parece que lo conozco de antes..._

Fue un pensamiento tonto que se le cruzó por la mente.

CacciatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora