CAPÍTULO 7

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–¡Juanjo!–gritó, acelerando sus pasos–¡Espera, Juanjo!

El de Magallón, rápidamente y algo desubicado, giró la cabeza en mitad de la calle para buscar a la persona que le estaba llamando a voces:

–¡Violeta! ¡Mira, que guapa, coño!–exclamó, soltando las bolsas azules y amarillas de la compra, para abrazar a su amiga–¿Qué haces por aquí?

Hacía dos días que habían terminado con los ensayos en Barcelona, y todos los triunfitos habían vuelto a sus rutinas en Madrid, preparando nueva música con productores, a la espera de que llegara la primera fecha de la gira en Bilbao. Todos estaban más que ilusionados con aquella nueva etapa en sus vidas profesionales, y a parte de trabajar mucho, también tenían tiempo para divertirse:

–He quedado con Kiki para...

–Pues no sé si está despierta–cortó su compañero.

–¿Cómo...? Son más de las 4 de la tarde, Juanjo.

El joven más alto se encogió de hombros, volviendo a coger las bolsas de la compra que había dejado antes en el suelo, e hizo un gesto de cabeza para que le siguiera.

–Ayer el trío calavera salió de fiesta y volvieron a las 8 de la mañana.

Violeta levantó una de sus cejas.

–¿Y tú no fuiste?

–Ayer tuve un evento por la noche–explicó haciendo un puchero exagerado para que se notara las ganas que tenía de salir de fiesta– . Y hoy temprano estuve en el estudio.

En aquel momento, Juanjo sacó las llaves de su bolsillo aceptando la ayuda de Violeta con una de las bolsas, y abrió la puerta del portal.

–Subiré contigo, entonces, al menos la esperaré arriba.

Al instante, y nada disimulado, Juanjo hizo un gesto extraño con el rostro, pero no dijo nada más.

El trayecto, corto, en el ascensor se llenó de conversaciones sobre nuevos proyectos, nueva música y nuevos sonidos que habían ido descubriendo en sus sesiones con productores aquellos días. Minutos más tarde, la puerta del 4B se abrió y Juanjo dejó pasar a la invitada primero, y haciéndole un gesto para que siguiera caminando hacia el salón mientras él se quedaba en la cocina para guardar la compra.

–Hola, chicos–saludó, intentando contener la risa.

Rápidamente, ante aquella voz, dos cabezas se irguieron de golpe; Martin había estado tumbado en el sofá, con la cabeza debajo de un cojín, y Ruslana en el suelo justo a su lado con las piernas elevadas. Al instante de escuchar aquella voz femenina, habían saltado en el sitio para sentarse de la sorpresa y ambos pusieron aquella misma cara que había hecho Juanjo minutos antes.

¿Qué está pasando...?

–¡Viooo!

–¡¿Violenta, qué haces aquí?!

La granadina se cruzó de brazos y soltó con humor:

–Ya me podríais haber invitado ayer por la noche, cabrones.

Martin fue el único que se levantó para darle un beso en la mejilla, mientras que Ruslana -aun desde el suelo- alzó su mano en forma de saludo.

–Oh, bueno...–empezó a decir Martin, de pie a su lado.

–Fue... ya sabes. Cosas.

–Improvisado, si.

–Exacto.

La velocidad a la que hablaba el dúo más pequeño de la casa y sus caras intentando compenetrarse, junto con la falta de Chiara en aquel salón... ya eran demasiadas alarmas saltando a la vez en la cabeza de Violeta.

If the world was ending... (you'd come over, right?)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora