CAPÍTULO 8

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Violeta levantó el vaso de plástico para beber del café descafeinado, mientras sostenía el teléfono en la oreja con su otra mano y veía cómo Chiara se hacía fotos con las fans a unos metros de distancia de ella. Aquella tarde, ambas habían decidido salir a pasear por el centro de Madrid, haciendo un par de compras de paso. Aunque en el proceso se habían ido encontrando con fans que les pedían fotos o un par de minutos de su atención, algo que hacían encantadas.

–¿Me estás escuchando?–la voz de su madre a través del IPhone la sacó de la ensoñación y apartó la mirada de Chiara.

–Sí, mamá, claro.

Hacía un par de minutos que estaban allí paradas, con la casualidad que su madre justo le había llamado para proponerle un plan:

–¿Entonces te parece bien? ¿Seguro que no tienes nada esos días?

–Nos podemos organizar, no te preocupes–contestó–. Tú compra ya los billetes.

Un segundo después de despedirse de su madre, y de colgar, notó la presencia de Chiara otra vez a su lado. Y sonrió con naturalidad y le ofreció la mano para volver a pasear por las calles de Madrid:

–¿Vamos?

Fue Kiki la que inició la marcha, dando un ligero tirón en su mano.

–¿Qué te han dicho?–preguntó la granadina–. Has estado un buen rato con ellas hablando.

La menorquina sonrió girando un poco su cabeza para mostrar sus dientes, mientras asentía con ilusión:

–Estaban preguntando por la entrevista con la Cheche, los del Jamenson, de ayer, pero ya les he dicho que no podía decirles nada. Que tendrían que verlo ellas mismas cuando saliese en YouTube–Violeta soltó una pequeña carcajada, porque se imaginaba perfectamente la conversación y de la curiosidad de las kivis–. Luego... hemos hablado de los gatitos que vimos al salir de allí y me han estado enseñando las fotos que nos hicieron a las dos.

–Eran monísimos. Eran uff...–Violeta la miró con ensoñación– Si fuera posible...

–¿El qué? ¿Adoptarlos?

Chiara hizo una mueca bastante clara de lo que opinaba con respecto a eso.

–¿Tú no lo harías?–entonces, exclamó sorprendida:– ¡Pero... Kiki!

–Bueno, no soy muy de animales–se encogió de hombros–, pero si, me lo podría pensar,... I guess. Eran adorables los gatitos.

La conversación rápidamente cambió a otro tema, a la vez que seguían caminando por las calles de Madrid con tranquilidad. Era innegable la tranquilidad y la paz que se proporcionaban la una a la otra, el bien que se hacían y la felicidad que se aportaban, la conexión iba mucho más allá de lo imaginable.

Chiara miró hacia Violeta, entretenida mirando un escaparate lleno de gafas de sol, mientras sacaba el teléfono de su bolsillo trasero. Cuando bajó la vista, se fijó en la pantalla leyendo -sin entrar- los mensajes que le aparecían.

–Keeks, ¿entramos...?

Aquella pregunta no le pilló de sorpresa y solo pudo consentirle.

–Claro, mi niña.

En la tienda, la menorquina se hizo a un lado mientras que aquella vez si contestaba a los mensajes que tenía pendientes. Muy conscientemente, dejó una conversación en concreto para la última; Chiara miraba el chat con la incertidumbre de no saber qué contestar.

¿Y yo ahora qué le digo?

Bajó un poco la pantalla, en el momento en el que la granadina fue hacia ella y le tocó ligeramente la mano para que le prestara atención:

If the world was ending... (you'd come over, right?)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora