Capitulo 1

562 58 0
                                    

El sol de la tarde caía sobre el campamento improvisado a las afueras de Atlanta, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos. Nathaniel, con sus 25 años recién cumplidos, observaba a Luke con una mezcla de cariño y preocupación. Apenas habían pasado unas semanas desde que el mundo que conocían se derrumbó, y este pequeño asentamiento de supervivientes se había convertido en su hogar temporal.

Sentados en un tronco caído cerca de las tiendas de campaña, Nate intentaba descifrar el enojo de su hijo adoptivo de 10 años.

—¿Qué pasó, Luke? —preguntó en voz baja, consciente de la necesidad de mantener la calma en el campamento.

Luke, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, respondió: —Discutí con Carl.

—¿Por qué discutieron esta vez? —indagó Nate, atento a las dinámicas entre los pocos niños del grupo.

—Porque Carl no me hace caso. Solo quiere jugar con Sophia —explicó Luke, su voz cargada de frustración—. Siempre es 'Sophia esto, Sophia aquello'. Es molesto.

Nate consideró sus palabras antes de sugerir: —¿Han pensado en jugar todos juntos? Así no habría problemas y podrían divertirse más.

—No voy a jugar con ella —declaró Luke obstinadamente—. Me cae mal.

—Pero Luke, ahora más que nunca necesitamos llevarnos bien con todos... —comenzó Nate, pero fue interrumpido por la llegada de Sabrina.

Ella rodeó los hombros de Nate con sus brazos, un gesto familiar que ahora cargaba un nuevo significado de confort y unidad en este mundo cambiante.

—¿Por qué está enojado nuestro niño? —preguntó Sabrina, su voz mezclando preocupación y cansancio.

—Carl está jugando con Sophia, y a Luke no le agrada ella —resumió Nate, lanzando una mirada significativa a Sabrina.

Sabrina asintió, comprendiendo la situación. Se sentó junto a Luke, colocando una mano reconfortante en su espalda.

—Cariño, ¿por qué no te agrada Sophia? —preguntó con suavidad.

Luke se encogió de hombros, evitando la mirada de ambos. —No lo sé. Simplemente no me gusta.

Nate y Sabrina intercambiaron una mirada de entendimiento. En este nuevo y peligroso mundo, incluso los problemas cotidianos de los niños adquirían una nueva dimensión.

—Luke —comenzó Nate con cautela—, ¿recuerdas cómo era antes, cuando íbamos al parque y jugabas con todos los niños sin importar quiénes fueran?

Luke asintió lentamente.

—Bueno, ahora es aún más importante que nos llevemos bien con todos —continuó Nate—. Somos un equipo, una familia grande. Cada persona aquí es importante.

Sabrina añadió: —Además, piensa en lo divertido que sería si todos jugaran juntos. Podrían inventar nuevos juegos, compartir historias...

Luke pareció considerar sus palabras por un momento. —Pero, ¿y si Sophia no quiere jugar conmigo?

—No lo sabrás si no lo intentas —dijo Nate con una sonrisa alentadora—. ¿Qué te parece si mañana te acercas a Carl y Sophia y les propones un juego en el que todos puedan participar?

Luke dudó por un instante antes de asentir lentamente. —Está bien, lo intentaré.

—Ese es mi niño valiente —dijo Sabrina, abrazándolo con fuerza.

—Me estás apretando muy fuerte —protestó Luke, retorciéndose en el abrazo de su madre.

Sabrina aflojó su agarre, una sonrisa juguetona iluminando su rostro. —Bien, bien, ya te dejo libre, pequeño rebelde.

Nate observaba la escena con una mezcla de diversión y ternura. A pesar del caos que los rodeaba, estos momentos familiares eran un bálsamo para su alma.

—Papá, ¿me vas a enseñar a usar el arco y flecha? —preguntó Luke, sus ojos brillando con anticipación.

Nate, siempre cauteloso pero decidido a mantener viva la esperanza de su hijo, respondió: —Cuando encuentre un arco adecuado para ti, lo haré. Es una promesa.

—¿Pinky promise? —insistió Luke, extendiendo su meñique.

—Pinky promise —confirmó Nate, entrelazando su meñique con el de Luke, sellando el pacto.

De repente, el crepitar de la radio rompió el momento. Todos en el campamento se aglomeraron alrededor del dispositivo, ansiosos por cualquier noticia del mundo exterior. Amy fue la primera en responder, su voz mezclada con estática y esperanza.

La voz al otro lado de la línea mencionó Atlanta, y Nate sintió un escalofrío. Sabía, como todos los demás, que la ciudad era una trampa mortal, infestada de caminantes. Mientras Amy y Shane intentaban desesperadamente establecer una comunicación clara, Nate se alejó del grupo, su mente ya calculando los riesgos y las posibles consecuencias.

—Creo que a tu hijo le caigo mal —una voz masculina lo sorprendió por detrás.

Nate se giró bruscamente, su mano instintivamente buscando el cuchillo en su cinturón. —Dios, Steven, me has dado un susto de muerte.

Steven, con su sonrisa encantadora y ojos que no ocultaban su interés, se disculpó: —Lo siento, no era mi intención asustarte.

Nate, recuperando la compostura, respondió con una mezcla de diplomacia y reserva: —No te preocupes por Luke. Suele ser bastante serio con todos. No es nada personal.

—Bien, eso me alivia —dijo Steven, su sonrisa ampliándose.

Nate, consciente del coqueteo pero decidido a mantener las distancias, desvió la mirada hacia el campamento. Su expresión se tornó seria, reflejando la responsabilidad que sentía por su familia y el grupo. Aunque una parte de él anhelaba la conexión que Steven ofrecía, otra parte, más fuerte, le recordaba los peligros de bajar la guardia en este nuevo mundo.

————

El crepúsculo se cernía sobre el campamento cuando la radio volvió a cobrar vida, crepitando con estática. Amy, con una mezcla de esperanza y ansiedad en su voz, se apresuró a responder.

—¿Hola? ¿Son ustedes? ¿El grupo de suministros? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Nate se tensó, consciente de quiénes componían ese grupo: Glenn, el astuto explorador; Andrea, la hermana mayor de Amy; Morales, siempre confiable; T-Dog, con su fuerza tranquila; Jacqui, práctica y compasiva; y Merle... Nate frunció el ceño al pensar en Merle Dixon, un hombre cuya presencia siempre le ponía los nervios de punta.

Luke, sintiendo la tensión en el aire, tiró suavemente de la manga de Nate. —Papá, ¿cuándo volverá Glenn? —preguntó, sus ojos grandes llenos de preocupación y anticipación.

Nate miró a su hijo adoptivo, notando el apego que había desarrollado hacia el joven coreano. Glenn se había convertido en una especie de hermano mayor para Luke, soportando con buen humor las constantes bromas y travesuras del niño.

—No lo sé, campeón —respondió Nate, revolviendo cariñosamente el cabello de Luke—. Pero espero que sea pronto. Glenn es inteligente y cuidadoso. Estoy seguro de que volverá con todos a salvo.

Luke asintió, no completamente convencido pero confiando en las palabras de su padre. Nate observó cómo el niño miraba ansiosamente hacia la radio, como si por pura fuerza de voluntad pudiera hacer que Glenn respondiera.

La relación entre Luke y Glenn era algo que Nate apreciaba profundamente. En este mundo cruel y peligroso, ver a su hijo conservar algo de su inocencia y picardía infantil, gastando bromas y molestando juguetonamente a Glenn.

Latidos Del Apocalipsis (Rick Grimes x Male)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora