7 | La pesadilla

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Adrien

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Adrien

Abro los ojos de golpe y me enderezo en la cama, intentando regular mi respiración. Estoy agitado y sudando.

Una vez más ese maldito sueño.

Tenía ya un par de semanas que había logrado escapar de él. Noches en las que al fin, luego de tanto tiempo, pude descansar plácidamente sin volver a caer en las garras de esa horrible pesadilla. Pero la felicidad duró poco, pues está de vuelta, con la misma intensidad que antes.

Paso una mano por mi cabello y retiro las sábanas de encima de mi cuerpo en busca de aire fresco.

—Otra vez no, otra vez no, no, no —susurro percibiendo como mi corazón late cada vez más rápido.

Jalo aire con desesperación. Siento como si la habitación empezara a hacerse pequeña y yo estuviera atrapado en ella. Sujeto las sábanas en un puño, luchando por no ceder ante el ataque de ansiedad que se avecina.

El recuerdo del sueño pasa en mi mente una y otra vez como una película puesta en bucle. Incluso puedo sentir los golpes en todo mi cuerpo, como si mi sueño estuviera materializándose en este mismo instante.

—Para, para, para.

Tengo un nudo en la garganta. Quiero llorar, quiero gritar, pero no puedo. La respiración me falta cada vez más.

Recuerdo las palabras de la psicóloga cuando tuve uno de mis primeros ataques.

—Cierra los ojos, intenta regular tu respiración, concéntrate en ella y no pienses en nada más. Se que sientes que todo está a punto de terminar pero no es así. Solo es un momento amargo, Adrien. Solo eso.

Cierro mis ojos y comienzo a respirar profundamente e intentando hacerlo de manera calmada. Cuento mentalmente.

Uno.

Dos.

Tres.

Lucho porque las imágenes mentales no se adueñen de mi cabeza una vez más e intento no pensar en nada. Solo me enfoco en mi respiración.

—Solo es un momento amargo, Adrien. Solo eso.

Poco a poco la tranquilidad vuelve a adueñarse de mi cuerpo. Continúo contando mi respiración hasta que termino de relajarme.

Mi cuerpo pierde la tensión que sentía y la habitación vuelve a su tamaño regular.

—Mierda —susurro.

Y entonces, me permito llorar. Me abrazo a mí mismo haciéndome un ovillo en la cama y dejo que todo el dolor y los sentimientos se desborden por medio de lágrimas.

No vuelvo a dormir en toda la noche.

***

—Así que el sueño está de regreso.

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