3 | Stay Away

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Hunter

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Hunter

Mis padres están sentados en el sofá justo frente a mí, expectantes.

—¿Y bien? ¿De qué es de lo que quieres hablar, hijo? —inquiere mi madre en tono suave.

Es sorprendente lo mucho que me parezco a los dos. Soy, literalmente, una combinación física de ellos. Mi cabello es rubio y rizado por mi madre, así como mis pecas y mis labios. Mientras que la forma de mis ojos, la nariz y las cejas son heredadas de mi padre.

—El día de ayer ha salido una convocatoria para un baterista.

Al instante los ojos de mis dos progenitores se iluminan. Saben lo mucho que llevo deseando una oportunidad así. Claro que no imaginan la magnitud de ésta.

—Y bueno, quiero enviar mi audición.

—¡Por dios, Hunter! ¡Es genial! —mi madre sonríe ampliamente.

—Estoy seguro de que te van a elegir a ti, eres toda una máquina con la batería —completa mi padre.

—Pero... hay un detalle.

Los dos se quedan callados, y aunque las sonrisas siguen en sus rostros, ahora hay cierta curiosidad en ellos.

—¿Qué detalle? —inquiere mi padre.

—No es para cualquier banda. Es para Eureka. —Juego con el anillo que siempre llevo puesto en el dedo índice. Es un manierismo que suelo tener cuando estoy nervioso.

Hay unos segundos de silencio en la sala de estar.

—¿Es la banda que te gusta escuchar?

Asiento.

—¿Los de la presentación de los Grammy's?

—Sí, ellos.

—¿Los del comercial de Coca-Cola?

—Ajá.

El silencio vuelve a hacerse presente en el lugar.

—¡Es aún mejor! —chilla mi madre.

—¡¿Por qué eso sería un detalle?! ¡Es una gran oportunidad, hijo!

—¡Serías una estrella mundial!

Dato: Mis padres suelen ser demasiado optimistas. Y claramente esta no era la reacción que esperaba.

—Si, sé que es una gran oportunidad, pero también sería un cambio demasiado grande si es que me llegasen a elegir.

No estoy seguro de siquiera pasar a la segunda fase, pero quise contarles a mis padres desde este momento porque, de ser así, ya estarían preparados mentalmente y la sorpresa no les caería de golpe.

—Pero son cambios para bien, cariño —insiste mi madre.

—Lo más probable es que tendría que mudarme, y ya casi nos los vería —digo.

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