12 | Las palomitas de la discordia

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Adrien

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Adrien

Siento la respiración agitada mientras el sudor me corre por la espalda. Las piernas se me comienzan a debilitar, pero no me detengo.

Según mi reloj, ya solo me faltan cinco minutos para terminar la rutina de hoy.

Desde que entré a la adolescencia adopté el hábito de salir a correr media hora todas las mañanas. Claro que hay días en los que por alguna u otra razón no lo logro, pero intento no perder el ritmo y ponerme al corriente en cuánto puedo.

Además, desde hace ya un mes y medio que volví al psicólogo me he dado cuenta de que salir a correr también me sirve para despejar la mente y estar más activo.

He seguido las tareas de la psicóloga al pie de la letra y me han ayudado demasiado. Tengo ya una semana en la que la pesadilla no se ha hecho presente y mis horas de sueño no han sido interrumpidas.

Le doy otro vistazo a mi reloj y en la pantalla marca solo un minuto restante. Suspiro y me animo a continuar. Soy una persona bastante perfeccionista, y eso de dejar las cosas sin terminar no es algo que me agrade.

Tengo la fortuna de vivir en un fraccionamiento privado, lo que me permite hacer uso de todo el espacio sin sentirme observado o perseguido. Estoy rodeado de empresarios, cantantes, modelos y actores, por lo que aquí solo soy uno más.

Cuando el reloj marca "Rutina finalizada" acompañado de una animación de confeti volando por la pantalla, me permito detenerme. Lleno mis pulmones de todo el aire posible mientras intento regular mi respiración.

Al llegar a mi edificio, mi estomago ya comienza a reprocharme por un poco de comida. Sin embargo, eso de comer todo empapado de sudor no es para mí.

Las puertas del ascensor se abren, y en mi departamento reina el silencio, lo que es una clara señal de que Hunter sigue dormido. Una idea resplandece en mi cabeza y me es inevitable no sonreír.

He de admitir que me gusta molestarlo. Verlo fuera de sus casillas es algo divertido, y ahora que vive conmigo es algo que no puedo evitar.

Subo las escaleras que conducen a mi habitación, y al entrar en ella enlazo mi celular a las bocinas instaladas en el departamento. Busco "Sweet Child O' Mine" de Guns N' Roses entre mis canciones guardadas y presiono "Reproducir".

Automáticamente la canción comienza a resonar por todo el departamento a un volumen bastante alto, o al menos el suficiente para despertar al rubio que duerme en la habitación de abajo.

Satisfecho con la canción, me encamino hacia mi armario para buscar una de mis toallas y poder meterme a la ducha. Hoy tengo cita con la psicóloga y con lo que me ha estado ayudando, no pienso perderla.

Me quito la playera de licra que ya empezaba a pegarse a mi piel por el sudor, y justo cuando estoy por bajarme los pantalones, la puerta de mi habitación se abre de golpe.

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