11 | El mejor café del mundo

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Hunter

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Hunter

A la mañana siguiente, lo que me despierta es el delicioso olor a comida que inunda mis fosas nasales.

Ni siquiera recuerdo como me quedé dormido. Acomodé mis cosas en la habitación, me recosté en la cama y me perdí profundamente. Han sido días cansados.

Me pongo de pie y camino hacia la puerta del cuarto para proceder a abrirla. Una vez lo hago, el olor se intensifica aún más, y hace que mi saliva se convierta en agua.

Camino por el pasillo hasta llegar a la cocina, en donde Adrien se encuentra de espaldas, cocinando lo que parecen ser huevos.

—Buenos días —hablo, provocando que él de un pequeño brinco del susto.

—No me di cuenta de que ya estabas despierto.

—Acabo de hacerlo.

Lleva puesta ropa deportiva; unos pants grises y una playera de licra negra que se le ajusta a la figura. Vaya que tiene el cuerpo muy bien trabajado. Tiene la espalda ancha, pero la cintura delgada, creando una ilusión parecida a un reloj de arena.

Detengo la mirada antes de que siga bajando a lugares nada apropiados.

—¿Llevas mucho tiempo despierto? —le pregunto, caminando hacia la cocina.

—Desde las ocho de la mañana. Salí a correr un poco como todas las mañanas.

Dios, que vergüenza. Él ya lleva horas siendo productivo y yo apenas voy abriendo los ojos, tengo lagañas y aliento de muerte.

—¿Quieres que te ayude con algo?

Él niega con la cabeza.

—Prometo no estropearlo.

—Eso no se te da muy bien.

—Déjame intentar y te lo demostraré.

Adrien esboza una pequeña sonrisa.

—Suelo ser un poco controlador con la comida que cocino —explica sin despegar los ojos del sartén—. Así que yo me encargo del omelette.

—Entonces yo haré el café.

El pelinegro me mira con desconfianza.

—¿Qué?

—Dudo de tus habilidades para preparar café.

Suelo un grito ahogado y finjo estar sumamente indignado.

—Estás hablando con el chico que prepara el mejor café del mundo.

—¿Ah sí? —Eleva sus cejas y de su boca tira una sonrisa retadora y burlona.

—Se te olvida que antes de estar aquí, yo trabajaba en una cafetería, y el mío era la sensación.

—Hablas mucho y demuestras poco —bromea, aún con esa sonrisa.

—Te tragarás tus palabras.

Camino hacia la cafetera y comienzo a hacer de mi magia.

Rock and LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora