| CAP DOCE |

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Santiago seguía desquitando su ira y celos en mí. Me había quitado varias prendas, sacó con anterioridad mis zapatillas, dejando mis medias. Quitó mi pantalón rebelando mi tanga de lencería, me miró con una ceja alzada al ver la prenda, de a poco su mirada se fue transformando en lujuria absoluta. Termino por sacar mi remera, dejando ver por completo el conjunto que estaba usando para él. Su expresión demostraba cierta molestia mientras se quitaba la corbata, ató mis manos sobre mí espalda con dicha tela, generando cierta inmovilidad en mí cuerpo.

—¿Y esto? ¿Lo usaste con él?—cuestionó. Dejó varios azotes con su cinturón en mis glúteos luego de notar la lencería cubriendo mis partes, provocando que varios gritos salieran de mí boca. Terminó por quitarme bruscamente la tanga, haciendo un bollo ésta la llevó hasta mí boca, dejando que la misma actuara de mordaza.—A ver si así no haces tanto ruido.—dijo terminando de meter la prenda en mí boca.

Me posicionó de modo que mis rodillas tocaban mí pecho, estaba semi acostada sobre mis piernas levantando un poco el culo. Escuché como escupió sobre mí intimidad para lubricar la zona, comenzó a restregar sus dedos sobre mí clítoris, subiendo de a poco llegó hasta mí cavidad, donde metió dos dedos generando movimientos rápidos de arriba a abajo. Mis gemidos se tornaron descontrolados ante la sensación de sus dedos moviéndose rudamente en mí interior. Quería detener con mis manos sus movimientos, pero me era imposible ya que las mismas seguían atadas, sentía como estaba al borde del orgasmo, pero fue ahí cuando Santiago se detuvo. Caminó hasta el otro lado de la cama, donde se arrodilló, dejando su entrepierna justo en frente de mis ojos. Le dió una última seca a su cigarrillo y dejó el mismo en un cenicero que estaba ubicado en una de las mesitas de luz a un lado de la cama. Santiago jaló mí pelo hacia arriba para levantar un poco mí rostro, soltó el humo en mí cara y se me quedó mirando por unos segundos.

—¿De quien sos? ¿A quien le perteneces?—preguntó mientras tiraba de la tanga que aún permanecía en mí boca hasta sacarla por completo.—Contestame, trolita.—ordenó tomando mis cachetes con una mano mientras levantaba mí mentón, estirando su mano para dejar nalgadas en mi culo, las cuales ardían bastante por los azotes anteriores.

—Tuya, solo tuya...—contesté. Mordí mí labio inferior entre una sonrisa sin quitar mis ojos de los de Santiago, quien acariciaba mí cabeza acercándose a mí cara para besar mis labios eufóricamente.—Santi... Metela, por favor, quiero acabar.—supliqué entre lágrimas de placer. 

Santiago sonrió malicioso, dejó un beso  en mis labios y caminó hasta quedar en mis espaldas. Agarró un forro de la mesita de luz y antes de abrir este me dio la vuelta para quedar boca arriba, colocó el borde del sobre entre mis dientes, luego de apretar el mismo Santiago tiró hasta abrirlo. Sacó el condón y se lo colocó, no esperó ni un poco más y metió su miembro en mi, haciéndome soltar un fuerte gemido. Sus embestidas comenzaron siendo algo lentas, pero de a poco fue acelerando el ritmo de ellas. Su rostro se hundió en mi cuello, besando y succionando el mismo sin piedad, generando moretones en la zona. Yo estaba a nada de alcanzar el clímax, pero notaba que a él le quedaba rato para acabar. Él seguía penetrando, gimiendo suavemente entre suspiros sobre mi oído mientras apretaba uno de mis senos dejando rojeces en la piel de éstos. Subió mis piernas hasta sus hombros antes de posicionar sus manos sobre mi cintura, presionando las mismas con fuerza. Su miembro llegó hasta mi punto G, lo que me llevó al orgasmo instantáneamente desprendiendo aquel liquido, empapando la cama y parte de la anatomía de Santiago. Él siguió sin importarle mi reciente orgasmo, penetró con fuerza hasta llegar al clímax, en dicho momento, se quitó el forro y derramó sus fluidos sobre mi abdomen desnudo. Me puso de costado para desatar mis manos, lo primero que hice luego de tener mis dedos libres, fue llevar un par de estos hasta donde Santiago había depositado sus fluidos para mojar los mismos allí para saborear mis dedos con una sonrisa, fijando mi mirada en los ojos lujuriosos de Santiago.

Entre Sombras y Secretos - Santiago CaputoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora