siete.

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CAPITULO SIETE

CAPITULO SIETE

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LOS CHICOS implicados en el asunto de la revista Dupin habían dado sus nombres para que el resto de la clase no estuviera castigada. Todos habían sido convocados a la oficina del señor Bellanger y Edith se había alegrado bastante de ver que Alain no estaba involucrado. No tuvo ocasión de hablar con él ese día, así que no hablaron de lo que estuvo a punto de pasar entre ellos.

Al día siguiente, el señor Herman devolvía el examen de biología. Era imposible sacar una buena nota con él. Como era de esperar, Edith miró el siete de su copia con decepción. La mejor nota de la clase fue una vez más Annick, que obtuvo un doce.

—Y les recuerdo, que no es que yo sea estricto, es que ustedes son tontos—,les dijo el profesor.—Ahora, bien, en la clase de mañana vamos a diseccionar algunas ranas—.

Edith ni siquiera tuvo tiempo de quejarse de esta información porque el señor Bellanger entró en el aula y la miró directamente.

—Señorita Lefebvre, puede recoger sus cosas e irse a casa. Está excusada por el resto de la semana—.

El tono serio y la mirada que tenía no la tranquilizaron. Rápidamente guardó sus cosas en su bolso mientras el decano le entregaba un papel explicando la situación al señor Herman. Tomó su bolso y salió de la habitación con el señor Bellanger bajo las miradas interrogantes de sus compañeros.

—¿Qué está pasando?—,se preocupó mientras caminaban.

—Llamó su padre. Su madre tuvo otra recaída. Está en el hospital; debe reunirse con ella. Su hermano ya la está esperando en la entrada—.Le explicó el señor Bellanger.—Lo siento—.

A Edith le dio un vuelco el corazón. Por supuesto, su madre parecía cansada desde que enfermó, pero no parecía tan mal. Nadie esperaba que tuviera una recaída.

Cuando el decano le abrió la puerta y vio a su hermano, se rindió. Se lanzó a sus brazos y los gemelos se abrazaron durante largos segundos. Ninguno de los dos parecía querer llorar primero, pero ambos sabían cuánto lo deseaban. El periodo en que estalló la enfermedad de su madre había sido el peor de sus vidas. Pensar que podía volver a empezar era insoportable.

—Tenemos que irnos—.Thierry finalmente susurró.

Los Lefebvre habían pasado el día en el hospital con Victoire. Los médicos la habían operado y todo había ido bien, pero necesitaba reposo y un control médico importante. Los gemelos iban a tener que trabajar en el restaurante hasta que ella regresara para no tener que cerrar. Adam había sido avisado y debía regresar al día siguiente para visitar a su madre.

Aquella tarde, Edith estaba limpiando mesas cuando vio a Alain a través de la ventana del restaurante. Él la saludó y ella hizo un gesto hacia la puerta trasera para hacerle saber que se reuniría con él ahí, para que su padre no lo viera.

Dejó el trapo en la encimera y salió sin hacer ruido al patio trasero. Alain la esperaba apoyado en la pared.

—Hola, ¿qué haces aquí?—,le preguntó.

—Vine a ver si todo iba bien. Te fuiste rápido en la mañana—.

—Mi madre está en el hospital—.

Sinceramente, no sabía por qué se lo decía, pero decirlo en voz alta la hacía sentir mejor. Pero también lo hizo real, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Alain se dio cuenta y la abrazó rápidamente. Apoyó la cabeza en su hombro mientras él la estrechaba y el abrazo la alivió un poco.

—¿Es grave?—,le preguntó sin soltarla.

—Los médicos creen que podrá salir en un par de semanas, pero es una recaída. Lleva enferma más de un año. Si recayó una vez, podría volver a ocurrir—.Edith respondió suavemente.

—Lo siento—.

Permanecieron en silencio unos segundos, simplemente abrazadas. Edith fue la primera en echarse atrás.—Gracias por venir—.

—Cuando quieras—,contestó con un movimiento de cabeza antes de tomar su bolso.—También te traje los apuntes de hoy. Para que no estés perdida cuando vuelvas. Puedo traértelas todas las noches—.

—¿Harías eso por mí?—,preguntó ella, tomando las hojas que él le entregaba.

—Por supuesto—.

—¿No será un problema para ti en la granja? Te cuesta un viaje venir aquí—,se preocupó ella.

Él se encogió de hombros.—No te preocupes—.

—Muchas gracias. Gracias—.

Se acercó y lo abrazó de nuevo antes de señalar la puerta.—Debería volver. Pero gracias. Te lo agradezco de verdad—.

—De nada. Nos vemos mañana—.Alain sonrió.

Ella asintió y le devolvió la sonrisaantes de volver a entrar. Subió al apartamento para guardar los apuntes queAlain le había dado en su habitación antes de volver a bajar para terminar sutrabajo. Aunque no olvidaba las desgracias que les estaban ocurriendo, sesentía un poco más ligera.

𝐔𝐏𝐒𝐈𝐃𝐄 𝐃𝐎𝐖𝐍 | ᵃˡᵃⁱⁿ ˡᵃᵘᵇʳᵃᶜ ⁽ ᵐⁱˣᵗᵉ ¹⁹⁶³ ⁾ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora