El brindador de Poe

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El rostro de Aziraphale se entristeció.

-¿Y por qué no lo hiciste?- preguntó con tristeza, Crowley desvió la mirada atormentado.- Tu castigo por lo de Elspeth...no fue solo trabajo de oficina ¿Verdad?

Crowley se quitó los lentes y miró a su pareja sumamente dolido mientras una marea de horribles recuerdos volvían a su cabeza.

-Crowley...¿Por qué nunca me dijiste?- Aziraphale se levantó y tomó las manos del demonio, una enorme culpa comenzó a atormentarlo.

-Lo que sucedió después de Elspeth fue solo una probada de lo que me sucedería si seguía rompiendo las reglas...cuando me dejaron ir fue la primera vez que pensé en pedirte el agua bendita, no para suicidarme si llegaban a descubrirnos...sino para acabar con mi existencia antes de que me torturaran para obtener respuestas...o que hicieran lo mismo contigo. Sabía que si ambos bandos llegaban a descubrir nuestra amistad, podría salvarte de un castigo divino si el Cielo se enteraba que yo había muerto por agua bendita que estaba en tu posesión, eso te exentaría de toda culpa y estarías a salvo...

Aziraphale pudo sentir cómo el amor de Crowley por él se desbordaba, si tuviera una forma física, seguro habría inundando la librería, pero el ángel quería que lo inundara a él, así que rompió la distancia entre ambos y abrazó con fuerza a Crowley.

El demonio lo abrazó de vuelta y hundió su rostro entre el hombro y el cuello de su amado. Ese era el abrazo que había necesitado después de su castigo en el Infierno.

-Tardaste demasiado en venir a mí...-susurró Aziraphale con nostalgia.

-¿Lo dices por esto o por el siglo XIX?- preguntó Crowley tratando de liberar la tensión.

-El siglo XIX, querido. Sé muy bien que el que pospuso su llegada a tus brazos fui yo.

Crowley volvió a reír y se separó un poco (solo un poco) para ver el rostro de su amado ángel, las mejillas de Aziraphale estaban sonrojadas y sus ojos brillaban como las primeras estrellas. Lo adoraba demasiado.

-Después de 20 años de arduo trabajo necesitaba descansar. Viajé a Francia, compré un château y me tomé una merecida siesta de 10 años. Desperté en 1862 cuando volvieron a pedirme una misión en Londres y sabía que era el momento indicado para pedirte el agua bendita...y darte los manuscritos.

Aziraphale ladeó la cabeza confundido.

-Entonces...¿No me entregaste los escritos de Edgar porque no te di el agua bendita?

Crowley aspiró aire entre sus dientes antes de contestar.

-Más bien fue porque te avergonzabas de ser mi amigo y te fuiste corriendo...

La culpa invadió nuevamente el cuerpo materializado de Aziraphale. Si recontaba todos y cada uno de los momentos que había vivido con Crowley, en 8 de 10 había sido el ángel quien terminaba insultando, lastimando o alejando al demonio.

-Perdón...- esta vez fue Aziraphale quien ocultó su rostro, pero en el pecho de Crowley.

-Todo perdonado, Ángel.- respondió con ternura Crowley mientras acariciaba el cabello de su amado.

-¿Y qué hiciste después de lo del agua bendita?

-Volví a dormir...de hecho creo que estuve dormido casi todo el siglo XIX. Comencé en 1800 e interrumpí mi siesta en 1832 porque tenía que ir al baño...y casualmente tú llegaste ese mismo día para pedirme un favor. Después de todo el asunto de Edgar dormí 10 años y luego dormí hasta...-Crowley realmente se estaba esforzando por hacer las cuentas, tal vez tenía una mejor gramática y ortografía que los demonios promedio gracias a los años que había pasado junto a Aziraphale, pero su habilidad para las matemáticas no era magnífica.

Amor más que amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora