El amor inefable

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-Muy bien, amor, pero solo el baño ¿Eh? No intentes seducirme.- jugueteó Crowley tomando la mano de su amado y guiándolos hacia el piso superior donde Aziraphale había invocado un amplio baño con tina.

-No me atrevería a más.- dijo respondiendo el juego de vuelta.

Ya en el baño, Crowley invocó una abundante cantidad de agua caliente con flores de lavanda para aliviar el entumecimiento de sus cuerpos. Primero entró él y Aziraphale se sentó en el espacio entre sus piernas, permitiéndole al demonio masajear un poco de shampoo en su cabeza.

-Crowley...¿Crees que lo que hicimos...tenga consecuencias?- preguntó el ángel un poco angustiado.

-¿Por qué las habría?- indagó Crowley algo desconcertado. Aziraphale se dio la vuelta y comenzó a lavar cuidadosamente el cabello rojo de su demonio.

-Lo que hicimos, fue maravilloso, como siempre...pero puede que nos hayamos excedido y eso le moleste a mi bando.

-¿Y por qué habría de molestarles? Si Dios no hubiera querido que el sexo fuera placentero, no habría diseñado los cuerpos humanos para que sintieran placer.- replicó indignado.

-Literalmente dijiste que mi boca haciéndote un oral debería ser el onceavo mandamiento y que querías verme gritar tu nombre al Cielo.- repuso Aziraphale mirando a Crowley como si fuera tonto.

-Ah...eso...- solo entonces se dio cuenta.

-¡Ja, ja, ja! A veces eres un poco lento, amor.- rió Aziraphale mientras frotaba una barra de jabón en los brazos de Crowley.

-Estupidez post-orgasmo, es en buena parte tu culpa.- se defendió Crowley, Aziraphale volvió a sonreír.- Pero, Ángel, si el Cielo no acabó con nosotros cuando nos libramos del Metatrón, no lo hará ahora. Recuerda que tenemos Su bendición para estar juntos y hacer lo que queramos.- dijo con ternura.

-Sí, tienes razón.- replicó Aziraphale sintiéndose más tranquilo.

Terminaron de limpiarse mutuamente y una vez estuvieron secos, se pusieron los pijamas, Crowley llamó a Muriel para avisarle que no tenía que presentarse en la librería hasta la siguiente semana y al terminar la llamada, la pareja se acurrucó en la cama mirándose mutuamente.

-Entonces ¿Sin consecuencias?- preguntó Aziraphale.

-Sin consecuencias.- respondió Crowley, posó un tierno beso en los labios de su novio y se despidió con dulzura.- Buenas noches, Ángel.

-Buenas noches, amor.

Y así, Crowley y Aziraphale durmieron por una semana entera, sin nada que les importara más que estar juntos, completamente libres de vivir su amor en plenitud. Al final de cuentas, no habría consecuencias.

¿Cierto?

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8 meses después

-¡Ángel, ya llegué!- anunció Crowley pateando la puerta de la librería, no podía abrirla o chasquear los dedos para ordenarle abrirse porque sus brazos y manos estaban ocupados cargando múltiples bolsas de papel.- Te traje las malditas crepas, de la maldita crepería, que está en el maldito París.- refunfuñó mientras se dirigía con dificultad al escritorio de Aziraphale, donde el ángel catalogaba sus nuevos libros.

-¡Oh, Crowley! ¡Eres un encanto!- agradeció Aziraphale con su mirada iluminándose al ver las bolsas.

Crowley depositó las crepas sobre el escritorio del ángel y jadeó agotado, se quitó los lentes y miró con frustración a su pareja.

Amor más que amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora