CAPÍTULO 21: Otra vez

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Sophie

Me desperté con el sonido del despertador. Dios, odiaba ese cacharro. Me levanté de la cama con pereza, me vestí y bajé a desayunar. Pero de repente, la casa estaba helada, por lo que subí a por una sudadera. Mis padres no estaban en casa, normalmente nunca estaban, porque trabajaban temprano, aunque los lunes solía estar mi madre por la mañana en casa, le habría surgido algo.

Después de ponerme una sudadera pasé por el cuarto de mi hermano, Daniel, me asomé a ver si seguía dormido y me asusté al ver que no estaba en su cama. Entonces escuché un ruido en el piso de abajo y me relajé un poco, se habría despertado pronto y habría bajado a por agua. Pero entonces escuche más ruido, y un golpe, y otro, y otro más.

—¿Qué narices? —musité.

Seguían sonando ruidos y golpes en el piso de abajo.

—¡Dani, ¿se puede saber qué haces?!

Nadie respondió, nadie a excepción de otro golpe.

Me harté y decidí bajar a ver qué narices pasaba. Cuando terminé de bajar las escaleras descubrí de donde venían los golpes. La puerta de la habitacioncilla de debajo de la escalera. La puerta se golpeaba sola una y otra vez, moviéndose y haciendo que toda la escalera temblara.

Me acerqué a ver qué pasaba y de pronto la puerta se abrió con un fuerte golpe y salió despedida al otro lado del pasillo. Yo nunca había abierto aquella habitación, mamá no me dejaba y la cerraba con pestillo. Un remolino de hojas de papel salió despedido hacia mí, causando una nube de papel que se arremolinaba a mi alrededor en el pasillo, no podía ver bien entre el remolino de papeles voladores. Lo único que llegué a ver fue la figura de una chica de pelo castaño claro largo, vestido blanco ensangrentado y que señalaba hacía la habitación de debajo de la escalera.

Me levanté de la cama con un grito, sudando y con el corazón a mil, tenía la respiración entrecortada y no conseguía identificar bien donde estaba.

—¡Sophie! ¿Estás bien? ¿Qué pasa? —preguntó mi madre preocupada, entrando a mi habitación después de escucharme gritar.

—Sí, sí...

Recordé entonces lo que nos dijo Veleda de las señales, y eso era obviamente una. No podía dejarla pasar.

—Solo que no me encuentro muy bien, creo que ayer cogí frío...

Tres... Dos... Uno...

—Ays, bueno, no pasa nada, quedate en casa que no quiero que te pongas peor.

Ahí estaba, nunca fallaba. Tenía una obsesión con la salud tan grande que solo con estornudar una vez ya me decía que me quedase en casa a "recuperarme"

—Vale.

***

Cuando mamá y papá ya se habían marchado al trabajo y Dani ya estaba en el colegio, respondí el mensaje que me había mandado mamá de cómo me encontraba y salí de la cama.

Bajé despacio las escaleras, creo que nunca las había bajado tan cuidadosamente. Al llegar al piso de abajo me acerqué a la puerta de la habitación de la escalera. La verdad es que siempre me había preguntado qué había ahí, pero no quería desobedecer a mamá. Cuando le preguntaba, me respondía a modo de broma: "¿No te lo había dicho? Tenemos a Harry Potter ahí encerrado"

Me acerqué a la puerta y traté de abrirla. Imposible. Tenía un candado. ¿Dónde estaría la llave?

Corrí al cuarto de mis padres y empecé a rebuscar entre sus cosas. En la mesilla de noche, los cajones del armario, debajo de la cama, debajo del colchón... Nada.

Busqué por toda la casa, pero no estaban por ningún lado. Me paré en el pasillo, cansada de correr y rebuscar por todos lados y me apoyé en la pared.

Tal fue mi suerte que al apoyarme me resbalé, me dí con un cuadro que había colgado en la pared que se tambaleó, yo me caí al suelo y algo metálico me cayó en la cabeza. ¡Las llaves!

Sin importarme del golpe que me había dado, las cogí y bajé corriendo de nuevo.

Me frené frente a la puerta indecisa, con las llaves en la mano.

Cuando me decidí, introduje la llave en la cerradura y la giré. Sonó un "click" y la puerta se abrió.

Tosí pese a la cantidad de polvo que se almacenaba allí y el olor a cerrado. Cuando se ventiló un poco y encontré la pequeña luz, volví a entrar. Estaba lleno de cajas con documentos e informes. Carpetas desordenadas y carteles extraños. Le eché un vistazo a todo. Parecían carpetas policiales del trabajo de mamá. Pero hubo una en concreto que me llamó más la atención.

Una caja polvorienta al fondo de la habitación que se leía en grande: "CAROLINA PALAFOX"

¿Carolina? ¿Nuestra profesora de Inglés? Me acerqué a ella y estaba llena de papeles sueltos, carpetas, informes policiales, carteles, documentos... La cogí sin pensar y la subí a mi habitación. No la abrí más. Quería abrirla con Nia y Ali. La escondí en el fondo de mi armario, volví a cerrar la habitación de la escalera y escondí las llaves donde estaban, detrás del cuadro. Mandé un mensaje de emergencia por el grupo.

***

—Y cuando abrí la puerta me encontré esa caja— dije señalando la caja, terminando de contarles todo a Nia y a Allison.

Allison me miraba con duda intentando buscar alguna razón lógica para justificar que eso no tenía nada que ver con la profesora de Inglés, mientras que Nia miraba la caja con curiosidad.

—¿Qué creen que hay en esos informes? —preguntó Nia.

—Pues algo de Carolina—respondí.

—No tía, pensaba que eran de la reina Cuchufleta del país de los unicornios violetas—respondió Nia con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco—. Hasta ahí llego.

—Pues la mejor forma de descubrirlo será abriéndola—zanjó Allison.

1770KFJ: Tras la sombra de los Palafox © PRIMERA VERSIÓN (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora