Abrió los ojos como pudo, a regañadientes, maldiciendo la rendija de la persiana por la que el sol se colaba en su habitación. Estiró un poco el brazo, tratando de llegar a la cuerda para bajarla del todo y acabar con ese sufrimiento, pero por mucho que trató estaba demasiado lejos. Lanzó un suspiro pesado al aire y se tapó la cara con las manos. La cabeza le daba vueltas, parecía que había dormido en un barco con marea alta, pero no, había dormido en su cama y se había tomado unas seis copas la noche anterior, por lo que su estado de demacración total no era tan disparatado.
Se quedó unos minutos inmóvil, mirando al techo, tratando de recordar momentos de la noche anterior que se le hacían demasiado borrosos. Giró la cabeza hacia la mesilla para coger su móvil, y se fijó en la chaqueta de cuero negra que colgaba de la silla de su escritorio, sonrió inconscientemente al recordar como la noche anterior, Chiara la había colocado sobre sus hombros en el trayecto hasta su casa y había insistido en que se la quedara porque así se la tenía que devolver. Se levantó de la cama, entre estiramientos y algún que otro bostezo suelto, y como un gesto inconsciente, agarró la prenda entre sus manos y la llevó a su nariz, inspirando fuerte el olor que desprendía. Trató de aguantar esa sensación lo máximo que pudo, todo lo que sus pulmones le permitieron, y soltó el aire en un suspiro sonoro. Miro al frente, y se vio reflejada en el espejo, suspirando con aquella chaqueta entre sus manos, y como si le estuviera abrasando las manos, la soltó corriendo, dejando que cayera sobre la mesa de su escritorio.
Escuchó un ruido proveniente del salón y supuso que Denna ya estaría despierta. Suspiró y decidió no darle a su cabeza ni un solo segundo para procesar lo que su cuerpo acababa de hacer, o si no moriría de la vergüenza ahí mismo.
—¡Buenos días! Por fin se despertó la cara de España —dijo la rubia desde el sofá. Estaba tirada ojeando el móvil, con una manta echada por encima— Estaba ya aburrida
—Y dale... que no me digas eso —contestó la pelirroja tirándose a su lado— Tengo un dolor de cabeza
—Ahí tienes —señaló hacia la mesa, donde había una caja de ibuprofeno abierta y una botella de agua.
—El kit completo, eh. Ya veo que no soy la única con resaca
—Que va tía, tengo un dolor de cabeza
—¿Y Álex, está dormido? —preguntó la pelirroja antes de meterse la pastilla en la boca.
—Que va, se ha ido hace nada
Violeta asintió y se desperezó, estirando todos los músculos de su cuerpo y emitiendo a la vez un pequeño sonido de gusto. Bostezó y se acurrucó junto al hombro de su amiga, que apenas tardó diez segundo en apartarla brusca.
—¿Tu qué pasa que no piensas contarme nada? Tengo que sacártelo yo todo siempre
—Por dios Denna no grites —susurró la pelirroja llevándose las manos a la cabeza y cerrando los ojos con fuerza.
Los gritos de su amiga acababan de taladrarle el cerebro. La conocía como la palma de su mano, y ya nada más abrir el ojo hace un rato sabía que le esperaba un batería de preguntas curiosa por parte de la rubia, pero pensaba que su dolor de cabeza iba a servirle un poco de tregua.
—¿Cuentas tu o pregunto yo?
Desde que eran pequeñas, siempre que iban a contar cualquier cosa y era la otra la que preguntaba, comenzaban con esa pregunta, y según la respuesta de la otra también podían intuir la receptividad a hablar del tema. Era una manera perfecta de afrontar esos temas que se nos complica estructurar en nuestra cabeza, o cuando no sabemos sacar las palabras que tenemos dentro enquistadas, responder a preguntas concretas siempre se sentía más fácil, y como mejores amigas después de tantos años sabían perfectamente como encarrilarse la una a la otra.
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Nadie Más | KIVI
FanfictionAnsiosa por un cambio de aires, Violeta acepta el puesto de reportera cultural en Barcelona que tanto ha ansiado, sin imaginarse por un segundo todo lo que le depararía esa ciudad. Cada noche en un bar distinto, Chiara toca en todos los bolos que se...