CAPÍTULO 7

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Haerin miraba a Haruna con el odio brotándole de los ojos, capaz de matarla en algún momento. Nunca le perdonaría la manera en la que había humillado y maltratado a Danielle, su mejor amiga. Nunca olvidaría sus llantos y sus súplicas, pero tampoco olvidaría la gran herida del hombro de Tsuki.

Hanni temía por su vida; ya nadie estaba a salvo en ese grupo de amigas. Y todo por unas simples películas mal hechas, cutres y americanas de asesinos en serie. ¿Quién estaría interesado en recrear esos largometrajes? Solamente alguien que estuviera verdaderamente loco, y en esos momentos, en su grupo de amigas, la única que estaba mostrando un comportamiento parecido a lo que ella buscaba era Haruna.

Minji se veía en la obligación de inhalar cada dos por tres. Ese día había utilizado su inhalador más veces que en todo el mes pasado. La situación la ponía de los nervios y solamente con pensar en la posibilidad de ser el siguiente cadáver, le daban ganas de llorar y desenmascarar al asesino lo más rápido posible, antes de que fuera demasiado tarde.

Sua suspiraba, esperando que se revelara la identidad del verdadero asesino cuanto antes para, a ser posible, evitar más muertes. Lástima que el culpable de todos los asesinatos no quisiera revelar quién era aún, quería jugar un poco más. Miraba a Haruna fijamente y cuando esta última se giraba para mirarla a ella, Sua apartaba la vista de ella; no quería mantener contacto visual con una asesina, con la asesina de sus amigas.

Danielle no había subido la cabeza desde la hora del patio. Lloraba en silencio y a veces, solo a veces, tosía por la falta de aire. No contestaba a ninguna pregunta y tampoco se quejaba de la manera en la que Haruna la había maltratado. No sabía cómo, pero se vengaría. ¡Y tanto que se vengaría! No dejaría que Haruna acabase con nadie más.

A Siyoon le brotaban lágrimas de vez en cuando y, a la hora del patio, fue a los baños para llorar sin que nadie la viera o dijera nada. Se sentó en uno de los retretes con la tapa bajada y cerró la puerta con pestillo. Lloró sin escrúpulos. Tenía miedo. Miedo de que atacaran a alguna más o de que la atacaran a ella. Debería haber ido con Tsuki y Sheon a dondequiera que hubiesen ido. Sobre todo porque, aunque ella no lo supiera, la puerta de los baños se abriría en cuestión de segundos.

Siyoon subió los pies a la taza y se tapó la boca con ambas manos para no hacer el más mínimo ruido. Muchas lágrimas corrían por su cara, sin embargo Siyoon no las secó porque no quería apartar las manos de su boca, que hacía mucho ruido por la manera en la que hiperventilaba, más asustada que nunca.

Unas botas negras que Siyoon nunca había visto se veían por debajo de las puertas de los cubículos. Se escuchaba cómo esa persona iba abriendo cada puerta de un golpe seco, haciendo que Siyoon se asustara cada vez que eso ocurría. Abría de puerta en puerta, sin saltarse ni una. Afortunadamente, Siyoon estaba en el último cubículo. Por desgracia, era el siguiente que aquella persona abriría.

Le dio un golpe a la puerta y Siyoon quiso gritar como nunca. La persona del otro lado volvió a intentar abrirla, pero al estar cerrada con un pestillo, aparentemente resistente, no fue capaz por mucha fuerza que utilizara.

─Abre la puerta ─dijo una voz masculina desde el otro lado─. ¡Abre la puta puerta, Siyoon!

Siyoon abrió los ojos como platos. Si no abría, las consecuencias serían peores. No, no abriría. Esperaría a que se fuera; total, no podía entrar a donde ella estaba de ninguna manera. ¿Y si entraba por arriba? Fácil, abriría la puerta y saldría corriendo; una vez afuera no se atrevería a atacarla, ya que todo el mundo estaría viendo.

─¡Voy a traer una puta hacha de la clase de tecnología si no me abres! ─Gritó la voz─. ¡Y la abriré yo! Abre y todo será más rápido. No tendrás que sufrir tanto. Te rajo el cuello y se acabó. Juro no hacerte sufrir de más.

Siyoon lloraba sin escrúpulos y, en un impulso de fuerza, se destapó la boca para juntar sus manos y rezar. Miraba al techo y suplicaba por su vida, esperando que una fuerza divina la ayudara. Y le pareció que eso ocurría, pues escuchó los pasos alejarse y la puerta abrirse; seguramente había ido a la clase de tecnología como antes había dicho. Aprovecharía ese momento para escapar de allí. Terminó su oración y abrió la puerta rápidamente para escapar.

Fue poner un pie fuera y ver una máscara correr hacia ella. Había caído en su trampa, la había engañado y ella, como una tonta, se lo había creído todo.

Un dolor agudo la punzó en el pecho. La había apuñalado. Gritó como una loca, por el dolor insoportable y para pedir ayuda de algún modo. El asesino le tapó la boca y la apoyó contra él, de espaldas, facilitando su trabajo, que consistía en apuñalarla constantemente en la tripa. Metía y sacaba y metía y sacaba el cuchillo. La empujó y Siyoon cayó de bruces contra el suelo, chillando y llorando de dolor. El asesino le pisó la espalda, haciendo que ésta sonase, como si estuviera rota y, en un rápido movimiento, le rajó la espalda desde la nuca hasta el coxis.

Siyoon se intentó dar la vuelta y miró la máscara de frente, con los ojos abiertos y sin fuerza para gritar. El asesino giró la cabeza levemente y clavó el cuchillo en el cuello de Siyoon tres veces consecutivas, haciendo que esta última cerrara los ojos por fin mientras su respiración se debilitaba hasta desaparecer por completo y por siempre.

Bitches with brain | NEWJEANS & BILLLIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora