Cruel Venganza!

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¿Llanto?

Apretó la mandíbula y dio un par de golpes secos en la puerta.

Los sollozos pararon al instante y se oyó un chirrido, como de una silla arrastrándose y después pasos, que parecían hacerse eco de los rápidos y fuertes latidos de su corazón.

La puerta se abrió y apareció Seokjin, con unos vaqueros descoloridos y una camisa de cuadros azul.

Tenía el largo cabello desordenado y los ojos enrojecidos.

—¿Has venido a burlarte de mi desgracia, Namjoon? — le dijo con amargura.

—No me produce ningún placer verte hundido — contestó él alzando la barbilla y entornando los ojos—. Hoby me dijo que estabas solo.

Seokjin suspiró, bajando la vista a las botas polvorientas de él.

—Llevo solo mucho tiempo, he aprendido a vivir con ello —contestó cambiando el peso de un pie a otro incómodo—. ¿Hay mucha gente en la subasta?

—El jardín delantero está a rebosar —respondió él.

Se quitó el sombrero y se pasó una mano por el espeso y oscuro cabello.

Seokjin alzó la mirada hacia él y sus ojos se detuvieron sin poder evitarlo en las delicadas líneas del rostro de Nam y en los labios esculpidos que había besado con tanta pasión seis años atrás.

Había estado perdidamente enamorado de él, pero la noche en que se habían comprometido, su pasión lo había asustado.

Lo había apartado y aun así el recuerdo de las deliciosas sensaciones que había experimentado hasta ese momento, hasta antes de que el miedo se hiciera tangible, quedó grabado a fuego en su mente.

Había deseado ir más lejos donde habían llegado, pero tenía sus razones para temer aquella intimidad final más que cualquier otra persona.

Sin embargo, Namjoon nada sabía de aquello y le había dado demasiada vergüenza explicárselo.

Se hizo a un lado para que pasara.

—Si mi compañía no es demasiado desagradable, tal vez te apetezca un poco de té helado.
Namjoon dudó, pero fue solo un momento.

—Te lo agradecería —murmuró entrando y cerrando despacio tras de sí—. Aquí hace un calor infernal.
Lo siguió, pero se paró en seco al contemplar la clase de lugar en el que estaba teniendo que vivir.

Se puso rígido y estuvo a punto de maldecir en voz alta.
Solo había dos habitaciones, en el mal llamado apartamento y estaban vacías a excepción de un viejo sofá, una silla, una mesita de café y un pequeño televisor.

Había también un armario empotrado, donde debía tener guardada la ropa y en la cocina solo había un modesto refrigerador y una estufa .

La sola idea de imaginarlo viviendo allí, cuando estaba acostumbrado a sirvientes, a batas de seda, a servicios de plata y muebles antiguos.--

..Dios... —murmuróNsm.

Al escuchar el tono de lástima en su voz la espalda de Seokjin se tensó, pero no se dio la vuelta.

—No necesito tu compasión —le dijo con aspereza—. No es culpa mía ni de Jungkooki que hayamos perdido la propiedad, sino de nuestro padre.m, Además, puedo abrirme camino en el mundo por mí mismo.

Sí, pero no tendría que ser de este modo, maldita sea —masculló Namjoon arrojando furioso el sombrero sobre la mesita.

Le quitó de las manos la jarra de té helado, depositándola también con violencia en la mesa y lo agarró por las muñecas

Hombres de Seúl     NAMJOON Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora