Vivianne no tuvo el valor para ir al apartamento de Jiang, y así pasaron tres lunes. Las excusas que ponía eran cada vez más difíciles de creer, y las sospechas de él, que se habían disparado cuando ella no le dijo que lo amaba, se confirmaron: no tenía pruebas, pero estaba seguro de que salía con otra persona: huía de él en el restaurante y ya no podía mirarlo a la cara.
Jiang sabía que se había confiado demasiado: seguro de su amor, había relegado a la joven y dinámica Vivianne a una vida hogareña que estaba muy lejos de sus gustos, y le había impuesto su tranquilo estilo de vida. Tal vez la estaba perdiendo por eso. Decidido a saber la verdad, por cruel que fuera, la enfrentó:
—Vivianne…
—¿Si?
—Necesitamos hablar. —El tono frío y cortante puso nerviosa a la chica. Pero no podía negarse:
—Está bien. Cuando quieras.
—Esta noche, a la salida. Podemos ir a tomar algo y conversar tranquilos.
Jiang pasó su jornada serio y reflexivo, pero su furia se fue acumulando. Sabía que debía estar calmado, pero no pudo evitarlo: cuando llegó la hora del cierre apenas podía contenerse. Salió del restaurante solo, y Vivianne lo siguió, unos pasos atrás. La chica, que había pasado todo el día hecha un mar de nervios, tenía ganas de salir huyendo mientras veía la espalda de su pareja, que no se dio vuelta ni una vez para mirarla.
Sin decir una palabra, Jiang esperó a que se subiera al auto y manejó hasta un pequeño pub, situado sobre la costa del Sena, un lugar con aire bien parisino: una terraza, iluminada con focos amarillentos, que daba al río, con mesas separadas y un aire intimista, en donde se servían tragos y se escuchaba de fondo la suave melodía de un piano, tocado por una chica que ejecutaba música a pedido de los clientes. Vivianne se sintió aliviada: allí había bastante gente, y Jiang no iba a atreverse a armar un escándalo.
—Vivianne… —El hombre trató de mantener la calma mientras hablaba—, …hace cuatro años que nos conocemos, ¿verdad?
—Sí —respondió ella mientras le daba vueltas al trago que había pedido, amenazando hacer volar lejos la pequeña sombrilla que tenía de adorno.
—¿No crees que en honor a esos años, merezco saber la verdad? —Las palabras de Jiang sonaban tranquilas, pero por debajo de la mesa casi se clavó las uñas en las palmas de las manos.
La chica estaba muda mientras seguía dándole vueltas a su copa, sin saber por dónde empezar: la verdad era demasiado dura para los oídos de su pareja.
—Habla de una vez, Vivianne.
—Jiang… ¡Lo siento!
—Me estás engañando con otro… —El tono de la voz de Jiang bajó y se volvió amenazante. Vivianne se apresuró a responder:
—¡No, no, Jiang! —Pero vacilaba demasiado—. Yo...
—¿No, qué? ¿Encima me lo vas a negar? —La voz de Jiang se elevó, y un par de comensales de una mesa contigua los miraron con curiosidad. Jiang trató de controlarse de nuevo—. Quiero saberlo todo, no importa lo que sea. Te prometo que no haré un escándalo, pero necesito que me digas la verdad.
—Todo fue mi culpa —murmuró Vivianne, buscando, ahora sí, su mirada. Jiang respiraba con fuerza, con los ojos fijos en las oscuras márgenes del Sena—. Es que... alguien se me acercó en el restaurante y me invitó a salir. Debí negarme desde un principio, pero no sé… No pude...
—¿Cuántas veces salieron?
—¡Jiang, por favor!
—Habla. —La voz de Jiang, cada vez más enronquecida, provocaba miedo.

ESTÁS LEYENDO
Los enemigos (Finalista Wattys 2024)
Любовные романыUn francés pansexual y de espíritu libre, capaz de hacer cualquier cosa cuando quiere conquistar a alguien, se encuentra con un chino rígido, con novia y apegado a las reglas. Entre ellos va a nacer una historia de amor imposible, por un secreto que...