Capítulo final

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En el viaje de vuelta a Bruselas, después del funeral de su padre, Jiang pensó en las posibilidades que se abrían ante él. De un día para otro su vida había cambiado por completo: 

«Hay algo muy importante que debo explicarte, hijo», le había dicho su madre. Delante de YunKai, que quiso retirarse pero ella se lo impidió, le anunció que iba a vender el negocio al que su padre le había dedicado su vida, porque ella no entendía nada y no quería hacerse cargo y terminar en la ruina. Era bastante dinero, y la mitad le correspondía a él. Jiang quiso negarse, pero en ese momento su ex pareja se interpuso: 

—Acéptalo, Jiang. Podrás cumplir tu sueño de abrir tu propio restaurante.

Su madre también le había insistido:

—Aunque no quieras voy a poner la mitad del dinero en una cuenta bancaria a tu nombre. Con la otra mitad yo podré vivir tranquila por el resto de mis días.

YunKai y él se habían despedido en la casa de su madre, porque el francés tomaba el vuelo a su tierra al día siguiente:

—¿Vas a estar bien? 

—Sí. Ya arreglé en mi trabajo para quedarme dos semanas más con mi madre. Gracias por ayudarme, YunKai.

La despedida fue corta, llena de miradas intensas y palabras que se pensaron, pero al final no fueron dichas. Jiang se quedó con el corazón vacío y el deseo de frenarlo y decirle que se quedara un poco más, pero al final no lo hizo. YunKai solo le dijo adiós, y se fue sin mirar atrás.                    

Cuando llegó a Bruselas y quitó su teléfono del modo avión, Jiang no tenía mensajes entrantes, pero igual escribió:

«Ya estoy en casa. Lo estuve pensando, y voy a seguir tu consejo de abrir un restaurante chino». 

La respuesta llegó pronto, escueta y cortante: 

«Te deseo suerte».

                         ***

Los meses pasaron, y un día Jiang recibió el mensaje de que se había abierto una cuenta a su nombre en un banco de China: su madre había logrado vender la empresa, y cumplió su promesa de darle la mitad del dinero. Pero él siguió trabajando en la tienda de wontons. No sabía por qué, pero no tenía voluntad de abrir el restaurante con el que tanto había soñado: simplemente no podía dar el primer paso. 

Emmanuel le había taladrado la cabeza con las noticias de Calais: YunKai tenía una novia formal que ya había presentado en su casa. Por lo que le dijo, esa chica le había caído muy bien a Angeline.

¿De qué podía asombrarse? YunKai era joven, bello y exitoso. ¿Acaso pensó que iba a quedarse solo? ¿Creyó que lo esperaría mientras él estaba en Bruselas, y que cuando se le antojara volver lo iba a recibir con los brazos abiertos? No. Por supuesto que no. Ese maldito francés, al que todo le venía bien, había caído en brazos de otra mujer, y estaba más que feliz. 

Jiang fue juntando presión. Nunca había borrado el celular de su ex, y un día se decidió a escribirle: 

«Necesito tu ayuda».

La respuesta de YunKai llegó a los pocos minutos:

«¿Te pasó algo?».

«Sí. Necesito tu ayuda para poner el restaurante chino».

Esta vez la respuesta demoró un poco, y fue algo seca:

«Investiga y compra un lugar que te guste. Luego contrata un equipo de arquitectos y un administrador. Ellos se encargarán de todo».

Los enemigos (Finalista Wattys 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora