El listado de recetas de la gastronomía francesa le dio un dolor de cabeza a Jiang: no conocía la mayoría de esos platos que su jefe quería incorporar al menú del restaurante. Trató de protestar, porque a su entender los clientes iban principalmente por la comida china, pero el dueño replicó que quería ampliar el menú.
Un delicioso aroma de comida entró por el balcón del apartamento de Yunkai: Jiang estaba haciendo experimentos en su cocina para recrear los platos franceses. Salió al balcón a tomar un descanso de sus pruebas y ver el cielo nocturno, con una copa de vino en la mano. Miró hacia arriba y vio a YunKai que, con los ojos cerrados, olía el aire, y le lanzó su sarcasmo:
—¿Hoy estás solo? ¿No tienes ninguna nueva conquista?
—¡Vete al diablo…! —Yunkai se metió a su apartamento. Pero sintió el grito de Jiang que lo llamaba:
—¡YunKai! ¡Sal al balcón!
—¿Y a éste qué le pasa? —se dijo. Volvió a asomarse con intención de cantarle cuatro frescas, y reparó en su copa de vino. Lo entendió todo:
—Otra vez estás borracho…
—Bien que te gustaría, ¿no? ¿Quieres otro beso?
YunKai no le respondió nada, pero resopló antes de desaparecer de su vista. Jiang volvió a gritarle:
—¡Baja, francesito! ¡Te necesito para algo!
YunKai estaba más escandalizado por su vecino que por sí mismo, y volvió a asomarse al balcón para tratar de hacer que se callara:
—¡Vete a dormir la borrachera! ¡Y deja los gritos porque voy a cerrar el balcón!
—¡Vamos, baja! Te voy a dar algo que te gustará mucho...
—No quiero, chinito. Estás borracho, y borracho no se vale.
—¿Tengo que estar sobrio para que pruebes mi comida? Está bien, tú te lo pierdes. —Jiang se metió al apartamento, seguro de que en pocos segundos iba a tener a ese pervertido frente a su puerta. Pronto sintió los golpes—. Maldito francés, no puedes resistirte cuando tu estómago te llama… —se dijo, y le abrió la puerta con una sonrisa de satisfacción—. Pasa, francesito...
—Gracias, chinito...
—¡Idiota!
—¿Me llamaste para insultarme? Y no me llames francesito porque soy mitad chino.
—Ay, ¡cómo se ofende el señor! —exclamó Jiang, irónico—. Te llamé porque estoy haciendo platos franceses para el restaurante, y no sé casi nada de ellos. Necesito alguien que me dé una opinión. ¿Me ayudarías con eso?
—Seguro, chinito —le respondió YunKai, con el mismo tono—, yo sé bastante de la comida de mi país...
—¡Si vuelves a llamarme chinito te golpearé!
—No lo creo. Ya no puedes atraparme. Y aparte, al menor golpe tus pobres dedos van a luxarse de nuevo.
—¡Eres un tarado, francés!
El tono de la discusión fue subiendo, y Yunkai se arrepintió de haber cedido a la tentación de compartir una cena con su vecino. ¿En qué estúpido momento había pensado que podía revivir una de aquellas veladas, cuando tenía que ayudarlo? La realidad era muy distinta:
—No sé para qué vine. Me tienes harto... —Pero cuando intentó irse, Jiang lo atrapó de un brazo:
—¿A dónde crees que vas?
—Déjame en paz, Jiang, en serio... Ya no quiero seguir con ésto...
—Está bien. —Jiang parecía arrepentido, pero a YunKai le pareció que se estaba burlando de él—. No te molestaré más. Pero en serio necesito tu ayuda con estos platillos.
—Le diré a Alain que venga a probar tu comida. Adiós.
—¡Vamos, Yunkai, no seas así...! —insistió Jiang, pero su vecino le respondió con un grito:
—¡Tú no entiendes nada! Deja las cosas como están y ya no vuelvas a hablarme. —Yunkai no quiso mirarlo a la cara—. Tal vez me mude de apartamento. Es lo mejor...
—¿Mudarte...? —Jiang sintió un nudo en el estómago ante esa noticia que en otra época lo habría llenado de alegría—. Pero, ¿por qué?
Yunkai suspiró:
—Quiero cambiar de aire. No sé, tal vez me vaya de la ciudad…
—¡¿Estás loco?! ¿Y tu familia? ¿Y el trabajo? ¿Vas a abandonarlo todo?
—Sólo extrañaría a mi madre. Mi padre ni siquiera sabe quién soy. —En los ojos de YunKai se reflejó un dolor profundo que Jiang no alcanzó a ver—. Solo soy su heredero, el que lleva su apellido.
Jiang no entendió que Yunkai le estaba abriendo el corazón, y le ofreció un consejo basado en su propia lógica. Una lógica totalmente opuesta al pensamiento liberal de su vecino:
—¿Y no podrías tratar de ser como él quiere? Después de todo es tu padre, y le debes respeto…
«¡Qué distintos somos!», pensó YunKai. Ante sus ojos tenía a una persona que pensaba igual que su padre. No sintió lástima por él sino desencanto ante su falta de carácter, bien disimulada bajo una personalidad hostil:
—¿Y por qué tengo que ser como quieren los demás? ¡Soy lo que ves, un tipo que solo sirve para acostarse con mujeres y hombres y no preocuparse por nada! ¡Ésta es la vida que elegí y no pienso cambiar! —YunKai soltó el dolor que ocultaba en el corazón. Jiang no entendió el sentido de sus palabras, y volvió a lanzarle un gesto despectivo que lo hizo explotar de rabia—. ¡¿Y tú quién eres para darme consejos?! ¡Un tipo egoísta, que quiere vivir la vida a su manera aunque haga infeliz a su pareja! ¡Alguien tan rígido y prejuicioso que no es capaz de admitir que otro hombre le movió el piso! ¿O un cobarde que no puede enfrentarse a lo que es? ¡¿Cómo te atreves a cuestionar mi vida si ni siquiera sabes manejar la tuya?!
Furioso y con los ojos llenos de lágrimas, YunKai se fue a su apartamento. Le parecía que las piernas no lo sostenían, y buscó en su teléfono el contacto de Alain para pedirle ayuda.
***
Después de días de silencio, se escucharon ruidos en el piso de arriba. Jiang no había vuelto a ver a YunKai y tampoco había intentado buscarlo aunque quería hablar con él; aún estaba enojado por las cosas que le había dicho y quería aclarar los tantos, pero cada vez que llegaba del restaurante, por las noches, el apartamento de arriba estaba a oscuras. Tomó coraje y subió. Alain le abrió la puerta pero no lo dejó pasar:
—¿Qué deseas? —le preguntó, cortante.
—Quiero hablar con Yunkai.
—Él no está.
—¿Cuándo va a volver?
—No tengo idea. Estoy buscando algunas de sus cosas para llevárselas, porque no quería venir.
—¿No quiere venir? Pensé que no hablaba en serio…
Alain era dulce y tranquilo; Jiang nunca lo había visto tan disgustado como ese día:
—Tú no conoces a Yunkai. Lo ves como alguien a quien no le importa nada, pero no es así. Su vida no es fácil…
El nudo en el estómago de Jiang comenzó a molestarlo de nuevo:
—¿Dónde está?
—Éso no voy a decírtelo. Él no quiere verte.
—Pues que haga lo que quiera —replicó Jiang, tratando de que la voz no delatara que se había puesto nervioso—. Yo no le hice nada.
Alain no podía ser indiscreto, pero lo enojó la aparente indiferencia de Jiang:
—Ojalá algún día se te abran los ojos. Adiós, Jiang —le dijo, y le cerró la puerta en la cara.

ESTÁS LEYENDO
Los enemigos (Finalista Wattys 2024)
RomanceUn francés pansexual y de espíritu libre, capaz de hacer cualquier cosa cuando quiere conquistar a alguien, se encuentra con un chino rígido, con novia y apegado a las reglas. Entre ellos va a nacer una historia de amor imposible, por un secreto que...