Jason Harrison
Se me aprieta el corazón al ver los ojos de mi hija, la última vez que la vi tenía seis años.
—¡Mi princesa ya llegó papá! ¡Feliz cumpleaños!
El pequeño ser de luz corre hacia mi para abrazarme con una sonrisa enorme en su rostro.
La rodeo con mis brazos y la alzo en el aire.
—Papi, ¿donde estabas? Casi cantamos sin ti.
Hago una cara de disculpas y le entrego el regalo que traigo en mis manos.
—En el trabajo corazón, como siempre.
Le doy un beso en la mejilla.
Atenea mira con ilusión el regalo aunque sé que nunca le importó lo material que pueda darle, sino que pueda estar con ella en vez del trabajo. Lo abre y se encuentra con un libro para colorear y una caja de marcadores de muchos colores.
—¡Gracias!
Me regala otro abrazo lleno de amor y cariño.
Ese fue el último día que la vi, en mi mundo no se podía estar muy cercano a tu familia, o sino existen amenazas de muerte cada día, y no pienso arriesgarme a perder lo único que amo en esta vida de mierda.
Me aseguré que nunca le faltara nada, cada mes le depositaba una cantidad considerable de dinero a la cuenta de banco de Luisiana. Mi hija nunca pasaría hambre ni incomodidad mientras yo siga vivo. Puedo ser un padre ausente, pero es un mal por un bien mayor.
Luisiana nunca me perdonaría si algo malo le pasase por mi culpa, y menos yo me perdonaría.
¿Quien diría que después de once años sin verla llegaría el momento que tendría que vivir conmigo y todos los años que estuve ausente no tendrían sentido?
Nunca pensé que algo así le pasaría a Luisiana, fue alguien siempre alegre, optimista, llena de esperanza y para la mala suerte de ella, siempre confiaba en las personas. No es alguien a quien desearle el mal, nunca fue una mala persona, una mala mujer ni incluso una mala madre. Siempre fue todo lo contrario. Siempre buscó el bienestar de su hija antes de el suyo propio.
Sé que le debe doler en el alma perderla, pero tiene que pensar con cabeza fría y no dejarse llevar por los momentos de ausencia que he tenido con ella. Conmigo estará segura y siempre podré protegerla.
—Atenea, Levántate del suelo anda.
Le toco el hombro y ella lo mueve para que no la toque.
—¿Por que estás aquí? ¿Recién te acordaste que tienes una hija?
Ella se levanta del piso y me observa con una mirada de resentimiento puro. Yo le sostengo la mirada pero calmado y firme.
—¿Y a donde piensas ir sin tu madre contigo? A un orfanato no lo voy a permitir.
—Me vale, prefiero ir a la calle antes de vivir con un extraño.
—Ojo como me hablas niña, que no soy ningún extraño, soy tu padre.
—¿Y donde estuvo tu rol de padre todos estos años?
—Yo siempre estuve, aunque no tu no me vieras. Estuve la primera vez que bailaste en la escuela, te veía desde el segundo piso del edificio de frente, lo pagué solo para poder verte bailar y ver la sonrisa en tu rostro. Estuve en cada cumpleaños desde las sombras, cada vez que tu madre me decía que te quejabas que no tenias algo material al otro día lo tenían encima de tu cama. No te lo estoy echando en cara, te lo digo para que tengas conciencia que siempre estuve.

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Amor Platónico
RomanceEN PROCESO Ella se ve obligada a ir a vivir con su padre y abandonar su hogar. Pero no sabía que él tenía un mejor amigo... Y menos de que era el hombre que la había ayudado una vez y el que estaba obsesionado con ella. Aquel asesino la estaba esper...