Sexting

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Despertó tras escuchar pasos y murmullos cerca, estirándose perezosamente en la cama. Logró reconocer las voces, aunque era obvio, pues estando en el lugar que estaba, solo podían ser ellas. Quiso levantarse, pero decidió quedarse quieta. No quería escuchar porque era una conversación ajena. Estaba cansada y quería dormir, pero el sonido de las voces distorsionadas se lo impedían. Le dio la espalda a la entrada, como si aquello sirviera de algo, se tapó los oídos con la almohada y cerró los ojos con fuerza, forzándose a dormirse. Sin embargo, las paredes parecían de papel, y pudo darse cuenta qué hablaban sobre ella.

— Cariño, te lo juro —logró escuchar, captando de quien de las dos se trataba—. Estaba en la cama, apuntándose con el móvil. 

— Pero como va a estar follando en llamada, ¿tú eres tonta? —la defendió la pelirroja.

— Que sí, joder. Qué escuché un ruido y entré. —explicó, frustrada.

Chiara sintió su corazón latir más rápido, la incomodidad y la vergüenza intensificándose con cada palabra que escuchaba. Sabía que no debería estar escuchando, pero no podía evitarlo. Las palabras de las dos mujeres seguían resonando en su mente, haciendo que se sintiera aún más vulnerable.

— ¿Y pa' qué cojones entras? —preguntó, y tras sus palabras, se escuchó un fuerte golpe, suponiendo que sería la puerta—. Te dije que no la molestaras. 

— Lo sé, pero es que pensé que eras tú. 

— ¿Qué pinto yo en su habitación? —elevó la voz, con tono de incredulidad.

— Oye, baja el tono. Qué se va a despertar. 

— Ahora te preocupas por ella, ¿no?

Al otro lado de la habitación, fuera de la vista de Chiara, la tensión era palpable. Julia se había quejado por no haber sido avisada de que no vendría a cenar, y Violeta, cansada de la pequeña fiesta que había planeado con su mejor amiga, simplemente pidió perdón y se encaminó a la habitación. Mientras subían las escaleras, la rubia le comentó lo que había visto, pensando que aquello la sorprendería, pero ella aseguraba que eran cosas suyas.

La pelirroja abrió las puertas del armario, desvistiéndose para colocarse el pijama, molesta con su pareja. Se deshizo de su ropa, algo manchada por los juegos que se dedicaron a hacer con el alcohol y la intercambió por el suave y cómodo pijama. Sintió unas manos en su cintura atraerla, haciéndola chocar contra su cuerpo. Retiró su cabello pelirrojo, besando su cuello con dulzura.

— No te enfades, por fa —susurró, acariciando su abdomen, descendiendo con lentitud. 

— Illo no me enfado, pero me da coraje. 

Los dedos de Julia se adentraron con cuidado bajo el pijama, tocando con delicadeza la piel sensible de Violeta. Esta suspiró, inclinando su cabeza hacia atrás. Rozó sus labios menores, mordiendo su labio, llevaban un tiempo sin tener estos momentos de intimidad. 

Pero antes de que llegara a más, tomó su mano y la alejó de ella, dejando a Julia descompuesta. Trató de volver a tocarla, pero ella se negaba, no tenía ganas de hacer nada. Le dolía gran parte del cuerpo y el cansancio era evidente.

— No tengo ganas —espetó, sentándose en el borde de la cama. 

— Vamos, aprovecha que podemos —insistió, sus brazos rodeando su cuerpo mientras que su boca devoraba la piel de su cuello—. Estoy deseando follarte.

— Pues yo no, estoy muy cansada —contestó con un tono bajo, parando su acción —. Así que, por favor, vete a dormir.

Julia no quiso rendirse. Con lentitud, pero pasión, la tomó de la cintura, su lengua lamiendo con gusto a la chica con nombre de color. La camiseta comenzó a ascender, cediendo al empuje de la rubia. Sus dedos recorrían su cuerpo, dejando que su tacto erizara su piel.

Los Secretos de Graná | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora