1 Día Para La Verdad

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Un día. Un solo días y todo este sufrimiento terminaría. Un día y las tres chicas podrían vivir en paz, sin nada de lo que preocuparse. En tan solo veinticuatro horas, estarían rumbo a la boda, vestidas para la ocasión. Las tres estaban nerviosas, sobre todo después de la conversación de anoche. Denna y Ruslana siempre habían sido como hijas para la familia Hódar, las querían como las suyas propias; por lo que estaban demasiado nerviosos y entusiasmados por el evento que sucedería. Tras las palabras de los Hódar, el miedo creció en las chicas. Había dos opciones:

La primera, que todo saliera correctamente. Que los invitados se dieran cuenta de la persona que Alex era en realidad y Denna terminara con él.

La segunda, que todo saliera mal. Que se negaran a aceptar la versión del chico, que Denna se enfadara con ellas. La rubia amaba con toda su alma al ojiverde, podría negar cualquier cosa por muy evidente que fuera.

No podían controlar el futuro, pero deseaban con todas sus fuerzas que terminara en buenos términos. No solo por los días de estrés que habían pasado, lo más importante era el bienestar de Almudena, no se merecía casarse con un bastardo que no la amaba.

Ruslana, pensado todas esas cosas, se levantó de la cama, dispuesta a bajar a desayunar. Se habían quedado en casa tras la petición de Susana, quien no se había despegado en ningún momento de la menorquina. Bajó las escaleras, encontrándoselos sentados alrededor de la mesa del comedor, desayunando entre bromas y risas.

Los saludó con una sonrisa, colocándose entre la ojiverde y la menor de los Hódar. Susana se levantó en busca de un café para la ucraniana, besando su frente con cariño. Ruslana se integró en la conversación con facilidad, compartiendo un gran tiempo de valor con ellos. Se sentía como en casa.

Las tres chicas compartieron miradas cómplices mientras hablaban sobre el futuro matrimonio, era el tema de moda al parecer. Violeta les regaló una sonrisa a ambas, aunque tuviera miedo, confiaba que todo saldría bien y que dentro de unos años se reirían contando la anécdota.

Después de un acogedor desayuno, se marcharon del hogar, montándose en el vehículo de la granadina. Abrocharon sus cinturones y la pelirroja arrancó el motor. Viajaron en silencio hasta que Chiara soltó una pequeña risa, que trató de ocultar.

— ¿De qué te ríes? —preguntó divertida Violeta, desviando unos segundos la mirada de la carretera, pasándola en ella.

— De Alex —contestó con simpleza, aguantándose las ganas de reír de nuevo—. Todos están muy entusiasmados por él y por lo mucho que quiere a Denna —explicó, turnando las miradas de una pelirroja a otra—. Cuando se enteren de lo que ha hecho...

La ucraniana respondió con una gran carcajada, agarrándose el vientre de la gracia que le había causado el comentario. Desde hace días, lo que más deseaba era verlo sufrir. Violeta, por otro lado, dejó escapar una pequeña sonrisa, negando ante las palabras de Chiara.

— Podré meterle una buena hostia sin ser juzgada.

— Eso no está en el plan.

— Dijimos que podíamos improvisar.

Tras el último comentario de la ucraniana, llegaron al hogar de la misma, donde se despidieron y dieron la vuelta para dirigirse a su casa.

Chiara comentaba interesada sobre sus experiencias en el teatro, habían decidido no hablar más sobre la boda, debían descansar de ello. Violeta la escuchaba con atención, le encantaba la forma en la que explicaba cada detalle y la historia cronológicamente, la pasión con la que hablaba atrapaba su atención. Amó saber que tenían muchas cosas en común, pues en tan solo dos minutos, se dio cuenta de la gran obsesión que tenían con Chicago, el musical en el que Chiara había participado en su colegio.

Los Secretos de Graná | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora