Hasta la Boda

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Las tres jóvenes reían mientras contaban aquella vez que Violeta cayó a un río y la bronca que se ganó, recordando los momentos que habían vivido en su infancia. Susana escuchaba mientras se llevaba la copa llena de vino a los labios, saboreando el líquido. Denna reía, apoyando su cabeza en el hombro de Ruslana, quien seguía tratando de molestar a su amiga.

Pero mientras que ellos reían y se burlaban de ella, Violeta solo podía estar pendiente de Chiara. La joven se encontraba junto a su madre, rodeada por su brazo, sonriendo ante las palabras de las muchachas. Susana acariciaba su brazo, al parecer era verdad que se había encariñado a ella en tan solo unas cuantas horas.

— Y cuándo tuvo que hacer un reportaje del Rubiales y la madre le tiró de todo por la ventana —recordó la rubia, mirándola, sus ojos mostrando la alegría que sentía.

— Dejad de burlaros de mí —pidió entre risas, golpeando su hombro—. A ver si voy a tener que empezar a hablar.

Denna, con una carcajada, se alejó de la ucraniana, acercándose a ella. Dejó varios besos en su mejilla, pidiendo con la acción que mantuviera la boca cerrada.

— Mi momento favorito fue cuando la pillamos con Yuli en...

— ¡Cayetana! —exclamó, interrumpiéndola.

Chiara frunció el ceño, gesto que logró ganarse toda la atención de la reportera. Examinó su rostro y notó la seriedad repentina. Chiara parecía reflexiva, como si hubiera sido transportada a otro lugar por un momento. Preocupada, estiró su mano hacia la suya, tomándola y dejando un leve apretón. No sabía lo que le pasaba, pero desde aquel día, no podía evitar cuidarla.

La menorquina se giró hacia ella con una sonrisa, sin poder sostenerle la mirada por mucho tiempo. Soltó su mano, sin dejar de estar pendiente de ella, no quería verla mal.

De pronto, el teléfono de Chiara comenzó a vibrar sobre la mesa, captando la atención de todos los presentes. La ojiverde divisó el nombre de Jasmine en la pantalla. Su corazón dio un vuelco. Con manos temblorosas, levantó el dispositivo y aceptó la llamada, intentando mantener la compostura mientras se alejaba del bullicio de la reunión.

Mientras se marchaba, la mayor de las hermanas mantenía sus ojos en ella, atenta por cualquier mínimo gesto.

— ¿Jas? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Ha pasado algo?

El silencio llenó la llamada. Chiara, comenzaba a sentir su cuerpo temblar. Se escuchó un leve suspiro al otro lado de la línea antes de que Jas respondiera.

— Chiara... —La voz de Jasmine sonaba apagada y preocupada—. Es mamá. Ha tenido otra recaída. Está peor que la última vez. No es una emergencia inmediata, pero los doctores dicen que se ha debilitado bastante.

El corazón de Chiara se encogió. Su madre llevaba años luchando contra el cáncer, y aunque la noticia no requería que regresara a Menorca de inmediato, la incertidumbre era devastadora.

— ¿Cómo está ella ahora? —preguntó, tratando de mantener la calma.

— Está estable, pero muy cansada. Creo que solo quería que lo supieras —respondió con un tono reconfortante—. No tienes que volver todavía, pero pensé que sería mejor que estuvieras al tanto.

Chiara respiró hondo, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón. Agradeció a su hermana y prometió estar en contacto constante, luego colgó y se quedó unos segundos en silencio, asimilando la noticia.

Unas manos la tomaron suavemente por los hombros, haciéndola sobresaltarse. Sin embargo, permaneció inmóvil en el lugar, no podía dejar de pensar en su madre.

Los Secretos de Graná | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora